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domingo, 28 de abril de 2024 19:59h.

Sublevaciones de la Tierra: composición y estrategia de la acción de masas - entrevista de Stathis Kouvelakis a dos militantes del movimiento

 

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Federico Aguilera Klink recomendamos y comentamos esta importante entrevista

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FEDERICO AGUILERA KLINK
FEDERICO AGUILERA KLINK

En Francia lo tienen claro. Las protestas convencionales no tienen efecto ante presuntos gobiernos que actúan con violencia en representación de los grandes intereses de los fondos, los bancos,  y las grandes corporaciones.

La conclusión es sencilla: si no aprendemos, esta gente desmonta y privatiza los servicios públicos, arrasa de manera "sostenible" el territorio y el medio ambiente, impone la agroindustria oncológica y.... acaba con la vida y la dignidad.

Tenemos mucho que aprender 

 

En Francia se libra otra batalla de la misma guerra, es el Imperio, comenta Chema Tante

CHEMA TANTE
CHEMA TANTE

 

 

La medida a la desesperada de Macron, Borne y Darmanin de intentar disolver LES SOULÈVEMENTS DE LA TERRE, es un buen indicio de la importancia del movimiento. Por fortuna, todo indica que no lo van a conseguir

¡No se disuelve un movimiento anclado en en un centenar de comités locales!
¡No se disuelve un movimiento anclado en en un centenar de comités locales!

El movimiento ya está anfianzado en todo el territorio y su propósito es continuar la lucha. Es una organización campesina, de actuación rural, que está actuando de manera paralela y complementaria con las movilizaciones urbanas, En definitiva, el pueblo francés, que como dice Francisco Morote, nunca ha dado por concluída su revolución, está retomando la resistencia a la opresión de la aristocracia de este siglo XXI. No es una simple acción por la mejora de salario o de condiciones laborales puntuales. Es una ofensiva de liberación popular. En los países del Sur Global, los pueblos que sufrteron el maltrato colonial, se está levantando contra los estados imperiales. En los países de "Occidente", los pueblos víctimas también del maltrato de las élites, deben levantarse de la misma manera, porque el enemigo es el mismo. En Francia están empezando.

LEVANTAMIENTO DE LA TIERRA

Pero la lucha es la misma, por todas partes. Quien observe las imágenes en el campo de Francia y vea que son una versión ampliada de la lucha contra Cuna del Alma o Chira Soria en Canarias, que no crea que es una mera coincidencia

LES SOULEVEMENTS
Nos sublevamos, cada cual desde donde nos encontremos, cada cual a su manera. El movimiento de Les Soulèvements de la Terre no puede ser disuelto, porque es múliple y está vivo. No se disuelve un movimiento, no se disuelve una revuelta. Llamamos a todos y todas a unírsenos para evitar esta tentativa de asfixiarnos. Somos, todas y todos en unión, Los Levantamientos de la Tierra

https://lessoulevementsdelaterre.org/es-es

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Sublevaciones de la Tierra: composición y estrategia de la acción de masas - entrevista de Stathis Kouvelakis a dos militantes del movimiento *

 

Sublevaciones de la Tierra: composición y estrategia de la acción de masas

 

[La manifestación del 25 de marzo contra la megabalsa de Sainte Soline (departamento de Deux-Sèvres, Francia) ya ha entrado en la historia. Por su carácter masivo, su combatividad, la radicalidad de su contenido político y de sus formas de acción, ha abierto una nueva etapa en las luchas contra la depredación del medio ambiente, la privatización de los bienes comunes y el mortífero modelo agrocapitalista. No cabe duda de que fue el despliegue de semejante fuerza el que explica la inaudita salvajada de la represión de que fue objeto.

LOS LEVANTAMIENTOS DE LA TIERRA
LOS LEVANTAMIENTOS DE LA TIERRA

En el contexto del vasto enfrentamiento social que vive el país desde hace tres meses, esta violencia ilustra la huida hacia delante de un poder aislado, decidido a quebrar a toda costa las resistencias populares. Ahora el gobierno, por boca de su ministro del Interior, ha decidido ir aún más lejos y ha anunciado su intención de disolver la organización Sublevaciones de la Tierra (SLT), la red militante que estuvo en el origen de esta movilización. Desde que se anunció la disolución, más de 50.000 personas, entre ellas centenares de personalidades, sindicalistas, artistas, científicas, representantes electas y decenas de organizaciones políticas, asociativas y sindicales de Francia y otros países han proclamado su solidaridad con el movimiento Sublevaciones de la Tierra mediante un llamamiento titulado Nous sommes Les Soulèvements de la Terre.

Contretemps se une plenamente a este llamamiento, y nuestra solidaridad pasa también por los medios de que disponemos como revista de crítica comunista, a saber, la apertura de un debate sobre las cuestiones teóricas, prácticas y estratégicas que plantea esta experiencia militante con sus actores y actoras. Este es el propósito de esta entrevista que dos activistas, que llamaremos X. e Y., han concendido a Stathis Kouvélakis (SK), miembro de la redacción de Contretemps].

SAINTE-SOLINE francetvinfo.fr
SAINTE-SOLINE francetvinfo.fr

 

Sublevaciones de la Tierra, una labor de agregación de fuerzas

Stathis Kouvelakis. Para empezar, ¿podéis situar las Sublevaciones de la Tierra como espacio de iniciativa militante? Más concretamente, ¿qué experiencias diversas ha puesto en común esta red y, sobre todo, se han fecundado unas a otras? Tengo la impresión, en efecto, de que es ahí donde reside el carácter innovador y específico de este movimiento con respecto a otros que han intervenido, en el pasado o en otros lugares, en este terreno.

X. La asamblea fundacional de Sublevaciones de la Tierra (SLT) tuvo lugar hace dos años en la ZAD de Notre-Dame-des-Landes, después de la serie de episodios de confinamiento. En mi caso, formo parte de este movimiento desde la experiencia, en particular, de la ZAD de Notre-Dame-des- Landes. Para una determinada generación y para ciertos movimientos, aquel combate instaló la idea de que para hacer frente a proyectos destructivos de ordenación capitalista del territorio, y para hacerlo victoriosamente, es preciso combinar recursos legales, manifestaciones masivas, una labor de concienciación y de compromiso en un conjunto de círculos sociales muy diversos, pero también, frente a la policía y las excavadoras, capacidades de resistencia física sobre el terreno.

En otras palabras, adoptar formas de lucha que asumen cierto grado de conflicto en vez de neutralizarlo, pero sin dejarse aislar políticamente. Y para no aislarnos políticamente, para que la acción pueda ser masiva y reciba un apoyo masivo, se precisan ciertas formas de agregación, es decir, lograr que se mantengan juntas herramientas, culturas, prácticas políticas, formatos que puedan ser diversos. La experiencia de Notre-Dame-des-Landes concretó así la posibilidad de reunir asociaciones ciudadanas de masas, organizaciones campesinas, habitantes de los territorios directamente amenazados, intelectuales, sindicalistas, jóvenes autónomas anticapitalistas dispuestas a ocupar un terreno y defenderlo físicamente.

