Garafía, el municipio con menor renta de Canarias - por Manuel de los Reyes *

Gratitud es la primera palabra que debo reseñar para responder a los mensajes que me han remitido apreciados amigos,  cuando la prensa nos ha recordado que Garafia sigue siendo el pueblo con menor renta de Canarias, en roman paladino, el pueblo más pobre.
Disconforme que esta lamentable situación del municipio es necesario alzar la voz para pedir medidas compensatorias a nuestro Gobierno.

El amor al paisaje y al paisanaje de este apartado cantón palmero complica la objetividad debida en el tratamiento de temas comunes de interés general, pero no imposibilita el análisis si se tiene presente el inseparable sentimiento con lo propio y se considera el propósito y el esfuerzo para lograr la máxima objetividad posible, aportando datos y abundando en argumentos que caminen por el buen sendero del rigor y estudio crítico. Por ello me atrevo a escribir estas líneas, intentando hacerlo con la mayor objetividad.

Decir gracias no es ningún cumplido, es sencillamente mostrar la satisfacción de que el nombre de Garafía llame la atención, cada vez más, entre amigos y conocidos, cuando tal nombre aparece en los medios de comunicación, especialmente, mostrando el abandono y la pobreza del que fuera en los siglos pasados uno de los más importantes graneros de la isla de La Palma y en ocasiones, de Canarias. La misma Garafía que, en nuestros días, sigue aportando el más importante caudal de agua, con galerías como Los Minaderos o las Goteras, a los pueblos vecinos de Puntagorda y Tijarafe y que llega al fértil valle de Mayantigo, a las trabajadas fincas de Los Llanos de Aridane. El pueblo que da el agua es el mismo que pierde el alma por el abandono. No, no deben ser así las cosas.

Gracias, porque, con el amplio conocimiento de la realidad y el reconocimiento de los problemas, se está ganando la primera batalla de un despertar y una recuperación que permitirá alcanzar el éxito no sólo a Garafia, sino a toda Canarias.
Garafía sola no puede. La Palma y Canarias no deberían permanecer ajenas a la triste realidad actual.

Garafía es un municipio con una de las mayores riquezas de Canarias y corresponde a nuestra Comunidad Autonoma eliminar el escombro que encubre un verdadero tesoro.

Garafía aparece en la prensa por ser el municipio con menor renta; por tener cerrado el yacimiento de la Zarza y la Zarcita, por peligro de desprendimientos; por tener el local adquirido para museo de Historia de la Astrofísica en el casco del pueblo, Santo Domingo, hace ya tiempo, cerrado y, con un letrero todavia del bazar que allí existió, y por algún que otro lamentable hecho más propio de una prensa amarilla.

La Zarza y la Zarcita, el lugar más relevante de petroglifos en nuestras islas, no deben estar un mes más sin abrir sus puertas al público, adoptadas, claro está, las medidas de seguridad pertinentes, ni una semana más sin que un lacónico cartel informe sobre el estado del yacimiento y su pronta apertura.

¡Qué lamentable estado de uno de los lugares más significativos de nuestro pasado aborigen!

¡Qué vergüenza!

Garafía cuenta, además, con el importante patrimonio de los antiguos molinos de viento y sólo con el de Las Tricias restaurado.

No es admisible que el visitante que se acerque a la Cueva del Agua, en la localidad con el mismo topónimo, tan bien descrita en "Saudades da terra" por el sacerdote historiador, Gaspar Frutuoso, en el siglo XVI, y se encuentre con un basurero. No, no deben ocurrir hechos de este tipo.

Las autoridades competentes no pueden dejar que el año acabe sin que, previa negociación, se firmen convenios con los propietarios de los molinos de Marcelino en Santo Domingo y de Esteban Pérez González en Llano Negro, para las apropiadas restauraciones, y se anuncie la fecha de visitas programadas que permitan revivir a tan importantes monumentos al gofio y, todo ello, sin olvidar al molino del Calvario que requerirá una más profunda labor de reparación, dado su lamentable estado.

 

"Garafía" no puede ser un exoplaneta, y el lugar originario del nombre de un astro, y contar con uno de los tres complejos de observatorios astrofísicos más importantes del mundo, para, al mismo tiempo, carecer de las imprescindibles infraestructuras que permitan la debida proyección de los sabios de los cielos y su acogimiento en lugares como Hoya Grande, El Castillo, Catela, El Colmenero, Llano Negro o el propio Santo Domingo, localidades cercanas al punto de trabajo. Se hace imprescindible mejorar las carreteras y facilitar la restauración de las viviendas existentes, casas terreras que adornan el paisaje.

Garafía necesita el apoyo para mantener y potenciar la representación de uno de los autos de Los Reyes Magos más antiguos de Canarias que el ánimo popular ha logrado perpetuar hasta nuestros días.

Es conveniente que los nombres como la actriz María Montez, de padre garafiano, o del torero José Mata, natural de la Villa de Garafía, tengan mayor repercusión en la localidad con más amplias medidas, sin dejar de reconocer lo ya realizado por la corporación del municipio.

Para muchas actuaciones de revitalización del pueblo se requieren costosos recursos, pero otras son más fácilmente adoptables con la decidida voluntad, pues son mínimas las exigencias económicas.

