En ninguno de los destinos de España la ausencia de rentabilidad social del turismo es tan evidente como en Canarias. Tenemos las más altas cotas (acabamos de reventar de nuevo el récord) de número de turistas, y, al mismo tiempo, de manera que parece inexplicable, pero no lo es, sufrimos las peores cifras de empleo, de salarios, de miseria. 

Y digo que no es explicable, porque lo que nos ocurre, siendo parecido en algo a lo que ocurre en España, tiene unos agravantes que parece mentira que nuestra eximia dirigencia política y empresarial no se haya enterado. Tal como relata Cristina Deldago (y, pido perdón, pero yo llevo lustros gritándolo) la estúpida sobreoferta alojativa obliga a tirar los precios para poder obtener una ocupación que garantice rentabilidad para la inversión, pero a costa de abusar de la fuerza de trabajo, de abandonar todo criterio de mantenimiento de estructuras y de dilapidar los recursos. ESto, como digo, ocurre en España tanto como en Canarias. Pero en las islas la desgracia se agrava por el efecto nefasto de la asociación de dos aspectos: la lejanía y la codicia empresarial, secundada por la imbecilidad política, que nos condena a la dependencia energética y alimentaria.

La lejanía, a ver si se enteran Clavijo y Patricia de lo que siempre han ignorado sus antecesores, en especial el ígnaro Paulino y el pícaro José Miguel, obliga a que el turismo tenga que acudir en el caro y contaminante avión. Vale la pena recordar que el tremendo impacto ambiental de los vuelos, obligan, aunque nadie lo asuma, a reducir la frecuencia de viajes. Menos turistas, a mayor precio y con estancias más largas. Lo que se traduce en turismo selectivo, de calidad. En lugar del actual turismo masivo a bajos precios. Un turismo masivo que obliga a Canarias a competir con otros destinos que cuentan con ventajas en sus estructuras de costes imposibles para las islas y que, encima, anulan toda posibilidad de diferenciación.

La otra gran diferencia del turismo canario, como digo, radica en nuestra dependencia alimentaria y energética. Importamos prácticamente todo lo que comen las y los turistas y toda la energía que se utiliza en su atención y estancia. Esto causa que las cifras de negocio y los registros estedísticos sean absolutamente engañosos. 

Si ustedes leen el documentado reportaje de Cristina Delgado, concluirán conmigo en que está hablando de turismo selectivo, de alta calidad y precio, que se apoya en un territorio impecable, un medioambiente protegido y en unos valores culturales locales preservados. Todo lo contrario de lo que se está haciendo en Canarias.

Yo no tengo otro remedio que insistir en lo tantas veces repetido. La única salida para Canarias está en reducir con la mayor rapidez, en un plan estratégico sensato, dos tercios de su oferta alojativa y recolocar a las empresas que salgan de ese ámbito de la explotación, en otras, las de restauración y ocio, de producción alimentaria y de renovables. Por supuesto que se trata de una cuestión difícil, Pero no hay otra manera de salvar al destino.

Sin embargo, con la ascensión al poder, de un neoliberal furibundo como Clavijo y de Patricia que da igual lo que sea, proque está dispuesta a seguir con la sumisión psociata a Cc, mucho me temo que se retomará la orgia constructora, las peleas por las migajas de tasas aeroportuarias, el criterio de importar hasta la sal y de gasear Canarias, porque "las renovables son inviables". Fuerte desgracia.

http://economia.elpais.com/economia/2015/06/19/actualidad/1434733954_136904.html