Como para este sábado 18 de noviembre hay convocada una "excursión para la reflexión y el debate" a La Vega Mayor de Gáldar, creo que vale la pena recuperar este artículo de Rucaden Hernàndez que publicara en julio TAMAIMOS, y que se me pasó en su día. Rucaden explica con claridad lo que está ocurriendo allí. En definitiva, los cuatro caballeretes del apocalipsis desarrollista, desarretados por cumplir su objetivo de convertir a Canarias en siete grandes ciudades, todas cubiertitas de cemento, sin más cultivo que el de los jardines de las piscinas.
A los casi ochenta y ocho años de su vida, este hombre no es un hombre de ayer. Y como el machadiano de “El pasado efímero”, tampoco es de mañana. Chano Monzón, en sí mismo, es un mortal hecho para el verso, no cualquier individuo a quien podamos limitar en espacios temporales. Abarca más, mucho más: es poeta. Por tanto, palabra perpetua, inspiración.
Fiel a ese vínculo las más de las veces vivificador entre mi pueblo y yo, me llega por correo el programa de las fiestas de Gáldar (gracias, doña Pino Rivero; gracias, don Alcalde). Mas a pesar de la continuidad anual y del paso de los años, el cuadernillo me trae recuerdos -no añoranzas ni nostalgias- de cualquiera tiempo pasado cuando deambulaba en soledad (calles, callejones, barrancos, acequias…) y a la luz de ensalitradas brisas cercanas al Agujero, Sardina, Caleta Abajo…, acaso también Las Quintanas, Montaña Pelada…
La cátedra de Historia del Arte de la Universidad lagunera impactó con las primeras palabras -sabias, claro: se trataba de don Jesús Hernández Perera- sobre La Cueva de Altamira. El martes 12 de julio, cuarenta y tantos años después, la tuve al alcance de la mano en mi pueblo cebollero (allí mamé infancias y primeras juventudes) y a dos contados pasos de donde inhalé los iniciales aires para la vida.