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domingo, 28 de abril de 2024 10:50h.

París 2024: crónica de un viaje a una ciudad en decadencia, cóctel de decadencia y propaganda occidental (Partes 1 y 2) - por Maria Fe Celi Reyna

 

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Federico Aguilera Klink destaca este texto y Chema Tante invita a proyectar lo dicho por Celi Reyna sobre Paris a todo occidente, presa de la bellaca manipulación informativa, que le hace creer a la gente que sigue viviendo en el mejor de los mundos y que el resto de la Humanidad no

París 2024: crónica de un viaje a una ciudad en decadencia, cóctel de decadencia y propaganda occidental (Partes 1 y 2)  

Maria Fe Celi Reyna

RT

Parte 1

Este mes estuve en París, una ciudad con la que tengo una historia muy larga y a la que le tengo un cariño especial. La primera vez que la pisé fue en 1989. En 2004, llegué a vivir y me quedé dos años. La última vez que estuve allí fue en el 2016.

La diferencia de esta visita es que llegué a la "ciudad luz" desde la otra dirección. De los últimos ocho años, he vivido cinco y medio en China, y cuatro de ellos sin salir del país. Si uno viene a vivir a China (y sale de la burbuja de expatriados), quiera o no, su percepción del mundo cambia para siempre y todo se ve diferente.

París visto desde Shanghái es muy diferente al París visto desde Lima

El transporte público

Llegué al aeropuerto Charles de Gaulle. Cuando logré salir de su laberinto mal señalizado, me dirigí a la estación del RER B, el tren de cercanías, que me llevaría al centro de París. La estación está en arreglos y se ven los primeros resultados. Da la impresión de haber llegado a una ciudad en proceso de modernización.

Sin embargo, al subirme al RER B, la realidad me golpeó. El tren era, probablemente, el mismo en el que yo me transportaba 20 años antes, lento y sucio. En Châtelet-Les Halles, el centro neurálgico de París, volví a encontrar más trabajos. Ahí caí en cuenta de que se están preparando para los Juegos Olímpicos (JJ.OO.).

Pensé que pasaría unos días en medio de la bulla por los trabajos, pero me equivoqué. El resto de las estaciones de París están prácticamente iguales a las que yo recorría cuando viví allá, salvo que más viejas, corroídas por la humedad y sucias. Perdí la cuenta de cuántas veces tuve que cargar mi maleta por falta de escaleras eléctricas y ascensores, así como de cuántas veces escuché el mensaje que pedía prestar atención a los carteristas.

Y si empiezo con la suciedad, la historia no termina: los olores a letrina, los escupitajos en el piso del metro, las canaletas sucias, etc.

El día que llegué me encontré con una amiga que conocí en Shanghái. Al despedirse, me dijo seriamente: "cuida tus cosas". Ella ha vivido aquí y sabe lo seguro que es. Mis instintos de supervivencia peruanos vuelven a brotar, pero ahora que sé que no es normal vivir así, me cuestan más.

Las calles

Tal vez lo más impactante fue la pobreza en las calles parisinas, principalmente, porque sé que hace unos años no era así. La pobreza no es nueva para los franceses, pero se ve que, ahora, ha rebalsado el sistema. Uno camina por la céntrica y comercial rue de Rivoli y se encuentra con carpas y personas en las calles con sus cosas, sin lugar a donde ir. La gente pidiendo limosna se ha vuelto algo normal y solo a pocos metros del ayuntamiento.

Los años en China han cambiado mis parámetros de normalidad. En 10 días he visto más pobreza que en los últimos cinco años y medio, y eso que he recorrido varias ciudades de este país de talla continental. En 2020, China erradicó la pobreza extrema y si bien, muchos recayeron durante la pandemia, ya existe un sistema social que los ayuda a recuperarse. Existe gente sin techo, pero es mínimo y pronto recibirán ayuda estatal.

Macron prometió a los franceses la liberalización económica como solución y, hoy en día, se ven los resultados: la pobreza y la desigualdad están en alza.

Según el último estudio del Instituto Nacional de Estadísticas y Estudios Económicos (INSEE, por sus siglas en francés), publicado en 2023, el 14,5 % de la población francesa, en 2021, se encontraba bajo la línea de pobreza. Esto es 0,9 % más que en 2019; mientras que la intensidad de la pobreza subió del 18,7  % en 2020 a 20,2 % en 2021.

Macron prometió a los franceses la liberalización económica como solución y, hoy en día, se ven los resultados: la pobreza y la desigualdad están en alza.

Esto se refleja en los números de los SDF ("sin domicilio fijo", en francés) que no dejan de crecer. Según la fundación Abbé Pierre, 330.000 personas están en las calles. Esto representa un aumento de 30.000 ciudadanos en un año, y el doble que hace una década.

