Podemos: el final de la inocencia (Manolo Monereo)
Julián Ayala llama la atención sobre este esclarecedor artículo en CUARTO PODER en el que Manolo Monereo expone su visión sobre el debate armado dentro de Podemos- El texto parte de las crisis que tambión se han abierto en los partidos llamados popular y socialista-obrero, respectivamente, para pasar a remarcar cómo los poderes intentan utilizar las diferencias internas en Podemos para desgastar la figura de Pablo Iglesias. Porque dice Monereo, creo que con mucha razón, que los poderes ven a Pablo Iglesias como el mayor enemigo "por no se deja domesticar" La clave de todo esto, en la línea del artículo de Monereo es que la alternativa que se abre en Podemos es si esta organización asume la tarea de abrir un proceso de ruptura de este sistema para sustituirlo por otro en verdad democrático y social o si se contenta con una política ambigua de pequeñas reformas. Y eso es lo que llama Monereo el fin de la inocencia.
Iván Suomi mantiene viva la denodada defensa de nuestra habla que mantienen desde TAMAIMOS. Una lucha, a la que yo me uno, pero que ya parece perdida, gracias al absoluto desentendimiento oficial. Ni el gobierno de acá, ni -por supuesto, el de allá- muestran preocupación alguna por preservar el español de Canarias.
Punto de partida: uno de los elementos básicos del Estado de derecho es la presunción de inocencia. O lo que es lo mismo, nadie puede ser considerado como delincuente hasta que no haya sentencia firme condenatoria, por supuestamente apabullantes que sean las pruebas aportadas...
La ola de exasperación colérica que se extiende por todo el estado ante -una más- esta nueva evidencia de que en el Pp existen prácticas irregulares alcanza dimensiones de maremoto. Con todo el respeto a lo que quede de decente en ese partido, lo que se ha conocido de la actividad sobredonante de Bárcenas y de las pilas de millones que fue capaz de amontonar justifica que, o someten a la organización a una ducha de lejía, o lo liquidan. Pero lo peor de todo esto es que se le congela a uno el sentimiento, porque sabe, que, al final, esto pasará y en unos días estaremos hablando de una nueva ruindad. Que a Bárcenas o a algún pobre desgraciado, le sentenciaran a penas ridículas, sin necesidad de devolver las perras, y, eso, dentro de unos años. Y eso, en el mejor de los casos. En el peor, ni siquiera lo condenan. Ya ha pasado. O lo indultan después, que también está pasando.