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Como ni sabe lo que es vergüenza, ni le importa un carozo eso, a Antona, capo en Canarias de la banda organizada delincuente que usurpa el digno nombre de popular, le han faltado minutos, desde que se consumó la barrabasada persupuestaria, para ponerle el morro al negociete. Gracias a las interesadas maniobras de la coalición empresaria llamada canaria y a la inexplicable y totorota rendición de Nueva Canarias, vendiendo sus respectivos decisivos votos en el Congreso español, el gobierno del genuflexo Clavijo ha visto crecer el importe de la masa crítica en la que meter las garras y las patas. E, inmediatamente, Antona ha dicho "Aquí estoy yo", para arramblar con lo que le corresponda. Antona, en un envidiable dominio del lenguaje, habla de "coparticipar" e "influenciar", "administrar bien"... Fuerte cara. Y, mientras tanto, Román, Quevedo, Campos y compañía podrán contemplar el desastroso efecto de la bonita gracia que se han mandado. La culpa no la tienen solamente quienes roban, sino quienes cometen la imperdonable torpeza de permitirlo, cuando podrían haber contribuído a evitarlo.