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martes, 07 de mayo de 2024 23:07h.

Lo que no valen las vidas de cinco jóvenes - por Nicolás Guerra Aguiar

En esta la del alba del viernes acabo de recogerme antes de tiempo. No me sentía relajado en la calle, por más que paseaba muy cerca de una comisaría de policía. La gente menuda –y alguna puretilla- celebraba la noche de Halloween, fiesta importada de una cultura ajena a la nuestra pero que ha conquistado en pocos años el espíritu de la juventud, con todo su derecho, obviamente. Nada tiene que ver aquella con el sentido cristiano que se impuso a lo largo de siglos la víspera de Todos los Santos, pero también es cierto que podría plantearse con serenidad qué les dice el cristianismo a los jóvenes, por más que los hay absolutamente convencidos. Estos tienen mi máximo respeto porque tales creencias forman parte de la libertad del ser humano.

Lo que no valen las vidas de cinco jóvenes - por Nicolás Guerra Aguiar

 

  En esta la del alba del viernes acabo de recogerme antes de tiempo. No me sentía relajado en la calle, por más que paseaba muy cerca de una comisaría de policía. La gente menuda –y alguna puretilla- celebraba la noche de Halloween, fiesta importada de una cultura ajena a la nuestra pero que ha conquistado en pocos años el espíritu de la juventud, con todo su derecho, obviamente. Nada tiene que ver aquella con el sentido cristiano que se impuso a lo largo de siglos la víspera de Todos los Santos, pero también es cierto que podría plantearse con serenidad qué les dice el cristianismo a los jóvenes, por más que los hay absolutamente convencidos. Estos tienen mi máximo respeto porque tales creencias forman parte de la libertad del ser humano.

  No sé cómo se lo montan ese día cuando están fuera de discotecas o bares, mas lo cierto es que sin ambos elementos –música y alcohol- parece que quedaría en poca cosa, tal vez en nada (al menos es lo que observo, siempre con respetuosa visión). Pero en esta la del alba vuelve a repetirse lo de años pasados: las fiestas se alargan hasta los amaneceres y, con ellas, determinados comportamientos de minorías alteran la tranquilidad de quienes pretenden descansar. Así, por ejemplo, justo delante de un edificio institucional, el más importante de Canarias, los restos cristalinos de una o varias botellas hechas añicos se esparcen a lo largo y ancho, a pocos metros de la puerta principal. ¿Son responsables los jóvenes? En absoluto, por más que fueron jóvenes los autores de aquella gracia. Porque en estos actos sucede lo que en el aula: la impertinencia coñacil de un alumno se vuelve muchísimo más impactante que el silencio de sus treinta y tantos condiscípulos, compañeros. O lo que es lo mismo, incivilizadas conductas de algunos amanecedores dejan huellas y diluyen los de otros miles y miles que se recogen sin alteraciones ni impertinencias.

  Dije arriba que no me sentía relajado en la calle, y fue cierto. Por tanto, una retirada a los cuarteles de otoño me pareció lo más prudente (total, una vez al año no hace daño). Porque cuando algunos pollillos –casco de birra,  piva, cerveja, bière, en las manos-  corren tras otros en galopantes intentos de alcanzarlos, o un reducido grupo de contendientes dialoga a piñazos para exponer sus opiniones, parece como que la razón se impone y debe uno abandonar precipitadamente el campo de batalla, por más que se trate de aceras públicas. A lo anterior deben sumarse las ansias de algunos: que cualquier caminante los mire fijamente a los ojos o se le ocurra comentar sobre sus comportamientos. Entonces, las probabilidades de una urgente cabalgada de huida se imponen.

  Y todo lo expuesto estaba ante mis ojos cuando escuchaba por una emisora de radio las palabras –duras, pero no insultantes ni histéricas- de una madre que hace un año perdió a su hija en Madrid, aquella encerrona que la miseria y codicia humanas les tendió a miles de asistentes en el pabellón público Madrid Arena y que se tradujo en la muerte violenta -¿asesinato?- de cinco chicas jóvenes, ajenas a lo que se les venía encima por supuesta extralimitación en la venta de entradas y un aforo sobrepasado casi infinitamente. Aquella madre lamentaba el abandono en que se encuentran los familiares de las víctimas: “Nos quieren hacer creer que allí impactó un rayo, y que fue el causante de la tragedia”.  Palabras de desesperanza e impotencia que se suman a las de otra madre la noche del jueves en la vigilia que mantuvieron familiares, amigos y desconocidos, primer aniversario de sus muertes: “Los culpables siguen en sus casas. Todo sucedió por dinero y favores. Los responsables no están en la cárcel porque la Fiscalía no apoyó la solicitud”.

  Justo a un año hay veinticuatro imputados, no acusados por el momento. Así, el empresario y organizador del acto goza hoy de libertad, pues sin mayores problemas depositó la fianza de doscientos mil euros que el juez exigió para que no ingresara en prisión. Podría ser acusado de cinco delitos de homicidio imprudente y otro contra la salud pública. Los ya ex concejales madrileños de Emergencias, Seguridad, Economía y también el ex vicealcalde están incluidos entre los imputados por posibles negligencias, tratos de favor y descontrol en los informes. El jefe de la policía municipal será llamado a declarar por hipotética falsificación documental pues se supone que retocó, dos meses después, originales sobre la actuación de la policía aquella noche. Y otro mando del Cuerpo también será imputado en cuanto que, parece, seis días después de las muertes firmó el cambio de nivel de riesgo. Pero es más: una oficial, de guardia aquella noche, denuncia que se le exigió la adaptación de su informe al que el jefe había presentado con la señora alcaldesa.

  Así, las muertes violentas de cinco jóvenes que no sobrepasaban los veinte años y que asistieron a la fiesta porque es lo natural en esas edades siguen sin ser reparadas, víctimas de la avalancha humana aquella noche, masa de jóvenes que sobrepasó en miles el número permitido de entradas. A un año vista, a veinticuatro personas se les atribuyen responsabilidades, pero no hay acusaciones. Sin duda, las especiales condiciones políticas de quienes tenían las más altas responsabilidades en el Ayuntamiento madrileño nada, en absoluto, habrán tenido que ver con el retraso en la cosa judicial, lenta por prudente y respetuosa. Pero que la Fiscalía –tan rápida y contundente en otras actuaciones- no hubiera actuado con mayor energía y convicción anonada a la madre de una de las víctimas, quizás sorprendida porque aquella no apoyara la solicitud de que alguna o algunas personas ingresaran en prisión. Y desde fuera a mí también me sorprende, qué quieren que les diga.    

También en:

http://www.canarias7.es/articulo.cfm?id=315986

http://www.infonortedigital.com/portada/component/content/article/25975-lo-que-no-valen-las-vidas-de-cinco-jovenes