Mostró asimismo que más allá de la capacidad de resistencia frente a proyectos destructivos, se llegaba a producir materialmente, a habitar, a vincularse de manera sensible a una zona, a un territorio. Al mismo tiempo que se resistía, se demostraba así que era posible construir colectivamente, en una misma acción, otras formas de vida, organizaciones sociales, organizaciones materiales. Era algo absolutamente esencial y fructífero, que permitió la constitución de una fuerza política que nos marcó. Aquella lucha desbarató el proyecto de aeropuerto y marcó el campo político al favorecer la eclosión de cierto número de luchas territoriales y de esperanza en el ámbito político.

Pero la iniciativa de fundar SLT no solo partió de grupos que se formaron en la ZAD de Notre-Dame-des-Landes. Corresponde a un momento en el que diferentes personas, desde su confinamiento en distintas partes del país, se dicen a sí mismas: “Ya no es posible seguir como antes, asolando el planeta de esta manera. Algo tiene que ocurrir. El mundo de mañana no será el de antes.” Al mismo tiempo, hay un sentimiento muy fuerte de impotencia política, porque los distintos grupos se han disuelto, ya no se reúnen y no pueden actuar juntos. SLT fue un intento de responder a esta situación. Se trataba de reconstituir un poder concreto invitando a cierto número de actores y actoras a reunirse y sacar conclusiones comunes, a adoptar una línea política que pudiera tener impacto y adquirir una determinada consistencia política.

Inicialmente, estas personas proceden de cuatro grandes grupos políticos, aunque posteriormente el espectro se diversificó. Por un lado, la generación del clima, que, sobre todo antes de la pandemia, había salido a la calle por decenas de miles. Estas manifestaciones masivas expresaban la cólera de la juventud ante el estado del mundo que han dejado y mantenido sus mayores, y su rechazo de las políticas que destrozan el clima y apoyan a los grupos de presión que se benefician de la situación.

La generación del clima se encuentra así en acciones de masas, o en formas de acción espectaculares como XR (Extinction Rebellion). Pero llega un momento en que ven los límites. Estas acciones dan vida a un sujeto, pero no tienen un impacto real sobre la situación, porque, por un lado, el gobierno permanece impasible y, por otro, las acciones meramente simbólicas o espectaculares no detienen directamente las obras, preservan los bosques, la tierra, los recursos hídricos, etc. Por lo tanto, hay que encontrar otras formas.

En segundo lugar, tenemos las agrupaciones y sindicatos de agricultores, como la Confédération paysanne y las explotaciones agrarias que mantienen un vínculo sensible, práctico y material con el suelo, con la producción, con la preservación de los lugares. Para ellos, no se trata solo de un objetivo político sobre el clima, sino que su vida misma está materialmente ligada a este vínculo con las praderas, los campos y las especies que albergan. Algunos todavía se sienten herederos históricos de movimientos como el de los campesinos trabajadores que, en la década de 1970, se situaron en una lógica de lucha de clases y defendieron una visión conflictiva y revolucionaria o, digamos, radical, del campesinado.

Pero desde el último gran movimiento campesino popular, en torno a figuras como René Riesel, José Bové y la lucha contra los Organismos Genéticamente Modificados, en la década de 2000, la izquierda campesina ha tendido a replegarse hacia formas de corporativismo, y ello en un momento en que puede decirse que la mayoría de la población rechaza en principio la agricultura practicada por la FNSEA (Federación Nacional de Sindicatos de Explotadores Agrícolas), el modelo de agricultura intensiva, basado en el uso de pesticidas que envenenan los suelos y nuestros cuerpos.

Sin embargo, esta izquierda campesina, o el campesinado que practica la agricultura que la población desearía, es muy minoritaria dentro de las instituciones del mundo campesino, dominadas por la FNSEA. Por consiguiente, es necesario que estos movimientos recuperen su lugar en un movimiento ecologista y campesino de masas. También por nuestra parte, nos parece absolutamente esencial contar en un movimiento político con personas que, de diversas maneras, están directamente implicadas en cuestiones de producción material relacionadas con la lucha que se libra.

El tercer actor son los colectivos locales diseminados por todo el territorio, que ante tal o cual bosque, tal o cual humedal, tal o cual campo que se pretende artificializar para tal o cual proyecto tóxico, lanzan llamamientos y movilizaciones. Estas personas son testigos de la destrucción de estas tierras y bosques, y ven cómo se imponen las políticas de desarrollo comercial apoyadas por el gobierno y diversas instituciones locales. Son una fuerza sobre el terreno, pero a veces están demasiado aisladas para vencer, aunque cada vez tienen más éxito en diversos lugares.

La cuarta fuerza es el movimiento político anticapitalista autónomo que se ha recompuesto en las ZAD, en las calles, en los movimientos sociales de los últimos años, por el derecho laboral, las pensiones, o junto a los chalecos amarillos. Este movimiento percibe a veces los límites de las confrontaciones aisladas, de los empujes que tienden a formas insurreccionales en ciertos momentos, pero que no triunfan, retroceden o carecen de ganancias materiales y existenciales tangibles en las que apoyarse. En algún momento, llegamos a buscar anclajes en el suelo, victorias concretas y también formas de alianza, conexión, agregación con otras fuerzas.

S. K. ¿Cómo se construyó la convergencia entre estas fuerzas?

X. Estos actores y actoras se reunieron en el momento de la asamblea fundacional e intentaron pensar en un manifiesto común. La idea que surgió fue que, para emprender acciones concretas, elegiríamos un campo de acción política que sería el de la tierra, la cuestión de la tierra. Hay dos problemas concretos que nos parece necesario abordar: por un lado, la artificialización continua de la tierra, su destrucción por el hormigón, la tierra que desaparece, y por otro, la tierra que de alguna manera tiene una vocación agrícola, pero que, por el movimiento constante de expansión de las explotaciones y la financiarización de la tierra, se ve atrapada en el modelo agroindustrial. Un modelo que conduce a la desaparición del campesinado y a una relación de fuerzas cada vez más desfavorable dentro del mundo agrario.

Nos dotamos de tres formas de acción para intervenir, lo que no significa que sean las únicas válidas y posibles. Seguimos diciendo “necesitamos acciones de masas, necesitamos recursos jurídicos, necesitamos el trabajo de campo de los sindicatos en el seno de las instancias agrarias”. Pero cuando estas formas no bastan, necesitamos posibilidades de acción directa colectiva que, en un momento dado, detengan una obra, salven un terreno ocupándolo, neutralicen una industria que todo el mundo está de acuerdo en que, como Monsanto o Lafarge, no deja de causar estragos.

Estos tres métodos de acción son, por tanto, la ocupación de tierras para preservarlas, el bloqueo de industrias o de obras y, a continuación, formas de intervención que se calificarán de desarme. Una de las primeras acciones de este tipo que llevamos a cabo fue la ocupación simultánea por 600-700 personas de tres fábricas de hormigón en el puerto de Gennevilliers, en las afueras de París, coorganizada por los grupos SLT y XR que, en aquella época, empezaban a integrarse en SLT. Esta acción planteó efectivamente la cuestión del desarme.

