Dice Eduardo Medina Peñate:

José Ortiz Mendoza, José el Mago, es ya parte del folclore de La Gomera. Se crió en Chipude en una familia igual a todas las demás familias gomeras, humilde. Trabajó la tierra y siempre vivió en La Gomera, nunca emigró, le tocó quedarse y mantener a la familia (al contrario que su hermano Isidro, que sí emigró a Venezuela), fortaleciéndose así su especial vinculación con la tradición gomera, de la que nunca se separó. Aprendió de chico todas sus costumbres y por supuesto a silbar, por la necesidad. Con los años se trasladó a Valle Gran Rey, con la llegada del turismo a la isla, y montó un bar, un ventorillo de cañas y palos en la misma playa, con los pies casi dentro del agua (para quien no lo conozca, hoy en día es un restaurante en el actual paseo marítimo). 

Pero nunca se separó de la tradición y el folclore. Lo de mago le venía por su apego a las chácaras, que siempre llevaba con él. Miembro fundador del grupo folclórico Chácaras y Tambores de Guadá, fue artífice del rescate de varios cantares y uno de los que más inspiraba a los recién llegados, era muy fácil verlo en cualquier fiesta de la isla encabezando la procesión con sus chácaras. Para los que no somos de La Gomera, era una figura indiscutible que no fallaba en los actos culturales de la isla, una señal de que estabas en el sitio adecuado, donde estaba la tradición.

Discreto y socarrón, era un hombre pegado a su tierra, sin duda alguna. Para recuperar la tradición de romanciar en los entierros valía cualquier momento, y hubiese sido mejor mucho antes, desde luego, pero que duda cabe de que el hecho de haber sido en el "hasta siempre" a José el Mago lo convierte en algo mucho más importante y más bello. Hasta en su último acto, el Mago consiguió rescatar y mantener tradiciones.