¿Por qué los líderes del G2 no acuerdan en cambio cancelar las deudas de los países pobres y por qué no insisten en que los acreedores privados hagan lo mismo?
Michael Roberts en CADTM e IZQUIERDA DIARIO se ocupa de un problema gravísimo, que hay que enmarcar en el ámbito de la crisis interminable, de la que esto de la pandemia coronavírica no es sino muna etapa más. El asunto de la deuda, una estrategia letal con que el neoliberalismo consigue que el arma que encadena a los pueblos del mundo, sea, encima una fuente fabulosa de ingresos. Roberts, en la oportunidad de otra reunión del G20, vueolve a recordarnos este enorme problema, que tiene una fácil solución. Lo digo yo, Chema Tante: se llama cancelación. Roberts se apoya en William White, que, en la línea de la teoría de la escuela austríaca, culpa de todos los problemas económicos a la expansión de la deuda, pero olvida de quién es la responsabilidad. Porque los culpables en este follón no es la parte prestataria, sino la parte prestataria. Ahí está el quid de la cuestión. La elefantiásica deuda publica mundial se ha generado por quienes se han enriquecido de manera estruendosa con ella. Y esa insalla codiciosa está representada en los gobiernos del G20. Todo el manejo del negocio, en manos de los negociantes. Por eso tiene mucha razón Francisco Morote, de Attac Canarias cuando, al señalar la información, escribe: "El G20 no es el marco, la ONU, sí." Es, lo diré otra vez, muy sencillo. Como propugna la CADTM, auditoría de la Deuda y cancelación de la Deuda Odiosa, la deuda criminal.