Aparte del dardo envenenado de que las perras que lleguen por esta historia del IGTE las podrá repartir el genuflexo Clavijo como le convenga a sus intereses personales, el propio acuerdo trae un vicio oculto, que reFleja con clara maestría Padylla en LA OPINIÓN y LA PROVINCIA. Quien no capte la trampa a simple vista, que pinche y desvele el quid. O si no, que espere al vencimiento...