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miércoles, 08 de mayo de 2024 00:15h.

Entre culetos, piches y guirreas - por Nicolás Guerra Aguiar

 La lectura de un precioso y muy sentido texto (infonortedigital, 3 de agosto) sobre la espera festiva en Agaete en horas anteriores al volador de la Rama me llevó a la recuperación de una voz, culeto, presente en el artículo, gentilicio entrañable por más que no figure en el Diccionario de la Academia.

Entre culetos, piches y guirreas - por Nicolás Guerra Aguiar

  La lectura de un precioso y muy sentido texto (infonortedigital, 3 de agosto) sobre la espera festiva en Agaete en horas anteriores al volador de la Rama me llevó a la recuperación de una voz, culeto, presente en el artículo, gentilicio entrañable por más que no figure en el Diccionario de la Academia. La edición de la RAE en Internet remite a la palabra “buleto” como escritura más aproximada. Pero esta -cuyo significado adjetival se refiere a algo ‘de corta extensión o duración’, y como sustantivo a un ‘documento menos solemne que la bula’- nada tiene que ver con la voz reservada para los nacidos en el pueblo de Agaete, personas con noblotas características muy definidas y que solo se dan en ellas como elementos identificadores, gentilicio el de “culeto” que sí aparece en la enciclopedia Wikipedia. Y como culetos solo son las gentes de Agaete (Gaete), estoy convencido de que la autora del texto periodístico lleva en su sangre esencias y purezas de aquel pueblo vecino al mío.

   Esta palabra, sin embargo, tampoco aparece como gentilicio en el Diccionario Básico de Canarismos (en adelante, DBC) de la Academia Canaria de la Lengua, normal despiste de sus autores que será subsanado en ediciones venideras. (Ni se localizan las voces cebollero, cochinero y lagartero para referirse, respectivamente, a los nativos de Gáldar, Ingenio y Agüimes.) Pero sí figura como adjetivo usado en Lanzarote, Fuerteventura, Gran Canaria y Tenerife y que se centra en la cabra ‘blanca en su mitad trasera y de otro color el resto del cuerpo’.  

   El doctor Morera, sapientísimo en estos menesteres de la filología, sí la recoge en su Diccionario Histórico-Etimológico del Habla Canaria. Y la define exactamente como el DBC (colaboró intensamente en él), aunque se refiere también a la oveja. Pero en segunda acepción sí la aplica al ‘natural de Agaete’. Y entra en su etimología: “Derivada de culo ‘nalgas’ y el mismo sufijo diminutivo –eto, también por desplazamiento metonímico”. Los doctores Corrales y Corbella no la dejan al pairo, la estudian, y en su exquisita joya de investigación -Diccionario Ejemplificado de Canarismos- recogen varias citas textuales de distintos autores que la usaron. Dicen que se refiere a cabras y ovejas con la parte trasera de color blanco y la delantera, negra.

   Ahora bien: ¿por qué y desde cuándo se llama culeto al nativo de Agaete? Supongo que la respuesta es obvia si damos por válida la coincidencia: está escrito que los conquistadores españoles de aquella zona importaron esclavos negros (plantación y explotación de la caña de azúcar), aunque también he leído en algún artículo sobre algún barco negrero que encalló en las orillas agaetenses. Fuere lo que fuere, lo cierto es que el culeto de raza es, en efecto, moreno. Y salvo los naturistas que deambulan por aquellos entresijos costeros, sus nalgas serán blancas, tal deduzco, o al menos no morenadas intensamente. Es más: la primera impresión que me produjo la gente pescadora de Essaouira, Marruecos, fue la de gemelos de los pescadores culetos que recuerdo de mi primera juventud: tez morena y pelo negro casi ensortijado.

   Otras dos palabras –piche y guirrea- también están relacionadas con nuestra habla.  La primera corre el riesgo de su desaparición, pues se está sustituyendo por la voz chapapote, machaconamente presente desde aquel desbarajuste organizativo que fue el avisado hundimiento del Prestige (noviembre de 2002) y la posterior contaminación de las costas gallegas y parte de las vascas, asturianas y cántabras. Curiosamente es palabra procedente del náhuatl, lengua nativa mejicana que aportó el vocablo chapopoti, el cual evolucionó al actual chapapote. Y aunque se usa en Méjico, Antillas y Venezuela, en Cantabria y Galicia se impuso para referirse al alquitrán, de tal manera que el Diccionario la recoge como voz presente en aquellas tierras norteñas.

   Hace días, un programa informativo madrileño conectó con su corresponsal (canaria ella) en Lanzarote, pues Repsol había recibido la autorización para las prospecciones. Y cuando la señora conejera comenzó a hablar de la posibilidad de chapapote en las Islas, el coordinador en Madrid le hizo una muy prudente observación: “Te refieres al piche, claro, como lo llaman en Canarias”. Magistral lección, sin duda, la del periodista peninsular, pues la palabra (doctores Morera, Corrales, Corbella, no así el DBC) figura en el habla canaria con dos significados: cierta variedad de tomate y, como en este caso, alquitrán. Es un anglicismo (proviene de pich).   

   Y la voz guirrea (no está en el Diccionario) la recuperé en un artículo de lacasademitia: "Graznido de la guirrea de buitres en el Oasis de Maspalomas". Su autor, sin duda, utiliza la palabra para referirse a lo que el DBC define como ‘contienda a pedradas que se entabla entre pandillas de muchachos’ (Lanzarote y Gran Canaria), cierre de la vocal o en el canarismo guerrea. ¿Tiene algo que ver el vuelo de las piedras lanzadas por los pollillos con el sustantivo guirre, canarismo que se refiere al alimoche o abanto, ave rapaz parecida al buitre? No tengo la menor duda: las piedras vuelan en la guirrea como lo hacen los guirres. Y estos son rapaces fornidas, poderosas, cuyas garras rompen y despedazan con gran facilidad. Porque la función primera de una buena laja lanzada en la guirrea –barranco de Gáldar- consiste en abrir una coneja en la cabeza del contrincante; aquella debía ser limpia, pero a la vez debía emanar de ella una intensa fuente de sangre para indicar al bando contrario que hay buenos singuiadores. A la vez que impacta en la moral del enemigo, permite demostrar nobleza en tal enfrentamiento: se para la pelea para dejar que el herido se acerque a la acequia, debe lavar su cabeza, enrojecida por el impacto y el nerviosismo.  Y ya en verano, cuando nos rapábamos la cabeza, aparecían como heridas de guerra (valor, coraje, audacia) las cicatrizadas marcas.  Voces, pues, que no añoran tiempos pasados, sino realidades. 

También en

http://www.infonortedigital.com/portada/component/content/article/15-opiniones/32854-entre-culetos-piches-y-guirreas

http://www.canarias7.es/articulo.cfm?id=346645