Por ahora, responsabilizan a la pandemia y a la inflación. Nadie se lo cree. Tampoco hay indicios de que las políticas del gobierno vayan a cambiar. Atrás quedaron los tiempos del estado de bienestar, que consideraba a la gente como el centro de sus políticas.

En medio de la crisis social, otros personajes me llaman la atención: policías y militares armados. Un familiar me dice que luego de los atentados se hizo necesario. Le respondo que en China también hubo atentados y sería imposible ver lo mismo. Para empezar, los policías tienen prohibido llevar armas de fuego y a los militares solo los ves en las mañanas en la Plaza de Tiananmén para la ceremonia de izado de bandera.

Se queda callada.

Lo entendí en 2016 cuando los atentados eran recientes, pero en 2024 me parece distópico. Sí, justamente eso que tanto dicen de China.

El regreso

Al final, me pregunté si no había exagerado y París no era tan peligroso. Mi última cena en la ciudad fue en el McDonald's del aeropuerto (sí, triste final, pero cuando a mi madre le duele la espalda, se sienta en el lugar más próximo que encuentre y el resto acata). De repente, un turista de algún lugar de Asia del Sur le empezó a reclamar a una señora mayor (y blanca) que le devolviera su cargador.

En el altercado intervinieron los trabajadores y la señora se fue diciendo que era culpa del McDonald's "por poner tantos árabes", y que ella se llevaba lo que encontraba. Ahí nos percatamos de que no era una señora que iba a viajar, sino que andaba por el aeropuerto empujando el carrito y robando todo lo que podía. No alcancé a ver si le devolvió el cargador, pero sí vi la cara de desagrado del trabajador del McDonald's, una persona negra, frente a los insultos racistas. Me quedé con la certeza de que no había exagerado. Lo que vi no fue un caso aislado sino la expresión de una ciudad en decadencia y profundamente racista.

Muy probablemente, el París que presenten al mundo sea un maquillaje por unas semanas que apele a la mística de una ciudad que ya no existe.

Llegué a Shanghái y tomé el metro sin olor a orina. Se veía impecable al lado del metro parisino. En todo el camino solo cargué la maleta una vez para el control de seguridad del metro (y me ayudaron). No vi una sola arma de fuego. Tampoco me preocupé por los carteristas. De nuevo, me sentí libre.

Shanghái es conocida por concentrar una élite liberal que sigue admirando Occidente. A los días de volver, alguien me dijo "no me vas a decir que Shanghái está mejor París". Pues, sí lo está. A veces, los chinos no se dan cuenta de lo afortunados que son.

No sé cuáles son los planes del gobierno municipal de París para los JJ.OO., pero la ciudad está muy lejos de los estándares de ciudades chinas (y me arriesgo a decir que de muchas ciudades asiáticas). Tendrían que trabajar a "ritmo chino" para mejorar la ciudad y aun así el tiempo es corto.

Muy probablemente, el París que presenten al mundo sea un maquillaje por unas semanas que apele a la mística de una ciudad que ya no existe. De hecho, se sabe que el gobierno municipal tiene un plan para "reasentar" a los 'SDF' en diferentes lugares del país mientras duren los JJ.OO..

Si algo así sucediera en China, tendrían cientos de páginas escritas y ONG denunciando "violación de DDHH", pero es París.

Para alguien con una historia tan larga con la ciudad, como la mía, es una verdadera pena. París se merece muchísimo más.

En todo este recorrido, me acompaña una pregunta: "¿son conscientes de la decadencia de su calidad de vida?". Tengo la intuición de que no, pero este tema es mejor desarrollarlo en una siguiente columna.

Parte 2

Terminé la primera parte de esta crónica preguntándome si los parisinos eran conscientes de su propia decadencia. Mi intuición es que no, porque la propaganda no se lo permite.

Vivir en China te sensibiliza al pernicioso rol de la propaganda occidental. Si uno sale de su burbuja de expatriados, tarde o temprano tiene un "despertar" cuando empieza a comparar lo que se dice sobre este país y la realidad. Algunos se quedan callados para no ir contra la corriente pues, tarde o temprano, volverán a Occidente.

Otros, decidimos denunciarla y hasta la convertimos en un tema de investigación y escritura. Así que, con los días, me cuestiono por el origen de mi sorpresa. Lo que observé en París, ya lo sabía.

Vivir en China te sensibiliza al pernicioso rol de la propaganda occidental. Si uno sale de su burbuja de expatriados, tarde o temprano tiene un "despertar" cuando empieza a comparar lo que se dice sobre este país y la realidad. Algunos se quedan callados para no ir contra la corriente pues, tarde o temprano, volverán a Occidente.

