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viernes, 10 de mayo de 2024 07:28h.

El turismo viene, pero puede dejar de hacerlo - por Nicolás Guerra Aguiar

"Es muy peligroso que la noticia fuera primera página de periódicos grancanarios y digitales profesionales del turismo..."

El turismo viene, pero puede dejar de hacerlo - por Nicolás Guerra Aguiar

 

   Es muy peligroso que la noticia fuera primera página de periódicos grancanarios y digitales profesionales del turismo. Debió significar, por una parte, una sonora alarma para poner urgente remedio e inmediata solución a tal delicada realidad. Por otra, indicaba que algo no se está haciendo bien con el turismo, básica y elemental fuente de riqueza, primera industria de la Isla, sustento de decenas de miles de canarios cuyos puestos de trabajo pueden verse impactados negativamente si no se subsanan con inteligencia, presteza y profesionalidad las denuncias leídas hace unos días y que ponen la carne de gallina: el overbooking, innecesario anglicismo en cuanto que sobreventa y sobrecontratación son voces del español absolutamente válidas para indicar la venta de plazas en número superior al disponible. 

   Y así se denunció, tal como reconoce el señor presidente de la Asociación de Empresarios Hoteleros de Las Palmas. Desde San Bartolomé de Tirajana y Mogán, por ejemplo, fueron desviados clientes a hoteles capitalinos por esa incomprensible razón: se habían ofertado más plazas de las que se disponía. O lo que es lo mismo, el turista contrata una semana para relajarse en Maspalomas, El Inglés, San Agustín o Meloneras (por citar algunos centros turísticos) y, sin que nadie haya consultado con él antes de llegar a la Isla, lo envían a una ciudad de casi cuatrocientos mil habitantes, cuando el pobre hombre había soñado con arenales, paseos kilométricos por playas, sol y diversión. (No sé, estimado lector, si a usted le habrá sucedido, pero cuando se llega a recepción y uno se entera de que aquellas plazas reservadas ya están en manos de otros, el cabreo es descomunal. Comienza el peregrinaje por otros establecimientos, muchos de ellos de peor calidad o, incluso, de categoría superior, pero muy alejados estos del centro de la ciudad.  Ya no solo es la sensación de haber sido estafado, sino la impotencia al ver cómo va pasando el limitado tiempo y no se arregla la situación.)

   Bien es cierto que los conflictos internacionales han desviado el turismo de invierno. Y esto genera casos de sobreventa. Las tragedias por las que pasan pueblos como Túnez, Egipto, Turquía, Grecia… ya por enfrentamientos bélicos, ya por inestabilidades sociales producidas por el inhumano e irracional capitalismo, fuerzan a muchos operadores turísticos a desviar a decenas de miles de chonis, y uno de los destinos seguros es Canarias. Aquí, a causa de tales desajustes y desequilibrios, nos vemos en la situación más peligrosa: el turista que no ha pagado para venir a la capital, por ejemplo, considera que el mal servicio no es de la agencia con la que contrató; muy al contrario, estima que todos los inconvenientes son causados por nuestras empresas, las cuales no han podido solucionarle en minutos la ubicación hotelera. Esos afectados, obviamente, denunciarán en sus países la aparente inoperancia de empresas y complejos grancanarios que los tuvieron de un sitio para otro durante un tiempo precioso, perdido y no compensado económicamente.

   Cuando Gran Canaria inició su expansión turística allá a finales de los sesenta y principios de los setenta (si la memoria no me falla), hubo un tiempo inicial en que Las Canteras dominaba en la oferta, sustituida posteriormente por el Sur en vertiginosa y obsesiva destrucción no solo del litoral sino, incluso, de la belleza paisajística, silenciosa y hasta poética, lo digo sin apuros.

   En torno a la playa capitalina fueron construidos cientos, miles de apartamentos que se llenaban casi todos de suecos, turismo hoy simbólicamente representado por unos pocos miles, según me informa un profesional. Llegaban con coronas, moneda que al cambio significaba unas cuantas pesetas en una ciudad que aún no se había lanzado a la desorbitada y traicionera subida de precios, sobre todo en establecimientos turísticos.

   Y junto a residencias, hoteles, apartamentos, también el incontrolado crecimiento de restaurantes, discotecas, pubs, cafeterías, bares…, que vieron en los chonis quizás a gente torpe o, tal vez, fácilmente estafable en cuanto que el idioma les impedía manifestar su disconformidad con engaños y trampas que les hacían. Y ya no me refiero a disparatados precios sino, y también, a la bajísima calidad del servicio. Un ejemplo: cientos de personas del campo abandonaron el arado, el sacho y la sorriba y bajaron para Las Palmas a la búsqueda de un trabajo menos agotador y más remunerable. Al poco se las veía con chaqueta blanca, pantalón negro y pajarita en el ejercicio de una profesión que desconocían en su elementalidad: la de camareros.  (Y otros muchos se hicieron albañiles de la noche a la mañana, como si el rigor profesional se aprendiera en un par de semanas.)

   Resultado de tal situación: el desorbitado desarrollo del Sur (en el que absolutamente todo estaba permitido) donde las multinacionales vieron bicocas: inversiones al mil por cien de beneficios sin reparos legales, de medio ambiente o estéticos; monopolios de urbanizaciones por parte de las mismas compañías que transportaban a los turistas; y, aparte de otras razones, la incontrolada y torpe explotación de la ciudad como oferta turística (añado la seguridad del sol en el Sur). Por tanto, todo lo que gira en torno a la playa capitalina se convirtió en la realidad actual: ruidos, edificios abandonados, antiestéticas fachadas, sensación de miseria externa, apartamentos a muy bajos precios que son ocupados como residencias fijas por varias familias, las más de las veces personas que huyeron de sus países a la búsqueda de un mundo mejor sin saber en dónde caían… 

   Que ya los periódicos, incluidos los profesionales del turismo, no continúen con el tema de la sobreventa y los forzados desplazamientos de los chonis puede significar –puede- que la muy peligrosa sobreventa no solo está controlada sino que –lo más importante- se han sacado urgentes y contundentes conclusiones. Las personas son la mejor o la peor publicidad. Además, está en juego algo fundamental: la base económica de Canarias. 

También en:

http://www.infonortedigital.com/portada/component/content/article/26858-el-turismo-viene-pero-puede-dejar-de-hacerlo

http://www.canarias7.es/articulo.cfm?Id=319137