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jueves, 28 de marzo de 2024 09:57h.

Se les acaba la música - por Alejandro Floria

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Se les acaba la música - por Alejandro Floria *

El juego de las sillas de la izquierda institucional exhibe tintes de tragicomedia ahora que la música de su sainete se ralentiza. Es preciso no otorgar mucha más atención a quien no sólo ha destruido minuciosamente su propia credibilidad, lo que no se antojaba muy complicado, sino que ha actuado como un eficaz disipador de energía para unas reivindicaciones y unas luchas que se han de recomponer.

Todas las partitocracias están sumergidas en su propia guerra civil, sin duda sazonadas por los distintos “miedos de masas”, aunque debiera generar mucha más alarma esta que libran contra su propio censo electoral, contra las personas, esa guerra que no se televisa pero que mata.

A la “derecha” no se le podrá negar la transparencia en el abanico de sus enunciados y sus políticas, desde la cacicada más cruda al populismo más hortera: siempre sabes dónde te las vas a llevar. Pero a cada “ideología” le tocaba una parte de la demolición y la de la “izquierda” ha sido particularmente oscura.

El potencial político y organizativo que, una vez, se aglutinó en torno al 15M (y no me refiero al posibilismo institucional, la imaginación me da para más) ya no está, no lo busquen por ninguna parte. Podía haber sucedido de otra forma, podíamos haber tenido, quizás, un “momento Tsipras”, pero hubiéramos llegado siempre a esta misma conclusión.

Sólo se siguió otra ruta, más larga, también interesada, que narcotizó la proactividad (construcción) y la reactividad (resistencia) política.Y sucedió lo que dijeron que jamás sucedería. Este país tiene una preocupante adicción a las vacunas, ya sean sanitarias, políticas o de pensamiento.

Seguro que más de un votante de esta izquierda moribunda se sonrojará recordando cómo se llenó la boca, o los oídos, con cosas como “de abajo arriba”“omnia sunt communia”, “municipalismo o democracia directa, como quien reniega avergonzado de su propia adolescencia y cuando todo ha sido un ejercicio de puro cinismo.

Siempre faltó más “apoyo mutuo”, ese gran remedio contra el miedo, “autogestión” o “para todos todo, para nosotros nada”, pero, de hecho, todo aquello ya se eliminó mucho antes, y de forma conveniente, en las plazas (debieron haber sido ateneos y CSO) y se finiquitó en los extintos Círculos cuando ya caían los paracaidistas…

Resulta inquietante y siniestro el modo en el que este engreído y meritocrático castillo de naipes que colapsa ha dado por sentado que la memoria colectiva es la de un cardumen o que las únicas fuentes de información son los “tuits” de sus distintas facciones (qué daño ha hecho ese tóxico pero pusilánime activismo digital que sólo te devuelve lo que quieres ver).

La subversión y la inversión acusatoria es el signo de nuestros tiempos. La izquierda ha mostrado auténtica compulsión en este sentido. Si sugerimos que su proceder ha sido (mal)intencionado nos tildarán de “conspiranoicos” y si sugerimos que ha sido mera incompetencia nos tildarán de “filonazis”. Todo ello desde una perspectiva europeísta, otanista, bideniana, digital, verde e inclusiva.

La deificación de la opinión, de la emoción y de la identidad han allanado el camino a un auténtico monstruo del que nos tendremos que defender a punta de navaja de Hanlon. Aquí navega insolente en contradicciones hasta el más pintado sin la más mínima responsabilidad y en los próximos días oiremos excusas y declaraciones de intenciones sonrojantes, pero la nueva campaña electoral sólo traerá los estertores finales de algo que nunca fue salvo para sí mismo. Algo a lo que se le acaba la música.

 

Saludos

* Gracias a Alejandro Floría

ALEJANDRO FLORIA CORTÉS
ALEJANDRO FLORIA CORTÉS

 

mancheta ene 23