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Buscando entender lo que sucede en nuestro propio país, que no ha sufrido aún la irrupción de una fuerza explícitamente de extrema derecha, no podemos pasar por alto una experiencia tan significativa como fue la del movimiento 15M. Este movimiento fue un fenómeno heterogéneo y espontáneo producto más de la indignación y frustración que de la conciencia de clase. Una indignación que, sin embargo, se elevó contra las consecuencias de la crisis económica y del modelo de sociedad. Parece obvio, sin crisis económica no hubiera existido el 15M. Pero este movimiento, a su vez, permitió canalizar la frustración y rabia de la gente en una dirección de izquierdas, gracias al esfuerzo de mucha gente por explicar la crisis desde esta perspectiva, y evitó que dichas emociones se cebaran con sectores aún más desprotegidos como son, por ejemplo, los inmigrantes.