La perversidad de la ilusión, comenta Chema Tante

Toda la gestión de la pandemia de la covid-19 se ha establecido pivotando sobre el optimismo triunfalista. Desde las primeras noticias sobre el drama que se iniciaba en China, restándole importancia, y hasta estos momentos dramáticos, se ha visto una plaga que está matando gente a velocidad terrible y causando sufrimientos brutales a muchas personas, como algo pasajero, incluso trivial. La gente de la política y sus asesores han creído que la ilusión, la moral podría conjurar todos los males. 

En cada momento en que la cifra de contagios ha remitido, se han aliviado irresponsablemente las medidas de seguridad y se le ha hecho creer a la gente que todo estaba acabando. Y las fatales consecuencias no se han hecho esperar. Les llaman "olas", primera, segunda, tercera, cuando en realidad es la misma ola que no acaba. Simplemente las medidas funcionan y, cuando se atenúan, los contagios vuelven. Porque no se ha querido tomar la auténtica solución, que es evitar contundentemente el contacto que propicia el contagio. Y esa es la realidad ineludible. La vacuna, para que conjure definitivamente el peligro, que consiga la inmunidad global (allá quien quiera considerarse rebaño con su autoestima) tiene que ser administrada universalmente. Y eso llevara un par de años.

Con la economía ocurre lo mismo, porque va emparejada, obviamente con la crisis sanitaria. Quienes dominan el mundo, acaparando en unas pocas manos la riqueza que confiere el poder, no quieren soltarla. Entonces recurren a la fabricación de dinero artificial, dinero electrónico, con el que derraman miles de millones sobre los gobiernos. Unas cantidades que parecen enormes. Pero que son raquíticas. 

En el caso del estado español, el poder político hace creer a la gente que ese centenar y medio de miles de millones de euros, salvará la situación y se podrá "reconstruir" la economía. Ese poder político sabe que no es verdad. Y sabe, que, para mayor desgracia, buena parte de esos millones pasan a engrosar la Deuda ociosa. Una deuda que nunca se podrá pagar, pero por la que se seguirán drenando recursos de las economías locales para pagar su servicio y que apretará varias vueltas a la cadena de compromisos.

Quienes gobiernan en el estado español confían ilusamente en que con la vacuna el flujo del turismo se recuperará y se podrá retornar al círculo diabólico de permitir beneficios empresariales y fondos para servir la Deuda, por la vía de abusar de la gente trabajadora y esquilmar los recursos naturales. 

Saben quienes gobiernan que bastantes de esos miles de millones de las ayudas europeas se enredaran entre los dedos de quienes los gestionen. Pero creen que no se notará, porque confían en una recuperación fulgurante del turismo. Sin embargo, olvidan que la mayor parte de la oferta turística de los destinos de este estado español operan en segmentos de turismo barato. Y que no podrán resistir la competencia en precio de otros destinos, de Marruecos a Egipto. El turismo masivo tendrá muchos problemas para recuperarse. Pero las ayudas europeas, tanto la parte robada como la mal invertida, se habrá convertido en Deuda. Que no se pagará, pero que devengará intereses y obligaciones. Y no hablemos del problema creciente del deterioro ambiental. La gran estafa del neoliberalismo

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La conclusión es ineludible. A pesar de toda la encomiable determinación de evitar los errores de 2010, el BCE, los gobiernos europeos y la comisión no han hecho lo suficiente para evitar un revés muy grave para la economía europea, en términos absolutos y, lo que es más revelador, en términos relativos.

Todo el texto de Tooze

https://www.socialeurope.eu/europes-long-covid-economic-frailty