Félix Francisco Casanova, el origen, la persona y la obra, en el Club SENTILIBRO – por Ajó Tedote, desde el Centro de Mayores La Dehesa, en La Palma 

 

Vuelvo a abusar de tu paciencia y generosidad, Chema Tante, para contar una agradable experiencia que hemos disfrutado en el Club SENTILIBRO, de la mano de dos mujeres estupendas. La escritora Ana Vidal y Pilar Fernández, que moderan y coordinan este pequeño pero activo grupo de personas que sentimos la literatura y nos reunimos para comentarla.

De vez en cuando, SENTILIBRO amplía su actividad con recorridos culturales, guiados por Víctor Hernández Correa, que no solamente se conoce bien la historia y las anécdotas de la ciudad, sino que las narra de manera muy amena, con ese estilo íntimo burletero, tan palmero y tan canario, que ojalá no perdamos en estos tiempos de transculturidad castradora, por mal entendida.

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Es sabido que este año 2023 se dedica el Día de la Letras Canarias a alguien muy importante y muy querido -nunca tanto como se debiera- en La Palma, Félix Francisco Casanova. Y SENTILIBRO se ha sumado al homenaje a una persona y una familia que, si vivía en Tenerife, no fue por desamor a nuestra isla, sino buscando salud para la madre, cuya enfermedad no podía tratarse adecuadamente acá.

En SENTILIBRO, Ana, Pilar y Víctor decidieron con tino dedicar buena parte del tiempo a enmarcar la figura de Félix Francisco partiendo de sus raíces familiares palmeras.

Víctor Hernández Correa nos llevó, a la carrera, por las calles, explicando donde vivieron los abuelos, donde se casaron los padres, sin olvidar los detalles de la boda, la música, el "obsequio en el Hotel Florida"; la casa donde vivió la familia hasta que se mandaron a mudar a Tenerife; la casa vecina, dónde ocurrió la trágica muerte de su abuela, muerte que todo indica que influyó en la obra de Félix Francisco y también el edificio dónde tuvo la primera consulta el dentista pero sobre todo, poeta, Félix Casanova de Ayala.

También pasamos por La Cosmológica, donde Carmen Picó nos amplió detalles, y culminamos el recorrido, con la lengua fuera pero el ánimo privado, en la Plaza de Santo Domingo, frente al hoy IES Alonso Pérez Díaz, donde estudiara Félix Francisco Casanova. Por cierto, un bello edificio, la vista de cuya fachada está ahora feamente estorbada por unos inoportunos toldos de un restaurant.

Después, la tropa de SENTILIBRO se aposentó, no sin alivio, en la sede de la Biblioteca de Teatro Antonio Abdo, para escuchar a la profesora Ana Cabezola, la poeta y narradora Maiki Martín Francisco y al poeta y crítico Antonio Jiménez Paz.

Ana Cabezola profundizó en la historia familiar de Félix Francisco Casanova, aludiendo a la relación literaria del joven poeta con el maduro poeta que fue su padre.

No me resisto a recordar un soneto de Félix Casanova de Ayala que leyó Ana Cabezola, porque creo que arroja muchas luces sobre el ambiente familiar que debió existir en aquella casa. El padre intervino en el bando republicano en la Guerra de España, obviamente por la casualidad geográfica, ya que estaba estudiando en Madrid cuando estalló la rebelión franquista. Aunque fue hecho prisionero, puede concluirse que no se le exiguieron responsabilidades políticas, porque pudo reiniciar de inmediato su carrera universitaria. Sin embargo, este soneto permite suponer que el dentista y poeta sufrió la misma desgracia de tanta gente republicana y demócrata que en la larga noche de la dictadura tuvo que disimular sus convicciones. Y esto quedaría después confirmado por su participación activa en un movimiento popular como fue la Unión del Pueblo Canario. Creo que el soneto hace vislumbrar el legado ideológico que explica la sensibilidad social de Félix Francisco. De la misma manera que la vinculación paterna con la corriente del postismo, tendría que influir en su estilo creador. Esto último, lo digo con la temeridad propia de mi mala cabeza y posiblemente la gente entendida lo tumbe. 

 

 

Como digo, el valor de las intervenciones, tanto la peripatética de Víctor Hernández Correa como  las más reposadas de Carmen Picó y, sobre todo, de Ana Cabezola, vino dado porque enmarcaron en su trayectoria familiar y palmera a Félix Francisco.

