En EL DIARIO, Raúl Rejón nos cuenta de CAPIO. Pero no teman. En Canarias, CAPIO no tiene nada que hacer. Eso sí, tanto allí como aquí, nuestra salud está en sus buenas manos. Y las perras de la salud, también.
No sé a cuántos canarios he visto revolviendo en los contenedores de la basura y llevándose a la boca, in situ, desperdicios, inclusive, en mal estado. “¿Usted está mirando?” –Me pregunta una vecina que también observaba el dignísimo panorama–. “Sí, lo estoy viendo… y mañana podría ser usted o yo quien nos viéramos así” –Le contesto, insinuativo–. “Aquí va a pasar algo” –Afirma la mujer, algo compungida–. “No, aquí es necesario que pase algo” –Le advierto, de manera figurada.
Mis dedos anhelantes chocan contra un cielo de cartón piedra. El horizonte es un andamiaje hecho con retales de un tiempo vencido. Soy un experimento que alguien diseñó en un laboratorio de ficción. Mis amigos son extras contratados para hacerme olvidar la improductiva soledad existencial que invade a todo producto desechable.