Ucrania-Rusia y Hamás-Israel: dos guerras para el sonrojo humano Erasmo Quintana *

Alemania, Francia y USA ya se han posicionado a favor de Israel, que para éstos son los buenos, mientras que el pueblo palestino los malos y terroristas. Por tanto, hay que colegir que la usurpación por parte de los colonos judíos, que poco a poco se han ido apropiando territorio que no les pertenecía, ello está perfectamente bien. Biden ha expresado su apoyo inquebrantable a Israel, y estas acciones de expulsar al pueblo palestino, para los poderosos del mundo no es terrorismo: el terrorismo lo hace Hamás, que, ya muy hartos ante los escupitajos e insultos a grupos de palestinos que se tropiezan en las calles, así como las vejaciones irreverentes a sus iglesias y centros de oración, les responden heridos en sus valores más queridos. Y lo cotidiano allí es que, mientras en las intifadas los soldados judíos usan sofisticadas metralletas, los palestinos se defienden con piedras. El Holocausto que sufrió la secta judía en Alemania es el mismo que los judíos hacen padecer a los palestinos en su territorio.

Ante estos fenómenos que son en esencia las guerras, se comprende que siempre hay opinantes que justifican los crímenes de lesa humanidad, que por demás son todas las contiendas armadas rebosando ideologías. Con permiso, yo no me quedo en la superficie; prefiero ahondar en el meollo de la cuestión. La pregunta sería: ¿Quiénes creen ser estos bárbaros para quitar la vida a alguien, eso más sagrado que tenemos los seres humanos? Pero la realidad es que monstruos hay en este mundo que cargan sobre sus conciencias -si es que la tienen- no una, sino cientos de millones de personas inocentes. Ello no es algo abstracto o un mal sueño, es real como la vida misma. Preguntado a Kaplan, portavoz de las fuerzas de defensa israelí, por las armas prohibidas internacionalmente, contestó que “Israel no está atacando la Franja de Gaza con fósforo blanco”. Excusatio non petita...

Hay un orden sistémico mundial, como lo hay de ámbito nacional, en el entendimiento de que ambos son hijuelas de un mismo tronco del árbol. A poco que fijemos nuestra mirada, el mundo y su engranaje capitalista es lo mismo en el imperio que es dominio de los Rothschild y Rockefeller, como el que está aquí en España entre bambalinas, detrás del telón, sin que se muestren con detalle sus fisonomías, detentadores del imperio de su poder, de los que son celosos, protegidos desde los ejércitos, pasando por la institución de la Iglesia Católica, esa que tantas prebendas obtuvo del Régimen franquista, y que continúa teniendo, toda vez que siendo un poder económico de los más grandes de nuestro país, la Administración del Estado permite que siga beneficiándose del mayor favor que se puede hacer: no contribuir a Hacienda por los beneficios tan descomunales sobre negocios que regenta en la totalidad del territorio español. Para el sistema capitalista hispano la Iglesia es menor de edad, por lo que no “puede” responder ante sus opíparos beneficios. Mientras, un humilde jubilado paga al Fisco, a pesar de ya haber contribuido lo que le correspondió en su etapa laboral. Aquí en este país, todos somos iguales ante la Ley, menos ante los que la aplican.

Este mundo, mírese por donde se quiera, es una historia de lobos y corderos. Siempre fue así, con o sin cultura, con o sin desarrollo y civilización; todo es consecuencia del género humano. Lo normal de lo humano es la injusticia y chapotear en ella con naturalidad. El pueblo de Israel, desde el mismo momento que las naciones poderosas del planeta acordaron darle a los sionistas un espacio físico que supusiera el fin de su condición de apátridas, junto a los palestinos, trabajaron de zapa para ir arrinconando a ese pueblo, mandándolo cuanto antes a la Nakba, la Diáspora de la que Israel venía. Pueblo este, el palestino, sometido a un criminal apartheid en su propia tierra. Nunca han parado. El trabajo de zapa, como digo, les ha dado resultado. Hoy los palestinos -2,3 millones-están confinados en la Franja de Gaza, un territorio de 40 klms. cuadrados, cercado por una valla electrificada, siendo el mar la única salida.  Otros 3 millones están en Cisjordania, con la amenaza cierta de que Israel les haga víctimas de su maltrato.

 Genocidio es lo que Israel practica con el pueblo palestino; el mismo genocidio que padecieron en sus carnes los judíos de la Alemania de Adolf Hitler, con lo cual saben bien el inmenso, insoportable dolor que esa acción conlleva. Los que fueron víctimas del terror nazi, son los mismos que ahora lo practican con los palestinos. Esa labor de zapa que decimos es la que poco a poco ha ido arrinconando con un potentísimo ejército a un indefenso y mísero pueblo (al menos hasta que llegó Hamás), cuya más rudimentaria arma defensiva fue siempre las piedras de la calle. Pero lo curioso y que llama la atención es que en esta deleznable política los israelitas no están solos en sus maniobras de expulsión de los palestinos.

En la antigüedad, las guerras las hacían los mercenarios, los hombres de la guerra, y eran éstos los que morían en ellas. Hoy las guerras se hacen en contra de la población civil con armamento más letal y de fácil manejo. En el centro de todo no está el ser humano; a éste se le usa como un eslabón más en la intrincada estrategia que lleva a que haya 340.000 desplazados palestinos; que no tengan electricidad ni agua potable en la Franja de Gaza, y que el presidente Biden mienta con tanto descaro: No es verdad que Hamás esté decapitando a niños palestinos. Y así con todo, las derechas poderosas del mundo, a favor incondicional de los verdugos.

* Gracias a Erasmo Quintana