En mitad de la noche, nueva novela de Paquita Fernández — por Ana Beltrán
Al hacer una incursión por cada una de las 245 páginas que componen esta novela, por esas líneas en las que cabe todo, que para eso es ficción, aunque su apariencia sea real, me encontré, no sólo con una historia y lo que en sí conlleva, sino también, y una vez más, con la capacidad creativa de la autora; con su prosa diáfana y directa,
En mitad de la noche, nueva novela de Paquita Fernández — por Ana Beltrán
Al hacer una incursión por cada una de las 245 páginas que componen esta novela, por esas líneas en las que cabe todo, que para eso es ficción, aunque su apariencia sea real, me encontré, no sólo con una historia y lo que en sí conlleva, sino también, y una vez más, con la capacidad creativa de la autora; con su prosa diáfana y directa, que me recuerda mucho la de Ana María Matute, pero sin dejar de ser la suya propia, la intrínseca de Paquita Fernández. En mitad de la noche, se desvela lo bueno y lo malo del ser humano, y adónde puede conducir la ambición cuando ésta es desmedida, cuando a toda costa se quiere lograr un determinado fin.
No se sabe, al menos a ciencia cierta, qué misterios envuelven a las personas aquejadas por este mal, empeñadas en hacernos creer cuán grande es su valía; lo único que sabemos es que existen. De igual manera ignoramos si realmente ellas se consideran únicas en aquello que hacen, o si, por el contrario: son conscientes de su mediocridad, que en cualquier caso pasan por alto porque su objetivo es deslumbrar, hacer que se las admire. Ése es uno de sus principales empeños.
Y como no puede ser de otra manera, también el orgullo es inherente a estos personajes, habitados por quién sabe qué inconfesables sentimientos; un orgullo del que se desprenden en determinados momentos (y he aquí la contradicción reveladora) con tal de conseguir lo que anhelan, haciendo que baje, desde la cima, a las profundidades mismas del abismo. Otra de sus «virtudes» es el uso y abuso de la falacia, premeditada y enfermiza… De todo ello se desprende lo poco que les importan las formas, ni el cómo ni el cuándo, la cuestión es lograr aquello que se han propuesto.
Pero no todo son sombras En mitad de la noche, igualmente en ella abundan las luces de la buena fe, que, por fortuna, y en contraposición a la mala, también es consustancial al ser humano. Y eso es lo que encontramos en algunos de los personajes que pueblan este libro, guiados, sin remedio, por la inducidora e impecable pluma de Paquita Fernández, que ha sido quien les ha hecho «calcular cada paso antes de darlo» (esta frase la he copiado de la novela). Y esta otra, propia de su lenguaje más sardónico: «empleando sonrisas descarriadas». Y es que, después de todo, en esta historia hay muchos momentos para la sonrisa; se hallan en la forma de narrar de la autora, que a ratos deja fluir la ironía, haciendo que aflore a nuestros labios esa sonrisa tan necesaria, y por ende, asimismo deseada; y no es por casualidad, ni por efecto de pura carambola, sino por su innato y bien reconocido ingenio.