La ley Turística que la pandilla de Paulino, con la colaboración entusiasta de la de José Miguel, acaba de aprobar es otro error. Lejos de contener y reducir la oferta, incentiva la renovación hotelera permitiendo nuevas plazas. Al final, más oferta, en un destino que no es capaz de ocupar más de dos tercios de su capacidad actual, ni siquiera tirando los precios por debajo de los niveles de rentabilidad.
No es una cuestión de hoteles de cuatro o de cinco estrellas. Es un problema de sobreoferta, con una planta hotelera en buena parte obsoleta. La única solución es destruir esa capacidad obsoleta y reestructurar la oferta a un tercio de la actual. Ofrecer alta calidad y cobrar por ello. Es sencillo, pero hace falta disponer de neuronas en buen estado.