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lunes, 29 de abril de 2024 11:19h.

Rubiales y la Marca España - CTXT

 

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RUBIALES
El momento durante la entrega de medallas en el que Rubiales agrede a la jugadora Jennifer Hermoso. / RTVE

 

 

Luis Rubiales es un depredador patán y un señorito gañán. Por dejarlo claro y no andar con medias tintas. Es un patán por haber forzado un beso a una subordinada, por despedirse con una palmada culera y por comportarse como un hooligan en el palco mostrándonos cómo se tocaba los testículos en un alarde más de machismo trasnochado, aunque esta vez el tocamiento fuera consentido. Y llamar gilipollas a todos quienes hemos visto y afeado su conducta sólo corrobora que es un gañán sin educación al que cualquier puesto de representación le queda muy grande. 

Rubiales es un machista de libro. En su trayectoria previa al escándalo global que protagonizó en Sidney, ya había ninguneado varias veces al fútbol femenino, como cuando abandonó las medallas sobre una mesa en la final de una Supercopa de España dejando que las jugadoras del Barcelona las cogieran como si fueran despojos. Y había demostrado su vocación de macho alfa frente a reivindicaciones como un convenio justo o una mayor visibilidad para el deporte femenino. Además, gestionó de manera despótica la petición de una quincena de jugadoras de la Selección para profesionalizar las estructuras federativas y corregir el rumbo a un seleccionador enchufado al que las futbolistas rechazaron en bloque. Guardó silencio ante el entrenador del Rayo que sugirió lo conveniente de una violación en grupo para crear ambiente de equipo. Y trató de tomarnos el pelo afirmando que trasladar la Supercopa a Arabia Saudí mejoraba la situación del fútbol femenino en España y la de las mujeres en Arabia. 

Hombres como Rubiales son incapaces de comprender que viven en un país en el que las niñas se han hartado de quedarse en los bordes del patio del colegio mientras los niños juegan al fútbol y monopolizan el espacio y el protagonismo. Mucho nos tememos que la labor de Marisa González (persona de toda confianza de Florentino Pérez) como jefa de responsabilidad social y sostenibilidad de la RFEF, tratando de borrar el vídeo del incidente y elaborando unas ¿excusas?, no podrá borrar el comportamiento de Rubiales, las palmadas de amigotes en la espalda, las risotadas machirulas y las tocadas de huevos, porque eso es lo que suele hacer en privado, según ha denunciado en una nota oficial la presidenta de la Liga Femenina de Fútbol. 

Luis Rubiales debería dimitir, aunque jamás lo hará porque gana un salario de más de 675.000 euros anuales. Debería dimitir porque ha cometido un delito de agresión sexual y por el cinismo con el que ha gestionado el incidente, porque el fútbol en España es algo más que un deporte y porque representa una rémora para su adaptación a los tiempos que vivimos y para que la gestión de ese negocio millonario no parezca una mafia.

Rubiales ha sido investigado por administración desleal, corrupción, amenazas, prevaricación y falsedad documental con ocasión de la Supercopa saudí (la querella se archivó) y es todo un símbolo del capitalismo castizo de amiguetes, siempre con la benéfica mano de Florentino Pérez meciendo la agenda mediática de lo conveniente. Las conversaciones con el señor Piqué sobre las comisiones de la Supercopa habrían sido suficientes para exigir su dimisión en cualquier otro país y cualquier otro gremio en el que Rubiales no fuera sino el jardinero fiel de otros hombres tan impunes como él.

De hecho, Rubiales debería ser cesado. El problema es que la Real Federación Española de Fútbol es una entidad asociativa privada de utilidad pública, y aunque luce la corona monárquica en sus documentos oficiales, el Gobierno no parece tener capacidad jurídica para despedirlo, según dejó entender Pedro Sánchez el 22 de agosto, al ser preguntado por el asunto. Aunque la AFE ha pedido al Consejo Superior de Deportes (CSD) que aplique la Ley del Deporte y su Protocolo de actuación frente a la violencia sexual, que permitiría actuar al Tribunal Administrativo del Deporte, Sánchez echó balones fuera afirmando que la destitución dependería de la asamblea que elige a los dirigentes federativos, formada por 140 integrantes, entre otros el propio presidente de la RFEF, los de las 19 federaciones autonómicas y miembros electos de clubes, futbolistas, árbitros y entrenadores. *

Quienes lo han encumbrado porque era el colega útil deberían darse cuenta de que ya se sabe demasiado sobre él, hasta el punto de que se comienza a sospechar también sobre quienes lo defienden. Pero Rubiales tiene razones para sentirse intocable, porque ha superado sin el menor problema acusaciones por apañar sorteos y permitir designaciones de árbitros al dictado del Real Madrid, por haber espiado presuntamente al jefe del sindicato de futbolistas o por haber contratado a José Luis Olivera (mano derecha del excomisario Villarejo y exdirector del Centro de Inteligencia contra el Terrorismo y el Crimen Organizado) como gestor de riesgos del Área de Seguridad de la RFEF (en realidad una pieza clave en la guerra sucia por el poder en el fútbol que Rubiales mantiene con Tebas, el presidente de la Liga). 

Es muy probable que Jennifer Hermoso no presente denuncia, por la cuenta que le trae, y que el incidente se entierre como “un pico sin importancia entre amigos”. Pero lo cierto es que Rubiales representa, solo o en compañía de otros, todo lo que el fútbol no merece ser. Su aptitud para representar a las y los miles de deportistas y aficionados al fútbol en este país ha quedado demasiadas veces en entredicho. Por el bien de la Marca España, y por respeto a la igualdad y a este grupo de campeonas y mujeres excepcionales, ojalá se imponga la cordura y la decencia y Rubiales deje de representar cuanto antes al fútbol español en el mundo. 

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* Gracias a CTXT

https://ctxt.es/es/20230801/Firmas/43843/rubiales-marca-espana-mundial-futbol-femenino-depredador-dimision-editorial.htm

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mancheta junio 23