Por su parte, Maiki Martín Francisco y Antonio Jiménez Paz aportaron elementos para acercarse a las dos facetas desde las que yo pienso que hay que contemplar al protagonista. Su obra y su persona.

Sostengo que la obra de personas jóvenes, en especial si, como es el caso, desaparecieron prematuramente debe considerarse con independencia de la circunstancia de su juventud. Lo que escribió Félix Francisco tiene importancia por sí mismo, sin contar con la precocidad. No se trata de asombrarse ante un “niño prodigio”, una especie de bicho raro, sino de constatar la profundidad, la brillantez y el ritmo del texto, producido por una persona normal, por lo demás. Muy normal, como se verá.

Porque es importante analizar que pasó con este casi todavía adolescente que había escrito cosas que no le corresponderían, por su edad; y que también se murió, cuando no le tocaba, por su juventud. Y aquí entra el dilema triste de si este veinteañero se suicidó o no. No es trivial. Tiene mucho que ver para entender su obra.

Confieso que, en el 76, quizá condicionado porque en aquellos tiempos eran algo frecuentes en mi entorno los suicidios juveniles, pensé que el estudiante palmero había elegido su fin. Apago el piloto del calentador, dejo que el gas salga, me meto en la bañera y me dejo ir... suena fácil. Después, estando ya en Venezuela, supe de sus lecturas habituales, Camus, Kafka, Rimbaud… y, cuando un amigo isleño me prestó El don de Vorace, que acababa de traer a su vuelta de unas vacaciones en la patria, terminé de redondear la idea. No me parecía extraño que quien tratara del sufrimiento que implica la inmortalidad actuara en consecuencia. Y para consolidar mi convencimiento de lo que ahora asumo que era un error, aparece esa coincidencia trágica del verso del poema que dedicara el estudiante a su novia, días antes del accidente fatal. “Eres un buen momento para morirme”. No es por justificar mi equivocación, pero la sugerencia retumba. Al menos, entonces, para mí.

 

Es decir, que el desconocimiento de la personalidad del autor enturbiaba mi concepto de su obra. Yo tenía una -ahora sé que falsa- imagen de un chico mortificado, atribulado.

Entonces, Maiki Martín Francisco y Antonio Jiménez Paz, en esta tarde memorable, me han desvelado la otra faceta de la que hablaba que desconocía. La persona. Quién y qué era Félix Francisco Casanova, estudiante en La Laguna.

Maiki leyó con pasión y conocimiento fragmentos de Yo hubiera o hubiese amado, el Diario Íntimo de Félix Francisco Casanova. Una publicación que yo desconocía y que me he apresurado a buscar. Porque ahí aparece el chico normal, lleno de vida, de alegría juvenil en una imagen muy real que luego Antonio Jiménez Paz y también Ana Vidal, que se refirió a Ángel Mollá, el compañero musical y amigo de Félix Francisco, terminaron de concretar.

Por eso, pienso que queda claro que una cosa es la obra de una persona, joven, pero de pensamiento maduro, que enfrenta la realidad, la vida y la muerte con objetividad y otra distinta es la personalidad de un chico joven, vital.

 

Resulta difícil ver a un suicida en alguien que escribe, como leyó, entre otros muy bien escogidos, Maiki Martín Francisco, esto:

Estoy como pez en el agua. Esta es mi época. Todo es fenomenal. Los días están llenos de sorpresas. Vuelvo a soñar mucho, mucho.

o:

Todo bien, todo se desliza armónicamente. Se podría emplear la palabra 'perfección'. Cada cosa en su lugar. El año se consume lentamente; llueve poco, pero las débiles gotas que alcanzo a tocar las gozo al máximo. No hace el frío necesario... pero es mi Invierno, un invierno más, lleno de sorpresas y de tristes alegrías que ni hacen daño ni dan placer )o las dos cosas a la vez). Mi papá y mi hermano están contentos, yo estoy contento. All right”.

Félix Francisco Casanova era un chico guapo, inteligente y divertido, las “chorvas” se lo rifaban, acababa de ganar 125,000 “calas”, que entonces era una pasta. que seguro no se las había estallado todas en el viaje que hizo a París. No. No parece un perfil de suicida, por angustiada que pueda lucir su producción literaria.

