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Todos estos y estas economistas que predican la obviedad de que las multimillonarias fortunas son una aberración, social y económica, saben perfectamente que sus admoniciones no será llevadas a efecto. No por culpa suya, sino por la estupidez endémica de unas sociedades que han conseguido el derecho al voto, pero ahora no saben utilizarlo como es debido. Uno escucha los llantos y crujir de dientes de la oligarquía, ante el tibio programa de Unidas Podemos, ante el no tan tibio del Labour de Corbyn o ante el valiente de Alexandria Ocasio-Cortez y Sanders en USA, y se pregunta qué dirán los Cresos y las Cresas del mundo ante las propuestas -tan lógicas- de Thomas Piketty. Claro la gente opulenta ni se inmuta. Tiene la sartén bien agarrada. Y ojo, que lo que preconiza Piketty no es la Renta Básica Universal, sino la de Emancipación, un pago único. Pero da lo mismo. Ni una ni la otra se conseguirán cabalmente hasta que la gente se entere de lo que vale su voto.