Llego a la conclusión de que, hablando en términos "borrellianos", es muy diferente observar un hecho desde la "jungla" que estando dentro del mismo "jardín". La ceguera es mucho más grave y era la primera vez desde mi "despertar" que estuve confrontada a ella.

Un destello de resistencia

Semanas antes de viajar a París se publicó el libro de Emmanuel Todd, 'La derrota de Occidente'. El autor es uno de los pocos intelectuales que sobreviven en la decadencia de la sociedad francesa y por eso aún conserva el privilegio de publicar, así vaya contra la narrativa hegemónica.

Todd, conocido por haber predicho la caída de la Unión Soviética, hace un análisis del proceso de decadencia occidental y su última derrota con el apoyo a Ucrania, nación que describe, en sus propias palabras, como "un país en descomposición" desde antes del inicio de la Operación Militar Especial.

Además, hace una crítica al maniqueísmo occidental, a la ceguera de los dirigentes europeos y al liderazgo que le han otorgado a EE.UU. 

Las apariciones en medios de Todd se viralizaron y, a pesar de los intentos de periodistas de interrumpirlo, lograba transmitir sus ideas. Por eso se volvió el primero en ventas en Amazon y yo le pedí a mi familiar que me lo comprara, pues me preocupaba que se acabara antes de mi llegada. No me imaginé lo que iba a encontrar luego.

La omnipresencia de la propaganda antirrusa

Llego a Francia con la promesa de desconectarme de todo, pero las paredes me lo impiden. Casi en cada estación de metro encuentro un afiche promocional gigante de un libro en formato cómic sobre la historia de Jerusalén, pero me resisto a comprarlo.

En cambio, mi debilidad fue el semanario Le Point. En su portada del número 2686, del 8 de febrero, se veía un plano medio corto del presidente Vladímir Putin, con el titular 'Si Putin gana…'. Compré la revista. No vale la pena dedicarle más que esta línea pues era más de lo mismo.

Al final, decidí comprar el mencionado cómic. Fui a la FNAC, una de las tiendas más populares en Francia, y, antes de encontrarlo, me crucé con los mecanismos de propaganda en acción.

Llegué primero a la sección de geopolítica. En los estantes que ofrecen los libros más destacados, me encontré con una serie de títulos que daban la impresión de que Francia estaba siendo atacada por Rusia. Algunos de los más llamativos eran: 'El software imperial ruso', 'Putin contra Francia', '¿Aló, París? Aquí Moscú, inmersión en el corazón de la guerra de la información' y 'La guerra rusa o el precio del imperio. De Iván el terrible a Putin'.

Tampoco podían faltar los libros sobre el presidente ucraniano con títulos propios de películas de Hollywood: 'Vladímir Zelenski. Ucrania en la sangre' o 'Venceremos. Vladímir Zelenski y la guerra en Ucrania'.

En resumen, pura propaganda disfrazada de producción académica o, en otras palabras, información parcial presentada como si fuese imparcial.

No había señal del libro de Todd. Hasta que, al darme media vuelta para seguir buscando los cómics, de casualidad, me encontré con una caja, lejos de las luces, repleta de ejemplares. 

Pura propaganda disfrazada de producción académica o, en otras palabras, información parcial presentada como si fuese imparcial.

No sé cuál habrá sido el criterio de los administradores de la tienda para colocar uno de los libros más vendidos en una caja fuera de la vista de los consumidores. El libro era el primero en ventas en Amazon y las presentaciones de su autor se hicieron virales, pero al parecer –nótese el sarcasmo– no lo consideraron lo suficientemente interesante para ser colocado al lado de los títulos que presentan a Putin como un malvado emperador que está a punto de invadirlos.

Por fin, llegué a la sección de cómics y mientras buscaba el libro, me encontré con uno titulado: 'Wagner, la historia secreta de los mercenarios de Putin'. Cuando uno está sensibilizado a la propaganda, se siente verdaderamente invadido. No basta con los libros académicos, también hay que insertarla en el ocio. Cuando encontré el libro que quería, salí lo más rápido posible del sitio.

A los días, en la casa donde me hospedaba, veían la televisión. No sé si era un documental o un reportaje, pero su título era: 'Rusia enferma de su guerra'. Me sentí en un laberinto cuya salida era mi vuelo de regreso a Shanghái.

El bingo de la propaganda

A pesar de la omnipresencia de la propaganda antirrusa, siempre se encuentran espacios para otras.