Todavía surgieron más cosas sobre la obra y la vida del poeta, novelista, músico.

Ana Cabezola se refirió a las consideraciones que algunos analistas, como Miguel Martinón, hacen sobre posibles intervenciones del padre, Felix Casanova de Ayala, en la obra del hijo, Félix Francisco Casanova. Y Antonio Jiménez de Paz nos contó la estrecha relación entre ambos: “El padre admiraba al hijo”. No es para menos, digo yo, aunque también pienso que se trata de una identificación entre poetas.  De esta manera no solamente es lícito pensar que cuando el padre ayudó al hijo a mecanografiar el original de “El don de Vorace”, a toda prisa, además, porque se vencía el plazo de presentación al Benito Pérez Armas, modificara, mejorara, sobre la marcha, el texto. De la misma manera, cuando el padre recopiló y publicó los poemas póstumos del hijo, a mi me parece lógico y hasta deseable, que los puliera y afinara, porque, además, se sabe que el joven "escribía deprisa, sin apenas revisar".Creo que lo que importa es el resultado final y estoy convencido de que Félix poeta padre, que respetaba y amaba a su hijo poeta, no alteró jamás el fondo, el sentido, de lo escrito.

 

También comentó Antonio Jiménez Paz la afición musical de Félix Francisco. Y de nuevo, creo que hay que contemplar a la vez, pero por separado, la obra madura y el joven autor. No dejaré de repetir que estamos ante un chico más, feliz y divertido, según se desprende de su Diario. Con su colega Ángel Mollá y su hermano José Bernardo, armó el Equipo Hovno y, desde mi punto de vista, se han dado demasiadas vueltas a ese significado “mierda” del término checo Hovno. No sé si Ángel Mollá y José Bernardo Casanova, corresponsables de lo que tengo por una simple travesura, se habrán pronunciado al respecto, pero recordaré que en aquellos tiempos estaba en alza la estética punk, que gritaba “shit”, mierda, por doquier..

Se preguntaba Jiménez Paz como hubiera evolucionado la creatividad de Félix Francisco. Si, posiblemente, habría seguido por la vía de la música. Todo son elucubraciones, por supuesto, pero no parece aventurado creer que Félix Francisco podría haber sido algo similar a un Dylan, un Lennon, un Cohen o incluso, salvando las distancias, un García Lorca, utilizando la música como vehículo de la palabra. Dylan es Premio Nobel de Literatura y los otros merecieron serlo, tanto o más. Quien sabe si aquel día triste de enero Canarias perdió el honor de contar con un autor de tal categoría, sin que importe si se lo reconocían o no por esos nortes de Europa. Jiménez Paz recordaba cómo Felix Casanova de Ayala le hacía ver a su hijo que algunos poemas podían ser -o eran- letras de canciones. El mismo poeta y novelista juvenil confiesa su pasión por la música. Pero, lamentablemente, carecemos de pruebas de su calidad en ese arte, aunque Mollá no se ha mostrado muy entusiasta sobre el particular. Y vale la pena aprovechar la oportunidad de elogiar la leal y discreta elegancia de este profesor de Bellas Artes, que no ha aprovechado para nada la cercanía a su amigo de juventud.

Aquellos tiempos, como todos, no eran peores ni mejores que ningún otro, pero tenían sus peculiaridades. Ana Vidal dice muy acertadamente que la obra de Félix Francisco Casanova es atemporal, no pierde actualidad. Y así es. El "eterno jóven poeta", ha sido llamado. Pero sin obviar tampoco, que  nuestras sociedades, en el estado español, estaban entonces conmocionadas por los estertores de la Dictadura. La obra de Casanova es contemporánea de la agonía del sanguinario general y el lamentable suceso ocurre tres meses después de la muerte del de El Pardo. 

La tarde de este ocho de febrero fue emocionante y valiosa. Solamente diré, para no perder mi antipática impertinencia, que eché en falta un pizco de apertura a la participación, que es la esencia de SENTILIBRO. Nada grave, que no empaña la brega de Ana Vidal y Pilar Fernández ni la calidad de las intervenciones de Óscar, Carmen, Ana, Maiki y Antonio, que nunca las mañas pierdan y que yo, al menos, pero seguro que también el resto de asistentes, agradecemos mucho.

Y a ti, Chema Tante, también gracias por la hospitalidad

Ajó Tedote, Centro de Mayores La Dehesa