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jueves, 28 de marzo de 2024 09:57h.

Juicio político contra el magistrado Elpidio Silva - por Fernando de Silva

La democracia es incompatible con la corrupción y con las corruptelas, sus hermanas menores, que aparentan decencia pero puede ser más dañinas que aquélla. Cuando un país pierde su honra y su dignidad, y se vende al mejor postor, lo pierde todo y entra en un declive en beneficio de unos pocos y en perjuicio de la mayoría de los ciudadanos, que se convierten en convidados de piedra y ven cómo los tres poderes del Estado se confabulan para eliminar a sus enemigos sin piedad, sin esconderse, y sin sonrojo alguno. Y esto es lo que está pasando en España, aunque algunos todavía no se hayan enterado o no quieran reconocerlo.

Juicio político contra el magistrado Elpidio Silva  - por Fernando de Silva
 
La democracia es incompatible con la corrupción y con las corruptelas, sus hermanas menores, que aparentan decencia pero puede ser más dañinas que aquélla. Cuando un país pierde su honra y su dignidad, y se vende al mejor postor, lo pierde todo y entra en un declive en beneficio de unos pocos y en perjuicio de la mayoría de los ciudadanos, que se convierten en convidados de piedra y ven cómo los tres poderes del Estado se confabulan para eliminar a sus enemigos sin piedad, sin esconderse, y sin sonrojo alguno. Y esto es lo que está pasando en España, aunque algunos todavía no se hayan enterado o no quieran reconocerlo.

Elpidio Silva cometió el error de cumplir rigurosamente con sus obligaciones como juez instructor, y decidió encarcelar a un amigo íntimo del poder. En nuestro país, con razón y sin razón, se acuerdan a diario cientos de órdenes de prisión y no pasa nada; y si un juez se equivoca, viene el superior que le corrige y le revoca su decisión, y no pasa nada. Pero, ¿a quién se le ocurre meter entre rejas al principal responsable de la ruina de Bankia, que nos ha costado a los españoles más de 30.000 millones de euros?. La osadía de ese magistrado díscolo, no tiene nombre, y es preciso acabar con él. En otros tiempos hubiese sido llevado a la guillotina en plaza pública, para que el pueblo se deleitase con su sufrimiento; pero como ahora somos más civilizados, en un pispás le organizamos un juicio político, y en un tiempo récord lo imputamos, acusamos y juzgamos por prevaricación, pidiéndole como pena nada más y nada menos que treinta años de inhabilitación, para que nunca más pueda ejercer ni molestar a la casta de los intocables.

Ahora algunos se escandalizan con el comportamiento del magistrado durante la celebración del juicio; le acusan de no ser respetuoso con la justicia, y que ha demostrado que no es apto para administrarla, tratando de justificar con ello la persecución de que éste es objeto. Les hubiese gustado más que hubiese sido dócil y sumiso ante el juicio-farsa que se ha confeccionado a la medida contra él; pero quienes lo han pretendido han fracasado clamorosamente.

Elpidio Silva ha planteado su defensa con el objetivo de que el juicio tenga la máxima publicidad y se convierta en una denuncia pública contra un sistema judicial a dos niveles y de dos velocidades. Porque ya todos sabemos, y hasta el propio Fiscal General del Estado lo ha reconocido en público, que hay una justicia para poderosos y ricos influyentes, y una justicia para los demás, y eso resulta intolerable en una democracia, en la que se supone que todos somos iguales ante la ley, tal como dice nuestra Constitución.

Llama la atención que alguna de las excentricidades justificadas del juez Silva han conseguido poner nerviosos a los magistrados que le juzgan, que no han sabido estar a la altura de las circunstancias, demostrando un autoritarismo insaciable y muy poco afortunado. Suspender un juicio por renuncia de un letrado a la defensa de su cliente ocurre todos los días en los juzgados españoles, y no pasa nada; si acaso un pequeño retraso en días hasta que se nombre un nuevo letrado, y nada más. Pero había prisa por imputarle, por acusarle, por juzgarle y, por qué no decirlo, por condenarle, porque a estas alturas de la película el guión ya está escrito y ya nadie duda que lo será. Es la consecuencia lógica de un juicio prefabricado para un fin concreto, como es acabar con la carrera judicial de alguien que se ha atrevido a encarcelar a un intocable, amigo del poder y de los poderosos, a quien muchos deben muchos favores, y es hora de pagarlos.

Lo que estamos viendo no es nuevo, y guarda un descarado paralelismo, con algunos matices, con la persecución de la que fue víctima el juez Garzón. Ambos se atrevieron a investigar la corrupción de gentes importantes, a los dos se les ha colocado en situación de indefensión al denegarles la práctica de pruebas imprescindibles para su defensa, y en uno y otro caso han sido juzgados con inusitada rapidez. Aviso a navegantes, no hay dos sin tres, y quien ose incurrir en similar error será perseguido de forma implacable por el sistema. Señores magistrados sean sumisos y coman la zanahoria, aunque no sean vegetarianos, que ya saben lo que les espera de ser desobedientes; y no digan que no se les ha advertido por su jefe supremo, el mismísimo presidente del Consejo General del Poder Judicial.

Hace unas horas escuchábamos en la Sexta al letrado Cándido Conde-Pumpido, abogado defensor hasta fecha reciente de Elpidio Silva y, en contra de lo que muchos querían escuchar, estuvo en su sitio, demostrando que es un gran profesional, y no habló mal de su cliente, sino todo lo contrario. Eso sí, denunció las irregularidades del proceso, el autoritarismo del tribunal y la inexplicable prisa por juzgar al juez antes de las elecciones europeas, en las que es candidato. Sólo le faltó decir que los Tribunales Superiores de Justicia, por la forma en la que son nombrados sus miembros, tienen un componente político poco edificante para una justicia justa.

Estamos asistiendo a la segunda parte de El Padrino, con cambio de actores pero no de guionista. Pero falta imaginación porque el final es el mismo y es predecible. Triste espectáculo en un país que se ha convertido en una monarquía bananera, y va camino de superarse al haber adquirido un especial protagonismo la utilización perversa de la justicia. Y os lo dice quien lleva cuarenta años ejerciendo la digna profesión de la abogacía ante los tribunales de justicia.

Fernando de Silva es abogado y autor del blog SInLaVeniA