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domingo, 28 de abril de 2024 10:50h.

los cuatro votos del apocalipsis

Se buscan tránsfugas - por Víctor Moreno

 

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Antonio Aguado, coherente veterano militante socialista, recomienda este artículo

 

Se buscan tránsfugas - por Víctor Moreno NUEVA TRIBUNA *

Hacer apología del transfuguismo, como ha hecho el PP, lo desnuda como un partido que deja mucho que desear en términos democráticos. Debería mirárselo.

La palabra más utilizada durante este proceso de investidura, laberíntico y esperpéntico, a la vez que innecesario y manirroto, ha sido la de “degradación democrática”. Su causante mayor ha sido el PSOE y su “parada de monstruitos”. Lo han dicho en Abc, El Mundo, Antena 3, Telecinco, El Mundo, Diario de Navarra, etc.

No sorprende que lo sostenga gente de la prensa adicta al PP, sino que den a entender que cuentan con un artilugio que mide exactamente dicha degradación. Lo que tiene mérito. Pues, para saberlo, digo yo, habrá que disponer de un artefacto que tase su calidad, como se hace con el agua. En este caso, los técnicos saben cuáles son los componentes de los que depende su potabilidad: color, turbiedad, conductividad eléctrica, temperatura, pH, alcalinidad, aparte de la existencia de microbios y bacterias. Lo que ya no sé es si existen aparatos que midan la calidad del consumo democrático y en consecuencia puedan tasar su grado de excelencia en que se encuentra la democracia española. Además, sería necesario saber cuáles son los elementos que certifican dicha calidad. Y aquí la unanimidad no parece universal.

n ocasiones, se habla de cuál es la ciudad o comunidad autónoma de España donde el agua que se consume es de mayor calidad, pero aún no se ha llegado a debatir cuál es el pueblo, ciudad o comunidad autónoma de España donde la calidad democrática sea la de más alta calidad. ¿Son más democráticas las comunidades gobernadas por la derecha que las regidas por la izquierda? ¿Cómo medir la calidad democrática de una comunidad o ciudad? ¿Lo hará el CIS, de Tezanos? ¿El GAD 3? Mejor que no.

Si partimos de la premisa de que la calidad democrática depende de la ciudadanía y de la clase política que dicen que la representa, la cosa se complica. Bueno, se complica o se “descomplica”, porque nadie duda que existen actitudes, comportamientos y hechos que demuestran que, en ocasiones, esa calidad democrática no existe o está en crisis.

El PP, en su carrera desbocada por conseguir los cuatro votos del apocalipsis, apuesta por la compra de tránsfugas en el mercadeo de la política

Materia distinta sería aceptar que por culpa de cuatro “desgarramantas”, haya que establecer que la calidad democrática de España tenga categoría A, B o C. Hacerlo sería caer en una impresentable generalización tan injusta como poco precisa. Un ejemplo actual. Que la Federación española de Fútbol esté presidida por un tipo que debería dedicarse a pulir calabacines, no significa que la Federación Española sea un nido de gañanes. Menos todavía de corruptos. Pero su comportamiento tampoco ayuda a tener una visión piadosa de una Federación que consiente tener como presidente a un “venao”.

De ahí que importe analizar comportamientos o hechos, protagonizados por personajes públicos que por colaboran en el desprestigio de la calidad democrática del país. Por ejemplo, el espectáculo esquizofrénico del PP actual sería uno de ellos. En su carrera desbocada por conseguir los cuatro votos del apocalipsis para que su líder llegue a presidente, su rufianesca apuesta por la compra de tránsfugas en el mercadeo de la política, ¿acaso no lo es? ¿No degrada la democracia que haya políticos que defienden con descaro el método del transfuguismo para llegar al poder?

Sonroja ver al PP arrastrarse como una babosa del campo por la arena política para conseguir cuatro votos, imitando a aquellos sátrapas romanos que sobornaron a los asesinos de Viriato, es decir, a Audax, Ditalco y Minuro, homólogos a los que el PP llama “barones críticos del PSOE”, “socialistas buenos” o “ciudadanos de bien” y a los que pretende convertir en traidores o “asesinos de Sánchez”. ¡Si esto no es degradar la democracia ya se dirá entonces qué es!

En cambio, alegra saber que la derecha haya mejorado sus modales con respecto a sus abuelos y padres ideológicos. Fracasaron en su intentona de 1936, pero para desgracia de los españoles, decidieron seguir con la asonada y llevar al país a una guerra fratricida. Hoy, las derechas que han ganado unas elecciones, pero sin el aval parlamentario que les facilite la investidura ipso facto, no se tiran al monte, ni invocan a santa Bárbara para salir del estado catatónico en que se encuentran.

Pero, ¡ojo!, no dice que esos cuatro votos que el PP busca pescar en el caladero de la sinvergüencería, servirían, caso de conseguirlos, para aupar a “vocacionales golpistas”, devotos del 36, compañeros de un viaje que no garantizan nada bueno para la calidad democrática.

Si las formas de conducta son reflejo de unos contenidos programáticos, hay que concluir que los del PP son tan desleales como hipócritas. Incriminan la “ambición de poder de Sánchez”, pero jalean a Feijóo y su cuadrilla intentando “pactar” con quien hasta la fecha han tenido como el prófugo más buscado de España, llamado Puigdemont, el gran “desvertebrador” del país, por no decir “el gran hijo de la gran puta”. Una gente así es capaz de vender a su propia madre.

l PP podrá argüir que es el más democrático por cuanto fue el partido más votado en las últimas elecciones. Pero eso sólo demuestra que fue el más votado. Nada más. La cuestión está en qué se hace con ese resultado en la práctica. Hasta ahora lo que está haciendo solo ha producido pésimas vibraciones. Lo único que ha demostrado es tener un fondo antidemocrático irreductible. Dirá que es un partido constitucional, pero de democrático tiene poco.

El fin que se propone no puede ser muy bueno, si para ello utiliza un medio propio de trileros para conseguirlo. Sospechamos de su declaración de amor a España con el que salpica sus discursos patrioteros, uniformes y autoritarios en contra de las libertades individuales, que son las que importan, es pura logomaquia.

Se dice que “el fin no justifica los medios”, atribuyendo la frase a Maquiavelo aunque nunca la escribiera. En realidad, pensaba lo contrario. Está loco quien piensa que el fin justifica lo medios. Pero nunca un buen fin justifica la utilización de unos medios malos. Cuando esto ocurre, suenan las alarmas de la ética.

Los medios usados muestran la verdadera naturaleza de nuestras intenciones. Y no pueden ser buenas, cuando los medios utilizados para conseguirlas pisotean los principios éticos más elementales. Hacer apología del transfuguismo, como ha hecho el PP, lo desnuda como un partido que deja mucho que desear en términos democráticos. Debería mirárselo.

* Gracias a Víctor Moreno, a NUEVA TRIBUNA y a la colaboración de Antonio Aguado

https://www.nuevatribuna.es/articulo/actualidad/pp-buscan-transfugas/20230826130227216060.html#md=modulo-portada-bloque:4col-t1;mm=mobile-big

VÍCTOR MORENO
VÍCTOR MORENO

 

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LA CASA DE MI TÍA
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mancheta junio 23