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sábado, 27 de abril de 2024 02:12h.

Durum genu, sed lex!  - por Nicolás Guerra Aguiar

 

FRASE  GUERRA FLOYD

Durum genu, sed lex! (*)  - por Nicolás Guerra Aguiar * *

¿No se encontraría la sociedad norteamericana más serena y relajada si negros, hispanos y moros no estuvieran contaminados por la pandemia de los derechos humanos y si las declaraciones constitucionales de igualdad no eliminaran la prudente discriminación por razón de raza o color? A fin de cuentas la Naturaleza segrega y, sin embargo, todos alabamos su sabiduría. 

   Si organizaciones no gubernamentales tipo Amnistía Internacional -bolivariana y filocomunista- olvidaran sus malévolas denuncias y se interesaran por la mayor gloria del Imperio, ¿alguien pondría en duda que el hombre blanco sería más feliz en este valle de lágrimas, camino del otro “qu’es morada sin pesar”?

   Pues, a pesar de todo lo anterior, siempre viene alguien a joderla. Porque si el africanoide George Floyd (de Mineápolis) no hubiera vestido provocativamente su cuerpo de negra, negrísima piel, no habría muerto por reposar la rodilla de un servidor de la Ley sobre su cuello durante escasos ocho minutos y cuarenta y seis segundos (¡karajo: tampoco fueron dos días!), tal como disponen elementales protocolos para la autodefensa del poli blanco... acompañado de otros tres uniformados, testigos mudos de la barbarie y, además, copartícipes de tal salvajada mientras el negro susurraba las grandes dificultades para respirar... (Dice la tradición que el rey Boabdil suspiraba cuando abandonó Granada camino del destierro: el moro lloró como mujer lo que no supo defender como hombre. Y el negro George, un macho como un castillo, ¡gemía a la manera del rey Boabdil! Qué decepción, negrito llorón.)

  A fin de cuentas solo eran cuatro fornidos agentes pertrechados con pistola eléctrica, porra de goma, fibra acrílica o plástico denso. Quizás con otros artilugios paralizantes más pues, sabemos, negros hay que por su bruna irracionalidad se revuelven cuando van a ser esposados. Y reaccionan cual tanzanos gorilas, bestias indomables ante cuya violencia resultan absurdos buenos modos, serenas palabras, civilizados métodos… 

  Y George Floyd -tal como muestran las irrefutables pruebas- o había perdido su equilibrio psíquico, lo tenía disparatado o -por nigérrimo- quizás mostraba estado natural. Y esto lo sabemos en Europa desde los nazis, quienes ya lo habían diagnosticado. Por tal descubrimiento practicaron con ellos para bien de los blancos: eran esterilizados para evitar la propagación de la subespecie por la Gran Alemania (su salvajismo los había convertido en violadores y transmisores de enfermedades venéreas) o servían como conejillos de indias o ratones para experimentos científicos, así leemos también en Tiempo de Silencio… La Naturaleza, sapientísima, los había puesto al servicio del níveo occidental. 

   Porque George Floyd no fue violentado por el poli bueno. Muy al contrario: este acudió en su ayuda. El negro había caído al suelo no por la acción de fuerza del honorable uniformado, sino debido al armamento que llevaba encima para delinquir: casualmente se enredó en la correa del fusil de asalto (un Heckler & Koch G3 alemán) mientras improvisaba un muro de contención con los cuerpos de varios ciudadanos blancos, pureza de la raza humana… 

   Así que convenciones contra la tortura y tratos crueles, inhumanos o degradantes como  la aprobada por la Asamblea General de la ONU (resolución 39/46, diciembre de 1984) no son más que argucias y viles estratagemas de nuestros enemigos, como si ellos pudieran levantar la voz desde los gulags soviéticos, telones de acero o tanques del pacto de Varsovia invadiendo Checoslovaquia la noche del 20 de agosto, 1968. Lo argumenta el presidente USA: “La violencia actual en las calles de varias ciudades norteamericanas está impulsada por los enemigos de la libertad cuyas fuentes ideológicas están en periódicos de izquierdas” (New York Times, Pravda, añado). 

   Y encima, como éramos pocos, parió la baifa: se llama Michelle Bachelet, alta comisionada de Naciones Unidas. Absolutamente insensible ante el fuerte impacto emocional soportado por el agente Derek Chauvin (el de la mano en el bolsillo, camino directo al viril depósito testicular o símbolo de la hombría) levanta la voz y lo llama asesino como a otros héroes que en nombre de la ley también acabaron con Eric Garner y Michael Brown (negroides), Ahmaud Arbery (quizás yijadista) y Trayvon Martin (hispano, con toda seguridad) y muchos otros ajusticiados durante los últimos años a manos de policías. (El caso de Breonna Taylor es la excepción: recibió ocho impactos de bala en su casa por humanos errores, simple confusión de piso. Hasta la sabiduría popular lo entiende: “El que tiene boca se equivoca”.)  

   Y si en la España medieval de la señora Álvarez de Toledo la “batalla más profunda y sostenida que han de dar los demócratas y constitucionalistas es la de la verdad y quitar esa falaz superior moral que ejerce la izquierda sobre todos los que no lo son en la sociedad”, el señor Trump reclama actuaciones más duras de la policía: “¡Los grupos antifascistas son los terroristas!”. (Por cierto: algo así leo en dos periódicos: “Bien por Trump. En España el PSOE los sientan en el consejo de ministros y en el CNI”. Público, 1 /6 /20. El otro, Hispanidad, al día siguiente: “A la caza de Trump… para derribar la civilización occidental”.) 

   Resumiendo: ¿cuáles han sido las consecuencias de tanta superprotección a los negros, sobre todo tras la accidental desaparición -1968- de Martin Luther King, otro mensajero más de la paz y la imposible igualdad con los blancos, ¡machaconamente reiterativos que son!? ¿Acaso no lo ven? ¡Se creen con derechos! (¿Para qué, entonces, Natura los  ennegreció?)  

   El apoyo de organismos que odian al blanco, además, está mermando la fortaleza natural de los negros, raza natural seleccionada como luchadora en cuadriláteros, velocista en distancias cortas, medias o largas y esclava secular para las variadísimas explotaciones de los blancos: ¡pero si ya no aguantan una simple presión rodillil en el cuello...! 

   No, este asesinato “en segundo grado” no es solo la miseria de un poli: es una ideología. Se llama fascismo. O, acaso, “civilización occidental”. Mientras, bestias del orden cantan los versos populares: “Y si negro no se duerme /  viene poli blanco / y ¡zas!…”.

   

‘La rodilla es dura, pero es la ley’.
** La casa de mi tía agradece la gentileza de Nicolás Guerra Aguiar

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