En la misma FNAC encontré dos libros sobre el 7 de octubre pasado en Palestina ocupada. Leí los títulos de corte sionista y no me atreví a revisarlos por miedo a dañar mi hígado.  

La propaganda anti-China no se queda atrás. Por varias estaciones de metro, me encontré con grandes anuncios de la gira de la compañía de danza Shen Yun, conformada por miembros de la secta anti-ciencia Falun Gong, prohibida en China y que logró construir un imperio mediático en EE.UU. Hoy en día es la fuente principal de los bulos más burdos sobre el país donde resido.

Me quedé con la sensación de que la propaganda anti-China es fuerte, pero no está "de moda". Me lo muestran comentarios inocentes como: "¡Cómo que lo del crédito social es mentira si todos hablan de eso!" o un "no me lo hubiese imaginado", cuando comento que los uigures, así como todas las minorías con lengua propia, estudian tanto el mandarín como su idioma nativo en la escuela.

La compañía se presentaba por segundo año consecutivo en diferentes escenarios de Francia. Al indagar sobre la recepción en 2023, me encontré con más comentarios negativos. Obviamente, su intención no era ganar dinero con el espectáculo.

Me quedé con la sensación de que la propaganda anti-China es fuerte, pero no está "de moda". Me lo muestran comentarios inocentes como: "¡Cómo que lo del crédito social es mentira si todos hablan de eso!", o un "no me lo hubiese imaginado", cuando comento que los uigures, así como todas las minorías con lengua propia, estudian tanto el mandarín como su idioma nativo en la escuela.

Sé muy bien de dónde vienen. Tanta falsedad ha sido transformada en verdad sin que nadie pueda discutirla. 

Como cereza del pastel, caminando por la calle Rivoli me crucé con partidarios del Consejo Nacional de Resistencia Iraní, un grupo disidente que es considerado el ala política de los Muyahidines del Pueblo de Irán (MEK). En París, hay espacio para todos los disidentes.

En diez días me encontré con propaganda antirrusa, antipalestina, antichina y antiiraní. Me sentía como en un bingo que, en lugar de números, cantaba países que los occidentales creen autoritarios y atrasados. Apuesto que con unos días más, lo completaba con Cuba, Venezuela, Siria y la República Democrática Popular de Corea.

Propaganda y decadencia 

En uno de sus videos durante su visita a Rusia, Tucker Carlson dijo que se sentía "radicalizado". Sé que el periodista fue sincero porque nos pasa a muchos que venimos a China. Una vez que sabes que es humanamente posible sacar a 100 millones de personas de la pobreza extrema en ocho años, vuelves a ver el entorno donde naciste y creciste, rodeado de miseria, y te hierve la sangre. Sabes que no hay nada que lo justifique.

París es un cóctel de propaganda y decadencia. En lugar de afrontar la realidad, los parisinos están viviendo en una burbuja donde se les enseña a despreciar a cualquier sociedad que no se les parezca. Creen que la crisis del "jardín" es normal, pero que es mejor que estar en la "jungla". No se dan cuenta de que más que en un "jardín", viven en una "isla".

Por eso, para evitar la radicalización, la propaganda es necesaria. Es más fácil mantener a la población sumisa cuando les haces creer que el resto del mundo es un lugar horrible y peligroso. Pueden molestarse con el sistema y criticarlo, pero no es hasta que salen de su burbuja y ven cómo los han engañado que se radicalizan.

Para eso, no basta con los medios. Hay que infiltrarla en todos los ámbitos de la vida, especialmente en la academia. Son los científicos sociales y de humanidades los que dan el "certificado" de credibilidad. 

París es un cóctel de propaganda y decadencia. En lugar de afrontar la realidad, los parisinos están viviendo en una burbuja donde se les enseña a despreciar a cualquier sociedad que no se les parezca. Creen que la crisis del "jardín" es normal, pero que es mejor que estar en la "jungla". No se dan cuenta de que más que en un "jardín", viven en una "isla"

Si bien hay destellos de resistencia, como el libro de Todd, son muy pequeños para pelear contra el sistema que muy fácilmente los apaga. El futuro es sombrío, ya que, salvo una revolución, esa Francia de la que muchos aprendimos tanto, tiene el tiempo contado y parece que no hay forma de que su sociedad reaccione.

 

* Gracias a Maria Fe Celi Reyna y RT y a la colaboración de Federico Aguilera Klink

https://actualidad.rt.com/opinion/maria-fe-celi-reyna/500135-paris-2024-cronica-viaje-ciudad-decadencia

https://actualidad.rt.com/opinion/maria-fe-celi-reyna/500883-paris-2024-coctel-decadencia-propaganda

MARIA FE CELI REYNA
MARIA FE CELI REYNA
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