El desarme: método, objetivos y alianzas de clase

S. K. Creo que conviene detenernos sobre esta cuestión del desarme, también sobre el propio término, que señala una innovación importante. El desarme se ha percibido, y pienso en particular en la nota muy instructiva del Servicio Central de Información Territorial publicada en Lundi Matin, como un medio de presentar acciones ofensivas como acciones defensivas y, de este modo, reforzar su legitimidad a los ojos de sectores militantes que de entrada no se situaban en este terreno. ¿Podrías concretar el pensamiento subyacente a este método de acción?

X. La acción que materializó esta opción de desarme fue la ocupación simultánea de tres plantas de hormigón. Había venido precedida por acciones dirigidas por XR, denominadas Fins de chantier (fin de la obra). Se trataba de ocupar regularmente las plantas de hormigón de Lafarge durante un día o más. Pero nos encontramos ante una industria que, a pesar de ser cuestionada por su colaboración con el Estado Islámico o por su desastroso impacto ambiental, tiene una enorme capacidad política y económica para amortiguar este tipo de acciones y puede permitirse ignorarlas y seguir como hasta ahora.

Los activistas de XR y otros dijeron: “Si realmente queremos impactar a Lafarge, tenemos que ir más allá. No basta con ocupar el lugar y marcharse unas horas o días después; durante la ocupación hay que desmontar las máquinas, destruir los sacos de cemento, modificar las infraestructuras, tirar ordenadores al canal. Hay que hacer cosas para que al día siguiente de la ocupación, las plantas de hormigón no puedan volver a funcionar de la misma manera.”

Entonces salió un comunicado que fue retransmitido y que decía: “Hemos desarmado estas industrias”. Esto equivale a decir: “Miren, lo que hemos desmantelado son armas de destrucción masiva dirigidas contra los seres vivos, la biodiversidad, las poblaciones, armas de destrucción masiva del clima.” ¿Por qué se opta, en este punto, por decir desarme en lugar de sabotaje? Porque el término desarme remite a un contexto de emergencia y a la violencia que representan estas infraestructuras. La explicación de la acción opera de manera diferente que con el término sabotaje.

No creo que se trate en absoluto de una crítica a la herencia del movimiento obrero, o a la de la Resistencia en particular, que representan legados políticos extremadamente fuertes y dignos en torno al sabotaje. Pero ha habido tal estigmatización de las acciones de sabotaje desde entonces que la palabra ha pasado a referirse, para gran parte de la población, a acciones que serían aisladas, totalmente condenables y grupusculares más que de utilidad pública y necesarias. La renovación del término permite evidentemente una reapropiación y una modificación masivas de su forma de actuar en el ámbito político.

La principal acusación que nos hace el gobierno es precisamente que estamos popularizando la posibilidad de prácticas masivas de acción directa, lo que es efectivamente, para nosotros, una necesidad vital. No vamos a fingir lo contrario. Nuestro objetivo es conseguir que cuando salgamos de una manifestación podamos sentir que la acción colectiva ha tenido un impacto concreto, que una fábrica deje de contaminar al menos durante un tiempo, que se vuelva a cultivar la tierra en lugar de hormigonarla, que se pare una obra.

Y. El desarme es realmente, desde nuestro punto de vista, una acción eminentemente colectiva.

S. K. Está la cuestión del método, de las formas o del repertorio de acciones, como dicen los sociólogos de los movimientos sociales, pero no menos importante es la de los objetivos de las acciones. Durante su anterior visita a París, en junio de 2021, Andreas Malm me dijo que las acciones de XR contra determinadas obras de construcción, más que contra plantas de hormigón, eran, a sus ojos, un ejemplo de lo que no se debe hacer ‒en cuanto a los objetivos, añadiría yo, no en cuanto a la forma de la acción. Por una parte, porque estas acciones se habían llevado a cabo sin ninguna concertación con los trabajadores de estas obras, que pueden tomarse muy a mal que militantes externos vengan a interrumpir su actividad, con consecuencias que pueden ser graves para ellos. Sobre todo teniendo en cuenta que, en el sector de la construcción, se trata a menudo de trabajadores extremadamente precarios, a veces indocumentados, debido al sistema de subcontratación en cascada para los trabajos más duros y penosos.

Por otra parte, las obras en cuestión no son necesariamente las que representan los objetivos mejor elegidos, las más inútiles socialmente o las más perjudiciales para el medio ambiente. Lafarge o Bouygues son sin duda gigantes de la construcción, pero también se les puede pedir que construyan escuelas, polideportivos e infraestructuras que pueden ser socialmente útiles. ¿Cómo gestionar esta contradicción?

X. Para responder a tu pregunta, empezaré por una breve digresión sobre la historia de la lucha contra el aeropuerto de Notre-Dame-des-Landes. Durante aquella lucha, nos movilizamos contra una enorme multinacional, la mayor del mundo en infraestructuras y ordenación del territorio, a saber, Vinci. Cuando la gente viene a sabotear las obras de Vinci, a levantar las barreras de los peajes de Vinci, se plantea la cuestión de cómo afecta esto a los trabajadores de esta empresa. Sin embargo, durante todos estos años de acciones contra Vinci, no recuerdo que ningún trabajador de esta empresa viniera a reprochárnoslo.

Al contrario, cuando conocimos a sindicalistas de Vinci que vinieron a la ZAD, se alcanzó un punto de inflexión en el movimiento, al menos en el plano político. Los sindicalistas estaban muy conmovidos por lo que veían allí, por los vínculos entre la gente, las formas de lucha creativas, las granjas y los campos. Algunas de estas personas tenían parientes que eran agricultores y llevaban años trabajando en esta empresa. Salieron con un texto que tuvo un impacto importante en el mundo sindical, y que indicaba una evolución notable en relación con la tradición histórica del sindicalismo, en particular cierta tradición de la CGT en aquella época.

La CGT representa, por supuesto, una tradición de lucha de clases, de lucha contra la explotación de los trabajadores, pero no va necesariamente a cuestionar las grandes obras y, de manera general, la lógica del productivismo. Y sin embargo, estos sindicalistas, en un comunicado emitido en primer lugar por la CGT de Vinci, cuyo contenido retomó más tarde la federación de la construcción de la CGT, declararon: “Nosotros, los trabajadores de estas empresas, no trabajaremos para la obra de Notre-Dame-des-Landes. Queremos construir escuelas. Queremos participar en la construcción de obras útiles para la población. A partir de ahora, dejaremos de trabajar para grandes obras perjudiciales para la población. Y a partir de ahora, hacemos un llamamiento a todos los que trabajan, ya sea para Vinci o para las empresas contratistas de Vinci que participarían en las obras, para que invoquen su derecho a retirarse y se nieguen a trabajar para este tipo de obras.”

En ese momento ocurrió algo histórico, en el mensaje en todo caso, incluso en relación con las diferencias que podíamos tener con la CGT y su tradición productivista, en particular sobre la cuestión ecológica o sobre la cuestión nuclear. Se debe al aumento del nivel general de lucidez sobre el grado de devastación del medio ambiente y al hecho de que para estos trabajadores y sindicalistas, incluidos los que dependen de estas empresas para mantener sus empleos y sus condiciones de vida, seguir trabajando en sitios que todo el mundo considera eminentemente tóxicos, se vuelve problemático.

