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domingo, 28 de abril de 2024 18:38h.

DESPUÉS DE LAS ELECCIONES DEL 23 J: LA IMPRESCINDIBLE REFLEXIÓN DE YAYO HERRERO

La barricada - por Yayo Herrero

 

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Francisco Morote, de Attac Canarias, recomienda este artículo

 

 

 

La barricada - por Yayo Herrero, CTXT *

Tras frenar a la ultraderecha, a partir del 24J se abre la oportunidad de construir, desde abajo, una serie de consensos mínimos y urgentes que saquen a los partidos de izquierda de su inmovilismo

 

Me toca escribiros menos de una semana después de las elecciones generales y solo quiero contaros cómo lo he vivido yo.

Tengo que decir que soy de las personas que estaban convencidas de que después de estas elecciones nos tragaríamos un gobierno del PP y Vox. Ya tenía el duelo hecho hace meses y las municipales ratificaron mi percepción. Más allá de la aldea gala del País Vasco y de Barcelona en Comú, creo que los partidos de izquierdas se dieron un enorme batacazo el 28M. Es verdad que las caídas fueron asimétricas, pero es un error confundir el éxito con haber perdido menos que otros.

Después de varios días de una campaña electoral de la izquierda, para mí incomprensible, en la que se anunciaban candidaturas y portavocías como si fuese una gala de entrega de premios, se lanzaban a los medios propuestas desconectadas entre sí, que se matizaban o cambiaban en tiempo real si no tenían buena acogida… Después de esos días en los que tantas personas con las que hablé comentaban que no entendían nada sobre la estrategia electoral que estaban siguiendo las izquierdas, me dejé contagiar a medias por el pálpito de Vanesa Jiménez.

La noche del recuento, conectada al chat del consejo editorial de CTXT, me reí un montón con las bromas que nos gastábamos. Habíamos tenido muchos debates durante los días previos a la campaña y durante ella misma. Es un gusto estar en un espacio donde la gente piensa tan distinto, pero terminas llegando a acuerdos. Me reí mucho esa noche, pero no estaba alegre.

Yo no he sentido alegría ante el resultado electoral. Lo que sentí el 23J por la noche fue alivio. Aliviar significa aligerar, quitar a una persona o cosa parte de la carga o peso que lleva encima, mitigar una enfermedad, una pena, una fatiga. Recuerdo que de niña escuché que mi bisabuela le decía a mi abuela que ya podía ponerse ropa de alivio. Ya había pasado el tiempo adecuado del luto riguroso por la muerte de mi abuelo y podía atenuar las señales externas de duelo, vestirse de blanco o de marrón.

El 23J por la noche yo me vestí con ropa de alivio, de marrón, porque era plenamente consciente de que lo gordo está sin resolver. Lo que se ha puesto delante de la ultraderecha no es un muro sólido de contención, sino una barricada de emergencia construida con sacos terreros y carros volcados de distinto tipo.

Un tipo de saco fueron los propios excesos de una ultraderecha que ha llegado a los gobiernos de las comunidades autónomas y ayuntamientos en modo poseso. Eliminar carriles bici, prohibir una película por un un piquito entre mujeres, censurar a Virginia Woolf y al mismísimo Lope de Vega, proponer matar a los perritos que nadie adopta en los centros de acogida de animales, decomisar de las bibliotecas públicas cualquier cosa no escrita en castellano, el “que te vote Txapote” o “que te vote Mohamed”, plantear el cierre de agencias meteorológicas calificadas de voceras del Estado. Los nuevos gobiernos llegaban echando espumarajos por la boca y un tufo loco a revancha casposa.

Otro material para la barricada fue la actividad de denuncia creativa. Las activistas del Movimiento de Vivienda de Madrid, en un acto político y no electoral, “sin recursos y sin medios pero organizadas”, como ellas dijeron en el tuit en el que reivindicaban el acto, utilizaban las técnicas de contrapublicidad para darle la vuelta al mensaje de la lona de Desokupa, cuyos integrantes casi revientan durante la campaña de tanto marcar paquete. Unos días después, las Violetas tuneaban la lona de Vox contra la ley de ‘solo sí es sí’. Memes, podcast, canciones, vídeos… Toda una explosión de creatividad que funcionó para activar y denunciar.

Otra cuestión fue el trabajo necesario de algunos medios de comunicación. El gesto de Silvia Intxaurrondo me pareció clave. No es el único, pero simboliza lo que sucede cuando el periodismo hace su trabajo, pone un espejo delante de quien miente y le obliga a hacerse responsable de sus palabras.

El último material fue la gente que, sin querer votar, lo hizo. Enfadada, con rabia, sin ilusión ninguna, desconfiada, pero lo hizo, simplemente pensando que no hacerlo era peor. 

Así se produjo esa revuelta inesperada sobre la que escribía Gerardo Pisarello. La rabia y el miedo a que una ultraderecha desbocada gobernase permitieron armar la barricada. He reivindicado otras veces que el miedo permite detectar lo que te pone en riesgo y ofrece la posibilidad de reaccionar ante ello. El miedo sirve para levantar una barricada. El problema es que el miedo no es un proyecto alternativo y esa derecha temporalmente frenada también sabe aprender de los errores. 

