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jueves, 28 de marzo de 2024 09:57h.

Un agresivo perrito policial santacrucero - por Nicolás Guerra Aguiar

Fue allá en el siglo I cuando el escritor y naturalista latino Plinio el Viejo escribió que el rey Juba II de Mauritania (en el Magreb) había enviado a las “Afortunadas” una expedición, año 40 a. C.

Un agresivo perrito policial santacrucero -  por Nicolás Guerra Aguiar

   Fue allá en el siglo I cuando el escritor y naturalista latino Plinio el Viejo escribió que el rey Juba II de Mauritania (en el Magreb) había enviado a las “Afortunadas” una expedición, año 40 a. C. De entre las islas (según cita de Viera y Clavijo) destacan Ombrios, Junonia, Capraria, Nivaria y Canaria, “así llamada por la multitud de perros de extrema grandeza…”. De ahí la supuesta generalización proveniente de la voz latina canis, razón por la cual el escudo canario lleva aún dos perros que se apoyan en sus patas traseras.

   Y aunque tal hipótesis la defendió Viera y Clavijo en el siglo XVIII con sólidos argumentos, hoy parece ya fuera de discusión que el nombre de Canarias para referirse a las Fortunatae Insulae que llamó Plinio nada tiene que ver con los animalitos. Porque en la zona noroccidental africana hubo un pueblo bereber, los canarii, posibles colonizadores de estas tierras que llegaron en sucesivas oleadas (desertización del Sájara, presión del Imperio romano en el norte de África…) y dejaron topónimos (Tamaraceite, Tegueste…). Por tanto, queda desechada la primera explicación –la voz latina canis- que desde siglos anteriores se dio para justificar el nombre de Canarias a nuestras islas.

   Sin embargo, la imagen del perro sigue presente no ya en banderas de centros oficiales sino, incluso, en coches de la policía local de Santa Cruz de Tenerife, la Unidad de Intervención de Policía Local (UNIPOL), agentes especializados y entrenados para actuar –leo- “allí donde se exige un mayor nivel de preparación”. Así, mi sorpresa fue mayúscula cuando la mañana del lunes paseaba por las calles aledañas a la Plaza del Príncipe: de repente, sin previo aviso, tropiezo con el coche de la foto, amplia furgoneta de oscurecidos cristales, dominante y solitaria en medio de la calle peatonal. Al principio me llamó mucho la atención la propia estructura del vehículo: no era un coche normalito de la policía local, de los que se ven con frecuencia circulando o cerrando calles al tráfico cuando hay manifestaciones.  No. Era un furgón largo, de esos que parecen dobles en cuanto que llevan plataforma, como los que se usan en el campo para transportar carga (guano, racimos, comida para los animales…).  Su presencia, pues, no pasa desapercibida, lo cual es bueno para los ciudadanos que caminan por las calles. Al ser tan fácilmente distinguible frena ímpetus belicosos de algunos que buscan dar el coñazo a los demás o, simplemente, tirones a bolsos, paquetes o portátiles ajenos.

   Pero mi gozo en un pozo. Cuando lo recorrí a lo largo, de popa a proa, una descarga  emocional recorrió mi cuerpo, relajado en aquella mañana soleada pero, a la vez, fresca: vi en el capó la inmensa cabeza de un perro con el hocico abierto y en plena demostración de sus cualidades dentarias (impactantes colmillos cual cuchillas afiladas y puntiagudas destacan sobremanera). Me quedé frío. La actitud casi agresiva del animal me hizo pensar inmediatamente en sus efectos: si ese perro está en la calle y me amenazan con él, de seguro que la descomposición estomacal sería inmediata y en forma de licuosa emanación anal que bajaría con presteza por entrepiernas y piernas hasta aposentarse en las zapatillas, siempre que el animalito no se haya encariñado con ellas.  Su imagen, blanca, destaca en el capó del vehículo azulado; orejas tiesas y mirada achinada, como presto a lanzarse sobre su presa. El dogal que lleva en su portentoso cuello no está unido a cadena o correa alguna, lo cual produce un mayor impacto de miedo, pánico, terror, pues un chasquido de aquel mastodonte canino puede romper fémures, tibias, húmeros, cúbitos y radios sin problemas. O, incluso, un pie si agarra bien, pues salta a la vista que el animalito sabe lo que tiene que hacer.

   Y aunque es menor, impresiona más –si eso fuera posible- el perro de presa pintado en la puerta del conductor (vehículo policial). Es negro, y su cara es aun más fiera que la del otro. O quizás es que la impresión aceleró el ritmo cardíaco y así me pareció, pero estoy seguro de que el negro produce mayor impacto. Tiene la boca más abierta, y en ella puede concluirse que hay una perfecta dentadura de molares, premolares e incisivos (amén de los caninos, tan marcados) capaces todos ellos de actuar en perfecta armonía para dejar bien mancados a quienes caigan en su dentadura, angelitos de Dios.  Y aunque no se trataba más que de un símbolo, claro, adherido a la chapa de un vehículo policial, lo cierto es que no averigüé si había alguien dentro, aunque me había acercado para preguntar sobre una dirección: imágenes infantiles almacenadas en mi subconsciente me recomendaron alejarme con prontitud, por si acaso.

   Ya en el camino de hábil retroceso medité sobre el acontecimiento anterior. Lo primero que me vino a la mente fueron los colmillos del bendito presa, absolutamente inapropiados para un vehículo de la policía municipal. Si aquellas cabezas tan agresivas e impactantes son el símbolo de la Unidad de Intervención de la Policía Local de Santa Cruz de Tenerife, ¿por qué las eligieron y las lucen por duplicado en el vehículo? (Dicen que porque es una especie autóctona. Pero también lo son el drago, la phoenix canariensis…)

  No era un perro pastor sedente, por ejemplo, más identificado con la policía. Se trata de un perro de presa en actitud preparatoria para el ataque, y sé lo que digo. ¿Tan grave está la situación en aquella ciudad que la brigada especial necesita mostrar a través de tal imagen el poder o la fuerza que tiene? Porque si el símbolo es la representación material de una idea, y el presa se identifica socialmente con perro muy peligroso (más aquellos, con exageradísimos colmillos), ¿a qué viene la relación perro de presa – UNIPOL? No, no es lo apropiado para un vehículo policial. En absoluto.