En el marco de las SLT, creo que hay que prestar atención a los trabajadores de las industrias afectadas siempre que sea posible, lo que no debe impedir, en mi opinión, que en determinados momentos se detenga la actividad de estas industrias, aunque ello exija poner los medios para que se produzca el diálogo. Cuando paramos la planta de hormigón de Gennevilliers que he mencionado, los contactos que mantuvimos con los trabajadores de la planta durante la acción fueron muy buenos. Hubo por su parte expresiones de aliento y hubo diálogo, incluso complicidad.

Y. Más con quienes se hallaban en la parte baja de la escala, las personas más precarizadas, que con los capataces y los de la parte alta de la escala.

X. Por lo demás, no puede negarse que en el hormigón producido en esas fábricas hay una parte que va destinada a la construcción de proyectos que todo el mundo podría considerar útiles y necesarios. Sin embargo, el destino principal de la producción de hormigón de la región parisina, especialmente de las plantas de Gennevilliers, son las obras del Gran París, que marcan una nueva etapa en el proceso de incesante gentrificación social y de metropolización de políticas de obras públicas absolutamente condenables. La acción se orientó sobre todo en relación con estos criterios que regulan el nivel de producción de estas plantas.

S. K. Lo entiendo perfectamente, pero pienso que estarás de acuerdo en decir que este razonamiento no resulta evidente para todo el mundo. Se precisa por tanto una labor previa de explicación, de diálogo con otros sectores del movimiento social, con los sindicatos, con el movimiento obrero, si se quiere evitar una división de las fuerzas que únicamente perjudicará al movimiento de conjunto.

X. Estoy totalmente de acuerdo. Cuando nos metemos en la batalla de las balsas, que es una batalla aparentemente muy ecológica y campesina, muy alejada del terreno de la producción urbana, tenemos sindicatos ‒la CGT a nivel nacional y Solidaires‒ con sus propias tradiciones de lucha y sus temas clásicos de intervención, que firman la convocatoria de una manifestación de acción directa llamada “Ni una balsa más, fin de la obra”. Las palabras elegidas indican explícitamente que el objetivo es poner fin a una obra de construcción de una infraestructura de captación de agua.

Lo que dicen los compañeros de la CGT y de Solidaires es que, como sindicato, una de sus prioridades en este momento es la preservación de los bienes comunes y su reparto equitativo. Es cierto que los proyectos de construcción de balsas crean puestos de trabajo, pero son proyectos que distribuyen los recursos hídricos de manera desigual y privatizan un bien común. En consecuencia, la CGT y Solidaires pueden encontrarse plenamente en este marco de intervención e incluso están dispuestos a seguirnos, más allá de las manifestaciones clásicas, con formas de acción que van hasta la interrupción de las obras, o incluso el desarme. Además, tras el desmantelamiento de la balsa de Cran-Chaban, el 6 de noviembre de 2021, el secretario nacional de la CGT, junto con otros muchos sindicalistas, firmó un artículo explicando y legitimando aquella acción.

Y. Añado lo siguiente sobre la movilización contra las balsas. El trabajo de agregación llevado a cabo por SLT, la Confédération paysanne y Bassines Non Merci ha permitido formar un frente de 130 organizaciones, entre ellas sindicatos como la CGT, Solidaires y la FSU. Hacer que estas organizaciones retomen, cuando sea necesario, la digna tradición de sabotaje propia del movimiento obrero constituye, para mí, un avance político.

Además, sobre la cuestión del vínculo con los trabajadores, hay que subrayar que entre las tres iniciadoras del movimiento contra las balsas se encuentra la Confédération paysanne, un sindicato que asume, y esto es muy difícil, el desarme de infraestructuras que podrían ser vistas por algunos como instrumentos de trabajo al servicio de los agricultores, de otros agricultores. Lo que está en juego a este nivel es, en mi opinión, central. Y es extremadamente importante tratar con ellos, seguir su ritmo y adaptarse a él, para desbaratar la narrativa prefabricada de la FNSEA y del gobierno de “ecologistas contra trabajadores, ecologistas contra agricultores”. Llevar a cabo estas acciones con la Confédération paysanne y al ritmo de esta es, por el contrario, una forma de socavar este discurso en la práctica y de trabajar sobre una contradicción fundamental.

S. K. Por supuesto, pero la Confédération paysanne, lo has mencionado antes mismo, es precisamente heredera de la tradición del movimiento de los campesinos trabajadores de Bernard Lambert. En esta perspectiva, claramente anticapitalista, el campesinado no aparece como un bloque homogéneo, sino que también experimenta en su seno luchas de clases. El modelo de la FNSEA privilegia a una fracción del campesinado, que impulsa la restructuración capitalista de la agricultura y se beneficia de ella, en detrimento del resto del mundo agrícola. Movimientos de este tipo permiten precisamente sacar a la luz estas contradicciones de clase.

X. Es una situación bastante complicada. Lo que decimos, junto con la Confédération paysanne, en la campaña “Ni una balsa más”, es que entre los regantes que se van a beneficiar de una balsa hay algunos que de hecho son más bien sociedades agroindustriales que no agricultores en sentido estricto. En este caso, tenemos una figura que encarna una forma de capitalismo agrario. Pero lo que decimos y repetimos es que los regantes que se benefician de las balsas no son nuestros enemigos. No les estamos atacando.

Estamos en un momento en que una gran parte del campesinado está amenazado de desaparición en beneficio de los conglomerados capitalistas ‒los pequeños campesinos, por supuesto, pero también algunos de los más grandes, que han conseguido salir adelante hasta ahora‒… Este conflicto en el seno del mundo campesino es extremadamente difícil de gestionar porque, para sobrevivir, toda una parte del campesinado ha tenido que adaptarse. Para esta gente, era adaptarse o morir. Lo que estamos atacando son infraestructuras que son tanto una herramienta privada como una infraestructura pública, financiada en un 80 % con dinero público. Nuestro adversario común son los grupos de presión que imponen a los agricultores una política de rechazo de la adaptación al cambio climático, para seguir vendiendo una serie de productos sintéticos, fertilizantes, pesticidas y producción agrícola.

Y si los agricultores no aceptan ir en esta dirección, no tienen más remedio que desaparecer, porque las políticas públicas de las que dependen financian precisamente este modelo y no las adaptaciones para salir de él. Esto es una tragedia, incluso para cierto número de regantes. Lo que les decimos es que tienen que unirse a los agricultores de la Confédération paysanne y a otros para hacer frente a estos grupos de presión y a la imposición de este modelo de producción agrícola.

En dos años, en el departamento de Deux-Sèvres hemos visto evolucionar mucho las cosas en este sentido. Gracias a acciones enérgicas, todo el mundo se pregunta si ¿son las balsas la solución adecuada? ¿Cuál es su impacto hidrológico? ¿Cuáles son las consecuencias sobre las capas freáticas para la población de las ciudades vecinas? Está surgiendo una presión social, también sobre los regantes. Digamos que eres agricultor en un pueblo; si todos tus vecinos empiezan a cuestionarse el impacto de tu producción agrícola sobre el recurso hídrico común, se hace mucho más difícil asumirlo socialmente, de cara a tu círculo cercano, a tus vecinos y a tus hijos.