Me pregunto qué hubiese pasado si “lo único” que hubiese sucedido durante la campaña electoral hubiese sido lo que ya está normalizado en una sociedad que en su conjunto se ha corrido hacia la derecha. Si lo único que hubiese pasado hubiera sido la subida del precio de alimentos porque la falta de agua y el calor han reducido las cosechas, que la cuota de la hipoteca se haya casi duplicado para mucha gente, que ríos como el Genal se hayan evaporado en forma de aguacate, o que el sur de Europa esté ardiendo…

Me pregunto si se hubiese construido la barricada contra la ultraderecha mostrando las imágenes de la policía de Túnez –pagada por la UE– abandonando a gente sin comida y sin agua en el desierto…

Siento alivio momentáneo, pero soy consciente de que las políticas que vulneran los derechos no están solo en el PP y en Vox. Tenemos una sociedad en la que la razón humanitaria está sufriendo una dura quiebra y la política pública desarrollada por el actual Gobierno y una parte de la sociedad que consiente es también responsable de ella.

Los resultados ponen en evidencia que vivimos en un país fracturado en el que es urgente, sin embargo, construir algunos consensos mínimos respecto al agua, al suelo, el modelo de ciudad, la energía, la forma de garantizar la cobertura de las necesidades para todas las personas, la dignificación de la vida en los medios rurales y cuestiones básicas que tienen que ver con los derechos humanos, como la racista y deleznable actuación de la Unión Europea y nuestro país ante las migraciones, o la dinámica neocolonial que defiende salvar el blanquísimo y occidental culo a costa de profundizar el saqueo en otros territorios.

Creo que debiera realizarse una reflexión en los partidos y coaliciones de izquierdas que se han presentado a las elecciones. Ignoro si tendrán dónde hacerlo, porque pareciera que uno de los problemas principales es que la izquierda de partidos se ha convertido en una especie de agencia publicitaria que emite mensajes y los modula en función de cómo se reciban. La cosa es que, sea como sea, esta forma de disputar la hegemonía no funciona. Lleva sin funcionar años. Un montón de personas brillantes e intelectuales orgánicos diseñan lo que le importa a la gente y ponen en marcha campañas positivas e ilusionantes para mayorías. No faltan líderes con carisma y atractivo. Parece un plan sin fisuras. Pero, insisto, no está funcionando. Ya son muchas promesas de estrategias ganadoras que no acaban de cuajar.

En mi opinión, más que nunca es necesario ponerse a pensar con un cierto horizonte y tiempo por delante para trabajarlo. Ahora es cuando empieza el trabajo político, el de juntarse con otras, diseñar un proyecto viable en el que quepamos todas y hacerlo deseable. No es fácil y no se puede hacer solo desde la institución. Ya nos han explicado que en una campaña electoral solo se habla de lo que ya se da por ganado entre el electorado. Y lo que necesitamos es un cambio que choca con los imaginarios culturales más extendidos.

Una transición es fundamentalmente un cambio en el modo de ser y de estar. Que la transición sea ecosocial se refiere a un cambio en la forma en la que las personas se relacionan entre sí y al modo en el que lo humano se relaciona con el resto de la trama de la vida. Si es justa, hablamos de que en ese proceso de cambio todas las vidas importan y se protegen. No hay unas que valgan o merezcan vivir bien más que otras.

No vienen tiempos fáciles. La garantía de condiciones dignas de existencia para todas las personas y comunidades ha de ser satisfecha en un planeta con límites ya superados y en proceso de cambio climático. La gestión de los límites y la redistribución va a ser la principal preocupación para construir la vida en común. Esto no se convierte en un proyecto deseable en los quince días de una campaña. 

En una campaña electoral, al menos en las de los últimos años, solo se defiende lo que ya se da por ganado y el riesgo es que la transición sea reinterpretada como el mero cambio del mix energético o la electrificación del transporte.

A partir del 24J es cuando empieza, o más bien continúa, el trabajo político, por abajo, igual que se construyó la barricada que el 23J frenó a la ultraderecha. Cabe todo el mundo en él.

Yo tengo también un pálpito, como Vanesa Jiménez, y es el de que cuando tienes tiempo para hablar, fuera de la urgencia de las campañas y la exposición pública, cuando no necesitas desprestigiar a otro para convertirte en la referencia, hay posibilidad de entendimiento. 

Más que pálpito es una experiencia. 

La esperanza consiste en comprometerte para hacer posible lo necesario. Haremos lo posible por facilitar ese encuentro.

Un abrazo fuerte

Yayo Herrero

 

CTXT
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* Gracias a Yayo Herrero, a CTXt y a la colaboración de Francisco Morote, de Atta Canarias

https://ctxt.es/es/20230701/Firmas/43649/carta-a-la-comunidad-Yayo-Herrero-barricada-elecciones-izquierda.htm

YAYO HERRERO
mancheta junio 23