Lo que yo saco en claro de esto es que la banca española, que se presenta como el arquetipo de la seriedad y el rigor, que sale rápidamente con la espada flamígera a castigar  a quien no cumple sus compromisos, resulta ahora que tiene una cartera de supercherías y mentiras que harían sonrojar a un ratero. Ahora resulta que, aplicando además leyes incompresibles, los activos inmobiliarios aparecen en los balances de los bancos con valores que nada tienen que ver con la realidad. Y como esta gente compró suelo, de cualquier naturaleza, y se hizo con inmuebles de todas clases, ahora no hay manera de saber cuánto valen sus activos inmobiliarios.
A esta banca que arroja a la calle a la gente que no paga sus cuotas, pero que paga millonadas indecentes a quienes la han metido en un lodazal repugnante; a esta banca, hay que apalancarla con cientos de miles de millones de euros, para sostener sus debilidades. Parece lógico que la banca se caiga, que los responsables paguen sus culpas. Y a empezar de nuevo. ¿Que esto supone muchas dificultades? ¿Más que las que ya estamos pasando? Ah. Claro. Es que con lo que yo propongo las dificultades las pasarían también los y las de arriba.
Me dicen que tengo que pensar en la gente que tiene su dinero en esos bamcos. Y lo hago. Pienso en ella. Pero también pienso en la gente que ha perdido sus viviendas y se ha entrampadio de por vida por la única culpa de haber caído en una trampa infecta.