Nosotros presionaremos para que se reanude el diálogo, incluso con quienes hemos mantenido relaciones tensas por lo de las balsas, para decir que “no hay que equivocarse de enemigo, el enemigo es común, podemos ir juntos hacia otro modelo agrícola”.

S. K. Aclaro que cuando hablo de una cuestión de clase, no me refiero simplemente a los grandes contra los pequeños. En efecto, la cosa es más complicada. Se trata de una economía política que en el interior mismo de un grupo social diferenciado instaura la hegemonía de las fracciones más poderosas en detrimento de las demás, proponiendo a estas últimas una salida, o la apariencia de una salida. Es un modelo qie divide, entre quienes se oponen y los demás, pero también que integra a quienes tratan de sacar provecho a condición, claro, de que acepten el principio y por tanto la hegemonía de la fracción dominante, la más vinculada a la agroindustria.

Y. Eso es lo que iba a decir. Volviendo a Andreas Malm, lo que nos subrayó después de la manifestación, con toda la razón, es que el carácter innovador de esta movilización estriba en que se trata menos de una lucha contra el calentamiento climático como tal que de una lucha contra las opciones políticas tomadas al respecto. El punto fuerte de esta lucha es el trabajo que pone de manifiesto su carácter eminentemente político. Contrariamente a lo que dice la FNSEA, las balsas no son la única forma de seguir produciendo. Del mismo modo que no nos oponemos a la extracción de arena en sí, ni a la construcción de edificios, nuestro objetivo es poner de manifiesto el carácter eminentemente político que subyace a las opciones que se toman. Sacar a la luz lo político significa sacar a la luz una discrepancia y, por tanto, la posibilidad de una lucha y, a partir de ahí, llevar a cabo un trabajo para conquistar la hegemonía de la que hablas e imponer otras opciones.

La batalla de Sainte Soline: elementos de balance

S. K. Llegamos así con toda naturalidad a la lucha contra la megabalsa de Sainte Soline. Sin querer rebobinar toda la película, podemos decir muy brevemente que la manifestación del 25 de marzo se produce después de otras movilizaciones, pero que representa un salto tanto cuantitativo como cualitativo. Además, irrumpe en un contexto político muy particular. ¿Cómo se preparó esta acción?

X. Creo que deberíamos empezar diciendo que, como SLT, nuestras acciones no se limitan a la lucha contra las megabalsas. Intervienen en diferentes ámbitos, movilizan diferentes repertorios y, cada vez, agregan colectivos y crean una fuerza colectiva. Intervenimos para defender los huertos populares de Besançon ocupando terrenos e instalando huertos piratas; vendimiamos las viñas de un propietario multimillonario, hacemos zumo de uva y lo redistribuimos; bloqueamos un proyecto de ampliación de una zona industrial en el sur de Francia; atacamos la obra impulsada por un alcalde con prácticas mafiosas y montamos allí un carnaval; bloqueamos las canteras de arena que devoran un boscaje en Loire-Atlantique; construimos chozas en terrenos codiciados por un proyecto de carretera en Haute-Loire o asaltamos por centenares una obra de Bayer-Monsanto para clausurarla.

En cuanto a la lucha de las balsas, empezamos uniéndonos a un colectivo local de Deux-Sèvres, Bassines Non Merci, que existe desde hace tiempo. De hecho, fueron ellos quienes vinieron a buscarnos porque, frente a un gobierno que había optado por iniciar realmente las obras de unos proyectos anunciados hace años, sus acciones (llamamientos, manifestaciones) habían chocado con sus propios límites. Cuando empiezan las obras, en septiembre de 2021, intervenimos, junto con la Confédération paysanne, y demostramos que ya que ellos apuestan por la fuerza, nosotros también.

Mostramos concreta y claramente nuestra voluntad de interrumpir las obras mediante una primera invasión, a pesar de la fuerza policial que intentó impedírnoslo. Invadimos las obras con 30 tractores, lo que demuestra que, contrariamente a la historia presentada políticamente y en los medios de comunicación por nuestros adversarios, no se trata de una lucha entre ecologistas por un lado y agricultores por otro, sino también de una lucha entre dos modelos agrícolas dentro del mundo agrario.

En un año y medio hemos organizado cuatro acciones, cada una de las cuales ha crecido en número de personas y también en intensidad de las movilizaciones e impacto de las acciones. Los días 29 y 30 de octubre, la convocatoria de manifestación fue lanzada por primera vez por un espectro muy amplio, a saber, un centenar de organizaciones que asumen que el objetivo es una forma de acción directa, de desobediencia masiva. Esta manifestación de los días 29 y 30 de octubre fue un éxito, en el sentido de que, pese a su prohibición por la prefectura, participaron 10.000 personas, a pesar de las numerosas barreras policiales.

Unos días antes habíamos conseguido instalar un campamento en plena zona roja gracias a la ayuda de un agricultor que es un regante arrepentido y también un tipo increíblemente valiente. Y durante la manifestación, tres comitivas consiguieron desbaratar los dispositivos policiales, romper sus líneas e invadir la balsa en construcción. La retirada de las vallas y el desmantelamiento de los puntos de alimentación provocaron una interrupción efectiva de las obras ese día. Cuando llegamos para una segunda movilización en Sainte Soline, el 25 de marzo, ya habíamos conseguido que el modelo agroindustrial y la apropiación del agua se convirtieran, a través de la cuestión de las megabalsas, en una polémica nacional a partir de la cual toda una serie de corrientes ecologistas, pero también sindicales, plantearon la cuestión de los bienes comunes, del reparto de la riqueza, del agua y del modelo agrícola.

De momento, los proyectos de megabalsas se circunscriben a Deux-Sèvres, pero sabemos que se trata de un territorio de prueba y que estos proyectos se extenderán por todas partes si consiguen implantarse en este departamento. A todo el mundo le preocupa la posibilidad de ver esas infraestructuras instaladas en su propio territorio. La manifestación del 25 de marzo tuvo lugar en un contexto particular. Se había dado un ultimátum al gobierno, repitiendo: “Hay que parar las obras y reabrir el diálogo sobre el reparto equitativo del agua.” La única respuesta gubernamental fue reanudar las obras y anunciar 30 nuevas balsas en el vecino departamento de Vienne. Con Macron asistimos a este endurecimiento autoritario frente a un movimiento social que no cesa en su empeño.

Y. El momento es a todas luces muy particular, porque está teniendo lugar un pulso con el movimiento social contra la reforma de las pensiones, en que [la primera ministra] Borne anuncia, el 16 de marzo, la aplicación del artículo 49.3 [de la constitución francesa]. La manifestación se inscribe inmediatamente en esta secuencia, pues existe un vínculo evidente entre el rechazo de la concertación con respecto a la reforma de las pensiones y el de los proyectos de balsas.