En este sentido, no debería olvidarse, por parte del ayuntamiento, un acuerdo de agradecimiento al profesor Pedro Nolasco Leal Cruz, por la documentación donada del trabajo que hizo el estudioso compañero, sobre la célebre actriz que destacó en la época de oro de Hollywood, y que por su encargo entregué al anterior alcalde.

Es imprescindible que se potencie, más aún, la feria de ganado, también, una de las más añosas de las Islas Canarias, en el marco de la fiesta de San Antonio del Monte, que conserva la tradición con sus actos religiosos, celebrando al santo de Padua y de Lisboa, los verseadores y las corridas de sortijas, que nos retrotraen a los siglos pasados con la fuerte e importante influencia portuguesa.

La acertada labor de Antonio Manuel Díaz Rodríguez con el perro pastor garafiano debe continuar y recibir mayor apoyo institucional, en línea con la conservación de los valores etnográficos de toda la Villa.

La tierra del legendario Baltasar Martin y el prócer palmero, Anselmo Pérez de Brito, no puede resignarse a una penosa decadencia o un avance de lentos pasos, cuando el desarrollo alcanza a los demás.

La queja por el estado actual del rico patrimonio garafiano no debe hacerse sin dejar de reconocer algunos logros, más allá de las instalaciones de los telescopios, como el acertado centro de visitantes y otras dependencias y sin el aplauso a quienes vienen luchando y han hecho posible lo que hace varias décadas pudo parecer un sueño.

Contar, en el destacado equipo en el Roque de Los Muchachos, con una astrofísica y un astrofísico, hijos de garafianos, produce satisfacción entre el vecindario y es una buena muestra del afán de superación y del espíritu de sus gentes que luchan contra la adversidad.

Dejar de reconocer la sensibilidad y la labor de diferentes cargos políticos locales, insulares o de otros ámbitos con este pueblo sería una grave desacierto impropio de la buena gente del lugar.

Pero ese justo reconocimiento en unos campos determinados no es contradictorio con el análisis y la crítica por la general situación lamentable del municipio y el abandano de las tierras de Tagalguen.

Es en este marco en el que Garafía no puede seguir esperando por una carretera de circunvalación que rompa con su aislamiento. El acertado estudio de mi hermano Gonzalo en "La isla amputada" debería ser de lectura obligada para todo aquel que acceda a un cargo público y diga defender el bien común en Canarias. El libro, presentado, por mi otro hermano, Celestino Celso, y publicado en 2014, conserva su vigencia, por lo que al mismo me remito, haciendo propios los datos que contiene.

 

 

La carretera de La Palma que cuenta con un amplio estudio, sometido a información pública, hace unos meses, debe pasar en un año del proyecto a su ejecución.

Demasiado tiempo de espera, demasiados años desde la celebración de una de las mayores manifestaciones de protesta en Santa Cruz de La Palma, en 1988, pidiendo la carretera para Garafía.

¡Hasta cuando la mirada corta seguirá utilizando la paciencia de los humildes!

Garafía, la tierra del trigo y el centeno, del viento y la ventolera, de los alisios y el terral, la tierra del perro pastor garafiano, clama ayuda, pide solidaridad y demanda justicia.

Es mucho lo que se puede y debe hacer, es loable que cada día haya más personas que contrasten la paradoja de la riqueza natural con la pobreza humana, es deseable que los buenos amigos trasladen el clamor de un pueblo a los que pueden contribuir decisivamente a resolver las cuestiones planteadas.

Es necesario superar la visión miope que focaliza los problemas en una zona, terriblemente castigada por el volcán Cumbre Vieja, y potencia la división de la isla. La zona afectada por la lava, sin duda alguna, debe seguir siendo el objetivo primero de todas las ayudas, pero la respuesta solidaria de todo el país se ha hecho con el reclamo de La Palma y las subvenciones y beneficios recibidos o que se reciban no pueden desconocer a la isla entera, aunque sea en grados diferenciados. 

La Palma puede ser grande, su territorio es pequeño, y si no se concibe como un todo interconectado, la decadencia de la alejada Garafía no será sino una muestra de una isla, de La Palma, estancada, cuando no en franco retroceso.

Ahora es la hora de que Canarias haga suya la causa de un pueblo que encierra un tesoro, de un pueblo que le permite conservar y potenciar su identidad con valores etnográficos camino de la pérdida definitiva.

Solos no podemos, Garafía no quiere seguir olvidada o relegada en las medidas de fomento, Garafía debe y puede renacer y ocupar un digno lugar en la isla de La Palma.

No olvidemos el "Manifiesto Garafía" que promoví en agosto de 2020, con motivo del gran incendio de triste recuerdo. Es lamentable constatar que, cuando se habla de ayudas a los afectados por el reciente incendio de Puntagorda y Tijarafe, extendido a la Caldera de Taburiente, no conozca a ningún garafiano que recibiera compensación económica por las pérdidas habidas hace tres años.

En la Villa de Garafía comparto la frustración al conversar con mis paisanos, en mis estancias cada vez más frecuentes.

No nos olviden.

Gracias amigas, gracias amigos y cuantos les llana la atención Garafía, gracias por el empuje que puedan dar, conscientes de que juntos podremos salvar a un pueblo envejecido y cansado, con la más baja renta de toda Canarias, que ha pagado en las últimas décadas un elevado tributo.

* Gracias a Manuel de los Reyes Hernández Sánchez y a la colaboración de Manolo Marrero

 

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