¿La clave hoy en España? Bajar los impuestos a los pobres y subirlos a los ricos - por Erasmo Quintana
¿La clave hoy en España? Bajar los impuestos a los pobres y subirlos a los ricos - por Erasmo Quintana *
Mariano Rajoy, a su paso por el Gobierno de la nación nos dejó un paisaje laboral desolado, de lo más injusto. Hizo un destrozo brutal de la ley laboral, pues liquidó de un plumazo derechos laborales que se creían consolidados y dejó a la patronal con poderes propios de la época del Régimen franquista.
Todavía continúa ese lastre a pesar de la media contrarreforma que se ha podido hacer de dicha ley, injusticia que todo el que no ha podido conseguir su primer trabajo, acorde con su preparación, padece. Conseguir, pues, con esta rémora, un contrato laboral, hoy es una auténtica carrera de obstáculos, además de que esto es lo que interesa a los empresarios: la precariedad laboral. Cuanto más choteado esté el mercado del trabajo, mejor para ellos. Además, lo que cobra, por ejemplo, un posgraduado o doctorado, con unas diferencias salariales totalmente ofensivas. Nada digamos de los investigadores en nuestro país; su camino natural es irse de España a cualquier sitio del extranjero. Será bien recibido, mucho mejor su estatus y más valorado.
Hoy nuestra juventud, muchísimo mejor preparada que las hornadas anteriores, sufren un calvario, pues lo suyo es el contrato de días o semanas, con la consiguiente alta y baja del paro que no cesa, situación que se prolonga ad infinitum. Y para quien tiene menos inquietud en la fijeza de su trabajo, también le alcanza otro problema, y es que puede cobrar la mitad de su compañero en un puesto idéntico, ello según el programa, incluso ganar mucho más si trabaja en otro país que no es el nuestro.
La ciencia aquí sigue arrastrando un gravísimo problema que nadie parece ver. Mientras el Gobierno de coalición PSOE-Podemos, que es quien está llamado a resolverlo, no haga que quien más tiene, pague más, aquí no habrá solución. A las derechas todo se les va en exigir que se bajen los impuestos frente a cualquier problema de país, y nosotros decimos que sí.
Claro, que se bajen, pero al pueblo llano, ese que si no trabaja no come, a no ser en un comedor social, o a las ayudas gubernamentales; y a los autónomos, que tienen que pagar a Hacienda aunque no ganen, y se le suban a esos que se están forrando a costa de la gente; a la Banca, que aquí toda ella es privada; a los aristócratas y a las grandes fortunas; empresas con cuentas de resultado millonarias; y a las Energéticas, que cuanto más jodida es la situación del ciudadano, mayor es la fortuna que se embolsillan con unos beneficios caídos del cielo. Es decir, que cada cual pague a Hacienda según sus posibilidades, en proporción a lo que gana.
Una España, pobretona como es, manda hombres y armamento a Ucrania, lo que exige que nuestro Gobierno se plantee aumentar el gasto armamentístico nacional.
¿Quién paga el dispendio? ¿El pueblo llano, teniéndose tantas carencias? Hay muchas formas de ser solidarios con aquel país invadido por el potente oso ruso. Acoger con generosidad la diáspora, esos ucranianos que huyen de la muerte cierta, por ejemplo. EEUU, país liberal donde los haya, su presidente Biden financiará (en estos tiempos de crisis) la subida del gasto en Defensa con un nuevo impuesto a los ricos de su país. Allí como aquí, hay mucho supermillonario que hace la cama del cuco (ave que se aprovecha del nido que hizo otra, para anidar sus huevos). Dueños de grandes fortunas (no recuerdo de qué país) le pidieron a sus gobernantes les subieran los impuestos, para así contribuir mejor a su nación. Españoles no eran, por supuesto. A nadie se le esconde hoy quiénes son los que ganan con las guerras: en primer lugar las industrias armamentísticas, por lo que si no hay dónde utilizarlas (las guerras), no tiene sentido continuar con el negocio. Naciones hay, EEUU la primera, en que una de sus industrias más poderosas es la fabricación de armamento. Se comprende fácilmente porqué, acabada una contienda en una zona del globo, empieza otra en distinto lugar. Donde me alcanza la memoria, de todos los años que he vivido, jamás he visto un día que no haya conflictos armados en el mundo.
El fenómeno llamado partido Vox, que está a punto de llegar al Gobierno de la nación (ahora se encuentran a las puertas de nuestras casas) vienen anunciando y prometiendo que ellos son otra cosa, mejor dicho “la solución” al problema que ocasiona la “coalición de comunistas” que nos vienen gobernando. Y miren, a modo de ejemplo: ahí tenemos al portavoz de Vox en el Congreso, Iván Espinosa de los Monteros, al que la Justicia le tiene embargado su sueldo porque no paga lo que le debe al contratista que hizo obras en su casa. Toda esta gente tiene patente de corso, como la presidenta de la Comunidad de Madrid, que la Fiscalía no tiene mayor prisa en que se investigue a su hermano por sus operaciones mercantiles de dudosa legalidad en las mascarillas anticovid que vendió a la Comunidad de su hermana.
Éstos, más que preocuparse por algo tan anómalo, están despreocupados porque saben que este pueblo no se lo tendrá en cuenta. El votante es tan pasota y, si me lo permiten, tan analfabeto políticamente hablando, que la mayoría, ésa que necesita trabajar si quiere malvivir sin dignidad, les dará el voto en las próximas contra sus intereses más elementales. No caerán en la cuenta que las derechas (PP-Vox-Cs), únicamente trabajan desde las instituciones para los de su clase: los ricos y milmillonarios, nunca jamás para los pobres, a los que habrá que incluir las mujeres maltratadas, las madres solteras, las monoparentales, y los de orientación sexual LGBT, invisibles para Vox, pero que también son seres humanos.
Nuestra sociedad está llegando a tal grado de imbecilidad, que es ciertamente preocupante. En ello tiene mucho que ver los creadores de opinión, condenando o santificando conductas que a todas luces nada tienen que ver con la realidad. Si tuviéramos criterio propio, debería parecernos condenables cosas como la ocurrida recientemente en la ceremonia de entrega de los premios Oscar por la Academia, y no criminalizaríamos la respuesta con una bofetada que le dio el actor oscarizado, Will Smith al presentador de la gala, Chris Rock, por éste hacer un indecente chiste de la Alopecia Areata que padece la compañera de Will, presente en la sala, secuela de la enfermedad que padece.
Por cómo la mayoría se ha tomado el incidente, parece que socialmente está bien visto que un cretino graciosillo haga feliz a la audiencia usando el dolor de una de sus asistentes al acto, y condenable la respuesta con bofetada de su pareja, porque la enfermedad o defecto de una persona puede ser motivo de mofa en un acto público o privado...
* La casa de mi tía agradece la gentileza de Erasmo Quintana