S. K. El vínculo es igual de evidente en el caso del giro represivo contra el movimiento social, que a su vez adopta una nueva forma después del 49.3. A la chalecoamarillación, como podría decirse, del movimiento, el Estado responde inmediatamente con la chalecoamarillación de la represión, de la que vimos, en 2018-2019, a qué nivel de salvajismo y violencia podía llegar. Así, se anunció de forma bastante explícita el nivel de represión al que se enfrentaría la manifestación del 25 de marzo. La víspera, [el ministro del Interior] Darmanin había declarado en CNews que “los franceses verán nuevas imágenes extremadamente violentas”. ¿Cómo pensábais hacer frente a esta situación? ¿Cuáles eran los objetivos y los medios para alcanzarlos, en dos palabras, el plan estratégico que pusisteis en marcha?

X. En vísperas de la manifestación logramos dos éxitos en relación con las fuerzas policiales. El primero fue que conseguimos llegar de nuevo a la zona roja, a pesar de una nueva prohibición, e instalar allí un campamento por sorpresa. Después, los campesinos movilizados con la Confédération paysanne consiguieron unirse a la manifestación con sus tractores. Se estableció así una forma de complementariedad táctica entre los campesinos y los que ya estaban sobre el terreno, que bloquearon la línea de alta velocidad que impedía a los campesinos llegar al campamento. El dispositivo policial fue derrotado, lo que supuso una nueva humillación para la prefecta, que media hora antes había tuiteado: “La situación está bajo control. Mirad, los campesinos están rodeados por una escolta policial, nunca llegarán al campamento.”

La manifestación en sí tenía tres objetivos principales: en primer lugar, mostrar una relación constructiva alternativa para el territorio (plantar setos, construir invernaderos para instalar allí a un horticultor). Después, mostrar que la balsa no es solo la hondonada, sino todo un conjunto de tuberías, un pulpo de puntos de abastecimiento que se nutren de la capa freática. El objetivo complementario de la coalición de organizaciones era también desmantelar estos puntos de alimentación, como habíamos hecho en manifestaciones anteriores.

La tercera acción consistió en rodear las obras de construcción de la balsa y, si era posible, entrar en su interior para volver a interrumpirlas. A pesar del bloqueo de los convoyes y de los controles policiales, 30.000 personas parten del campamento. Subrayamos este hecho porque es absolutamente inédito en la historia de esta campaña del agua y sigue siendo, entre otras muchas acciones potentes, un elemento llamativo del fin de semana. Por el camino, nos damos cuenta de que el despliegue policial ha cambiado en comparación con épocas anteriores. Ahora, 3.000 policías y gendarmes se concentran pura y simplemente en la balsa, en una disposición que puede juzgarse absolutamente criminógena. Los gendarmes están contra la espada y la pared, a saber, el dique que rodea la balsa, y se disponen a reprimir a personas que el gobierno les ha presentado como extremadamente violentas.

Como explica muy bien el informe de la Ligue des droits de l'Homme (Liga de Derechos Humanos), las instrucciones de las autoridades fueron muy claras: impedir que los manifestantes lleguen a las vallas y a la obra, fuera cual fuera el coste humano. Así pues, las fuerzas del orden se desataron inmediatamente en cuanto llegaron los manifestantes, mientras que algunos de los cortejos realizaban una acción de tipo cadena humana alrededor de la balsa, mientras que otros intentaban de manera más dinámica y ofensiva llegar a la obra.

Así pues, una lluvia de granadas cayó sobre todos los cortejos. Se dispararon no menos de 5.000 granadas en dos horas, no solo de gases lacrimógenos, sino también granadas aturdidoras, acompañadas de disparos de las llamadas balas de defensa. El objetivo del gobierno era sofocar la creciente protesta por las pensiones y lavar la afrenta que constituía la acción de SLT y el movimiento ecologista, y la humillación del aparato policial durante las manifestaciones anteriores. El objetivo era aterrorizar al movimiento, en carne propia, aunque fuera mutilando, obstruyendo la llegada de ayuda y asumiendo el riesgo de matar. Esto es lo que presenciamos durante las dos horas de enfrentamientos. En nuestra historia política, nunca habíamos visto tantos heridos en tan poco tiempo.

S. K. Sin embargo, habida cuenta del contexto que hemos esbozado y del precedente de los chalecos amarillos, cabía esperar un ataque de estas características.

X. Hay cólera, hay tristeza, pero sí, por desgracia no hay ninguna sorpresa propiamente dicha con respecto a lo que es capaz de hacer el gobierno. Por nuestra parte, evidentemente podemos aprender de cara a las próximas movilizaciones, en el sentido de no dejarnos atrapar en un dispositivo frontal y de lograr rodearlo.

S. K. A este respecto, precisamente, quisiera leeros un extracto de un texto publicado hace unos días en Lundi Matin: “En las discusiones en caliente, una de las cuestiones recurrentes es esta: ¿Por qué ir directamente a la colisión sin detenernos para examinar la táctica de los gendarmes? Tener en cuenta esta cuestión es crucial para el futuro, pues pone en juego la estrategia de agregación de SLT, que hasta ahora ha demostrado su eficacia.” ¿Qué respondéis a esta cuestión?

Y. En primer lugar hay que decir que, evidentemente, cuando se trata de personas en coma, entre la vida y la muerte, es imposible sacar una conclusión global y uniformemente positiva sobre lo ocurrido. Es imposible no lamentar amargamente no haber sido capaces de inventar una maniobra que nos permitiera, como la última vez, desbaratar o atravesar el dispositivo policial, aplicando diversas prácticas, pero sin poner en peligro nuestras vidas. Las personas reunidas, nosotros mismos, estamos dispuestos a correr riesgos por cuestiones que consideramos urgentes, vitales, a enfrentarnos valientemente a la brutalidad policial, pero nadie quiere el martirio, nadie quiere acumular heridos.

En este sentido, hay que subrayar que la opción política del gobierno consistía en defender a toda costa un cráter vacío y no los únicos elementos del lugar que se había anunciado públicamente que se desmontarían, los únicos que habían avanzado desde la última vez, es decir, las tuberías y los puntos de abastecimiento. La realidad es que, así las cosas, el dispositivo policial nos permitió desmontar parcialmente estos elementos de canalización. Desde este punto de vista, conseguimos hacerles perder tiempo de nuevo y retrasar al máximo los trabajos de ese día. Aunque esto difícilmente puede compensar el resto.

X. No se trata de exculparnos como organizadores, por supuesto que tenemos una parte de responsabilidad en la elaboración de una estrategia global. Como en todas las movilizaciones anteriores, que en su mayoría tuvieron éxito, hubo una elaboración colectiva con un conjunto de organizaciones. Por supuesto, esta vez no fue suficiente para desbordar el dispositivo policial, ni para evitar que hubiera heridos graves. También tenemos que reconocer que en un movimiento tan grande ocurren cosas que escapan a tu control. Hay una inercia en la masa de gente reunida más allá de cierto umbral, movimientos con lógicas a veces contradictorias en su interior, que hacen que entre el momento en que compruebas la acción del dispositivo contrario, el nivel de brutalidad que está dispuesto a emplear en su respuesta y la posibilidad concreta de zafarte, haya también un desfase, una lentitud, ese día en cualquier caso, en nuestra capacidad para aprehender la situación y protegernos adecuadamente.

Y. Lo primero que hay que decir es, por supuesto, que la responsabilidad de los heridos recae principalmente en la policía. Y que es una responsabilidad que seguirá siendo atacada políticamente por todos los medios. Lo segundo es que no podemos desentendernos del hecho de que nosotros, junto con otras organizaciones, contribuimos a la elaboración de una opción que, tácticamente, se topó con un muro. Todos los componentes organizados que participaron en la manifestación tendrán que sacar lecciones para el futuro, incluidos los sublevados.

Pero también hay que ver que, entre los elementos positivos del 25M, está la masificación y la internacionalización del movimiento. Y también una serie de acciones que, de manera completamente diferente a la vez anterior, hicieron que la composición se mantuviera unida. En octubre pasado, todas las veces anteriores, había una especie de alegría colectiva por haber asumido un conjunto de acciones que nos hacían fuertes. Aquí, no sé cómo decirlo exactamente, hay, por un lado, una sensación bastante pesada, pero también, por otro, una emoción compartida que mantiene unidos a todos los componentes del movimiento.

Hay acuerdo tanto en que es preciso culpar a la policía como en que, sobre todo, no debemos dejarnos enredar en el discurso militar del gobierno sobre la violencia y sobre nuestros movimientos, y que debemos mantenernos firmes en la lucha, en las causas profundas que la impulsan. Es obvio que hay algo en la forma de manifestación masiva que tendremos que conseguir reinventar para seguir realizando acciones impactantes de la manera más colectiva posible, pero de forma que no dejemos a nadie atrás, y esa es una cuestión que hoy nos ocupa. Sin embargo, no queremos dudar de que podemos encontrar esta alegría, esta fuerza, que también estaban allí el 25 de marzo y que no dejarán este movimiento.

S. K. Más en general, sobre la cuestión del balance, es importante no dejarse atrapar por consideraciones puramente tácticas, sino intentar trazar un balance más ampliamente político que abarque todo el periodo. En un momento en que el gobierno se propone arrollar en la cuestión de las pensiones y rechaza cualquier forma de mediación o consulta sobre las balsas, desplegando monstruosos dispositivos policiales para sofocar las crecientes formas de protesta que esto está provocando y criminalizando las diversas formas de resistencia (antirracismo, antifascismo, luchas medioambientales) que se le oponen, hay una pregunta que no solo se plantea a SLT, sino a todo nuestro campo: ¿cómo podemos acercar la posibilidad de conseguir alguna victoria en estas condiciones?

X. Para nosotros, lo que sigue dando fuerza a esta movilización, más allá del considerable número de participantes y a pesar de su fracaso, es la solidaridad y la determinación frente a la adversidad. Esto es lo que ha precedido y lo que seguirá. Una de las manifestaciones más fuertes de esta solidaridad es que no menos de 400 organizaciones convocaron las 200 concentraciones contra la violencia policial y en apoyo a los heridos el jueves 30 de marzo. Participé en la manifestación de París, y me conmovió enormemente la vivacidad de la multitud y los sucesivos discursos.

El segundo indicio que apunta en la misma dirección es que, en el momento en que el gobierno, tras haber herido y mutilado los cuerpos, emprende la maniobra clásica de designar a un culpable como responsable de la afrenta, en el día siguiente, 40.000 personas, entre representantes electos, representantes sindicales y un centenar de organizaciones que representan un espectro político muy amplio, dicen: “La organización que ustedes pretenden disolver somos nosotros. Somos todos nosotros y de ninguna manera vamos a dejar que la disolváis o que paréis las movilizaciones previstas en el marco de este movimiento”.

Se trata de dos respuestas que, en mi opinión, tienen una gran fuerza política y que auguran un tira y afloja cuyo resultado desconozco por el momento, pero que, más allá de lo que representa esta cuestión concreta, muestra una poderosa vitalidad política.

¿Qué estrategia para qué victoria?

S. K. La pregunta que quería haceros para concluir nos remite a lo dicho al principio de nuestra entrevista, cuando habéis definido un poco la visión global que hay detrás de vuestra lucha. La veo como una especie de guerra de guerrillas, que lleva a cabo acciones que tienen una importancia política considerable y que consiguen resultados. Ha habido un cambio en la atmósfera política en torno a estas cuestiones, la capacidad de politizarlas, de movilizar y ampliar el espectro de fuerzas que participan, de lograr algún éxito concreto. Todo esto es sumamente importante, pero en la otra cara de la moneda hay un sistema que avanza como una apisonadora.

La cuestión de la tierra, que define su campo de intervención, es inherente al propio funcionamiento del capitalismo. El capitalismo no cesa de transformar y remodelar el espacio, ya sea en las ciudades o en lo que probablemente se llame erróneamente el campo o el medio rural. Hay miles de planes de desarrollo, obras de infraestructura y proyectos de construcción en todo el país. Me parece que incluso eligiendo estratégicamente los objetivos ‒y hace falta un nivel muy alto de concentración de fuerzas para obtener resultados en unos pocos sitios‒ es ilusorio pensar que con estos métodos podemos detener todos los proyectos destructivos. A este nivel, es necesaria una ruptura sistémica. Si es así, ¿cómo lo planteáis?

X. Se trata, evidentemente, de una cuestión complicada. Dado el estado del ámbito político en este momento, para no hundirnos de antemano en el nihilismo tenemos que encontrar asideros. Hay que elegir bien el hilo de un ovillo y tirar de él. En este sentido, las balsas pueden parecer una cuestión relativamente específica. Sin embargo, de lo que nos hemos dado cuenta es de que si conseguimos detener las megabalsas, esto puede conducir lógicamente a un cuestionamiento de la forma industrial de producción. Si llevamos el conflicto lo suficientemente lejos, podemos concluir que bloqueando esta mala solución, forzamos un cambio más global.

S. K. Pero el modelo de agricultura capitalista, que aquí se cuestiona, se sitúa en una escala muy distinta.

X. En SLT no pensamos que el cambio de modelo agrícola se conseguirá mediante ocupaciones de tierras o el desmantelamiento de obras. La lucha por la reforma de la PAC o por la reforma de las instituciones que lidera la Confédération paysanne nos parece, tal como están las cosas, y a falta de un impulso revolucionario, totalmente necesaria, y les acompañaremos en esta lucha.

Me gustaría volver sobre dos ejemplos históricos que pueden responder en parte a tu pregunta. Mi primera participación política fue en el movimiento de protesta contra las carreteras en Inglaterra en los años noventa. Fue un movimiento extremadamente inventivo y creativo, impulsado por un sentido de urgencia ecológica pionero, una sensibilidad anglosajona particular, ciertamente adelantada a la de Francia en la misma época.

Frente a una serie de proyectos viarios decididos por el Estado británico, el movimiento empezó a ocupar bosques, cavar túneles y proteger árboles. Se producen sonoros desalojos y, al principio, gana el Estado. Se ponen en marcha algunos proyectos. Pero llega un momento en que se alcanza un umbral crítico en cuanto a los costes económicos y políticos de estos desalojos. A mediados de la década de 1990, el 80 % del programa de carreteras que se había anunciado se abandonó gracias a este movimiento de acción directa. Personalmente creo en la importancia de este umbral crítico.

El segundo ejemplo es lo que vivimos en la ZAD de Notre-Dame-des-Landes. Desde el momento en que, en 2012, el Estado se vio frustrado por primera vez por el espectacular descarrilamiento de la operación César [encaminada a desalojar a quienes se oponían al proyecto de aeropuerto], pasaron seis años, entre 2012 y 2018, durante los cuales el Gobierno aguantó contra viento y marea porque no se atrevía a agachar la cabeza ante esta afrenta, pero, al final, abandonó el proyecto.

S. K. Por supuesto, pero cuando ves los porcentajes de artificialización de los suelos en Francia, no se vislumbra ninguna desaceleración.

X. En efecto, no hay ninguna desaceleración. Desde cierto punto de vista, en Notre-Dame-des-Landes solo salvamos 2.000 hectáreas, lo que no es nada a cierta escala, pero también permitimos que se volviera a plantear la cuestión de la victoria. No hay ninguna fatalidad en retroceder ante las excavadoras y la policía. La apuesta de SLT es decir que lo que ocurrió en un momento dado en 2.000 hectáreas debe extenderse a una forma de impulso nacional, a una red de resistencia global. Lo que ocurrió en Notre-Dame-des-Landes, y en algunos otros lugares desde entonces, debe convertirse en masivo, para que cualquier proyecto de balsa en cualquier lugar de Francia sea derrotado por este mismo tipo de acción.

Es cierto que la concentración de fuerzas es peligrosa, pero se trata de ciclos de movilización. Para conseguir este efecto de masa, hay que crear acciones emblemáticas en un momento dado. Creo que eso es en parte lo que estamos haciendo con la lucha contra las balsas, que en el último año y medio ha contribuido a devolver la confianza a todo el mundo. Puede contribuir a que en cualquier otra parte del país sea posible este nivel de relación de fuerzas, de conflicto efectivo. Y esta es precisamente la razón por la que el gobierno intentó aplastarlo el 25 de marzo.

S. K. Reformulo mi pregunta de forma más directa. ¿No crees que más allá de la generalización de esta forma de acción, cuando chocamos con lógicas que son de orden sistémico y que actúan a escalas incomparables, las de un modo de producción y de la dominación de clase que lo acompaña, es efectivamente la cuestión del poder como tal la que se plantea?

X. Sí, por supuesto. Pero hay diferentes modalidades de apuestas políticas sobre la cuestión del poder. La de Andreas Malm o Frédéric Lordon no es necesariamente la nuestra, pero, como mucha gente en SLT, creo que es muy importante que se debatan estas diferentes posturas. No estoy seguro de que nuestra posición sea la correcta. Creemos que este debate es importante. Cualquiera que afirme tener la solución hoy estaría mostrando una arrogancia que hay que poner en tela de juicio.

Por nuestra parte, apostamos por la difusión a escala nacional de un conjunto de focos de resistencia, de lugares de producción, de lugares de vida distintos. Un territorio de lucha, como el de Deux-Sèvres, no es una ZAD, es una forma de sublevación a escala de un departamento. En el tira y afloja que mantenemos desde hace una semana con las autoridades, más allá de la defensa de Sainte Soline, de tal o cual terreno o del apoyo a los heridos, la cuestión que se plantea es la manera en que el conjunto de la población empieza a decirse que “de hecho, lo que hace falta es disolver este gobierno y, más allá, quizás, esta forma de gobernar a las poblaciones en contra de sus intereses”. Creo que en cierto nivel de la correlación de fuerzas, en terrenos concretos, si somos un poco consecuentes llegamos inevitablemente a la necesidad de plantear la cuestión del poder.

Y. Yo añadiría que para tomar en serio el carácter un tanto terrorífico de la cuestión, habría que precisar que la cuestión del poder no puede plantearse sin la cuestión de la masificación y la circulación de acciones potentes a escala de movimiento de masas. Para volver al momento fundacional, existía evidentemente el contexto del encierro, pero también el contexto singular de una secuencia de lucha extraordinaria que se inició en Francia en la década de 2010. Se caracterizó por la renovación de las formas de lucha, la irrupción del cortejo de cabeza, los chalecos amarillos, etc., pero también por un ciclo de derrotas ininterrumpidas que dejó su huella. Para una parte de mi generación, hay elementos del balance de esta secuencia que nos llevan a participar en SLT: conseguir salir de un ritmo dictado por los ataques del gobierno y pasar a la ofensiva decidiendo nuestras batallas y sus temporalidades, llevar a cabo un trabajo de agregación y de alianzas que rompa con los fenómenos sectarios propios de las épocas de derrota, renovarse con la victoria, aunque sta sea, evidentemente, relativa.

Asistimos así, en general, al surgimiento de prácticas de protesta social extremadamente ricas, pero que tienen todas en común, sin embargo, el hecho de salir más o menos derrotadas y de ir acompañadas de la desintegración progresiva de casi todas las organizaciones. Ahora bien, puede que haya algo en juego en torno a la NUPES (Nueva Unión Popular Ecologisdta y Social) y LFI (La Francia Insumisa) que contrarreste este patrón. Pero la realidad es que solo podemos plantearnos la cuestión del poder si reconocemos que esto nos queda muy lejos. Está bien que otros se planteen esta pregunta, y no creo que haya necesariamente una contradicción insalvable.

Nuestro lugar y las acciones que estamos creando hoy me parecen necesarias. Consisten en reunir un conjunto de fuerzas en torno a luchas concretas, en realizar un trabajo de agregación que incluya a personas que se plantean la cuestión del poder, LFI por ejemplo, que se plantea esta cuestión de forma más concreta que nosotros. Nuestro objetivo es, por tanto, implicar a estas fuerzas, y a otras, es decir, a las que han animado las luchas sociales de los últimos años, en un trabajo político de conflictualización de las cuestiones ecológicas y de sus conexiones directas con las cuestiones sociales a las que nos enfrentamos y que serán decisivas en los próximos años.

Solo a partir de este trabajo, utilizo sus palabras, se podrá librar una lucha por la “conquista de la hegemonía”. La cuestión del poder no se planteará sin un movimiento de masas capaz de desarmar un cierto número de infraestructuras absolutamente mortíferas. Esto probablemente no bastará, a tus ojos, para poner fin al proceso global y a las lógicas que nos proponemos, pero es impensable hacerlo sin ello.

04/04/2023

Contretemps

Traducción: VIENTO SUR

* Gracias a CONTRETEMPS, a VIENTO SUR y a la colaboración de Federico Aguilera Klink. En La casa de mi tía con licencia CREATIVE COMMONS

https://www.contretemps.eu/soulevements-terre-entretien-ecologie-bassines-sainte-soline/

https://vientosur.info/sublevaciones-de-la-tierra-composicion-y-estrategia-de-la-accion-de-masas/

CONTRETEMPS
VIENTO SUR CREATIVE

 

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