Buscar
martes, 23 de abril de 2024 23:57h.

con ímpetu ferviente

Cuando la mar pega a ponerse ruin... - por Nicolás Guerra Aguiar

 

F N G A
F N G A

Cuando la mar pega a ponerse ruin... - por Nicolás Guerra Aguiar *

MAR

Cuando la mar pega a ponerse ruin como en esta imagen -y uno es testigo directo-  algunos dormidos recuerdos retoman vida pues impactos, experiencias, reminiscencias de infancias y primeras juventudes se desperezan y afloran a la memoria. Parece -siempre como algo personal- tal si setenta años convulsionaran a la manera del volcán del Tajogaite, cuando empezó a arrojar bombas, cenizas, masiva destrucción, picón… y embriagadora naturaleza. 

EL TAJOGAITE
EL TAJOGAITE EN LA PALMA

  Y es entonces cuando desde el interior de nuestro subconsciente (el estado donde acumulamos experiencias, algunas no  recordadas) las imágenes allí presentes se vierten hacia fuera hasta la mar, que a veces es la vida machadiana frente a la muerte de la copla manriqueña… Todo, claro, sin psiquiatras, sesiones clínicas, hipnosis. 

  Y sin intención, de manera natural, uno evoca los versos de Calderón de la Barca en boca de Segismundo: “Un volcán, un Etna hecho, / quisiera arrancar del pecho / pedazos del corazón”. Entonces el ritmo cardíaco se acelera: a fin de cuentas renacen impactantes experiencias vividas muchos decenios atrás…

Calderón

  Hay rincones de la Isla como el de la foto, estimado lector, que parecen fieles reproducciones de lugares infantiles y primeras juventudes. Este espacio costero, por ejemplo, pertenece a la playa de El Puertillo, barrio aruquense. Sin embargo su propia situación norteña, aguas placenteras y la presencia en lontananza de la Montaña de Gáldar me retrotraen a espacios en los cuales viví veranos y otoños por Sardina del Norte, escuela en la cual tanto aprendí...

 Es un día soleado de mediamañana. Mientras la mar bate con fuerza, los cangrejos (colorados, encarnados, de intensidades; muy pocos grises) fijan las patas en la piedra volcánica, cargan con rayos solares sus vitales ritmos cardíacos: no retroceden ni un suspiro. Resisten el violento empuje de las olas cuando estas vienen a posarse -no sin poderosos estruendos y roncas sonoridades- en tal remanso de Naturaleza naturalmente salvaje y bulliciosa actividad, como si las blanquiazules ondulaciones buscaran el descanso momentáneo, el reposo del guerrero para deshacerse, volver hacia atrás y abrazar otra vez la costa, quizás conjunción amatoria...

  El nombre del barrio es un clarísimo ejemplo de cómo evolucionó la palabra latina al castellano  (portus es ‘puerto, refugio’), nada original si recordamos que casi el sesenta por ciento de nuestro vocabulario procede de aquella lengua del Imperio Romano hoy considerada “muerta” (acaso imprudente apreciación: permanece en las lenguas derivadas). Y digo “nada original” y digo bien: la vocal “o” entre consonantes evoluciona frecuentemente al diptongo -ue- (ponte > ‘puente’; bonu > ‘bueno’; schola >’escuela’. Pero en catalán mantiene la -o-: escola ). Por tanto, portu(m) > ‘puerto’… mas no para algunos sectores de hablantes. 

 

EL PUERTILLO
EL PORTILLO

  Así El Puertillo es “El Portillo”, tal lo denominan nativos del distrito, nombre o topónimo rigurosamente correcto pues la tradición oral (desconozco si también escrita) mantiene la primigenia forma no transformada. Ni vulgarismo, ni incorrección ni rudeza lingüística: la lengua -discúlpeme, lector, tal machacona insistencia- es propiedad de los usuarios. Y las academias no están para imponer, así entiende su trabajo la correspondiente Canaria de la Lengua (ACL): notaria, da fe de variantes dialectales. 

  Pero nunca corrige, simplemente investiga y constata la riqueza de nuestra variante. (Por tal motivo la construcción “pega a ponerse ruin” usada en el título de este artículo tampoco es vulgarismo o incorrección: forma parte de mi patrimonio léxico aprendido en Sardina del Norte, Gáldar, registrado en el Diccionario Básico de Canarismos de la ACL (“pegar” es ‘comenzar’; “ruin”, en este caso, es ‘desapacible’.)

 Esta bella imagen de la mar, pues, es para mí la interrelación o simbiosis Sardina del Norte - Portillo, rincón arehuquense donde recordé cuarenta años atrás con apacible adelanto (el subconsciente) que entre mis amigos sardineros de infancia y yo había algo diferenciador, acaso extraño incluso hasta en la expresión oral. Y otra imperecedera, inmortal o eterna estela permanece porque desde los finales años cincuenta e iniciales sesenta se impusieron en mi aprendizaje los desajustes sociales, cuya injusticia ya entendí en edad de puretilla: por suerte, tales atropellos me marcaron caminos, rumbos, senderos, destinos y comportamientos. (Fue, sin duda, la primera gran lección magistral que aprendí tras el trato con los otros, los demás, hijos y nietos de pescadores.)

SARDINA DEL NORTE
SARDINA DEL NORTE

  Supe de mareas altas y bajas, llenas y vacías, rebosos o mar de fondo, aguas como un plato o con rizos hechos por el tiempo de abajo, el aldeano; aprendí sobre guelderas, nasas, manteríos, chinchorros, copos, nocturnas caladas a veces para un puñado de tapaculos (Cuba, Canarias...); memoricé chalanas, “falugas” al decir del Gordo, los Peña, parales, panas para proteger las barquillas cuando el sol caía perpendicularmente cargado de trillones de kilocalorías; padecí mancadas en manos y piernas por las púas de algún chucho, más por autodefensa que por directo ataque,  de erizos negros, de colores (cargados de anaranjadas huevas) y erizas de larguísimas púas clavadas en nuestros cuerpos y que solo salían cuando la mar empezaba a subir; conocí sobre pulpiadas, calamariadas, lapas de fondo y burgaos, clacas del Farallón, machomorenas (“¡Jo morenita jo, jo morenita jo que vienel macho y te come la casná, jo!”)...    

PESCA DE MORENA CANARIAS 7
PESCA DE MORENA CANARIAS 7

  Y un día descubrí por qué había “algo diferenciador” entre amigos sardineros de mi edad y yo: algunos pasaban hambre. Yo no. Más: con un trozo del chocolate inglés de mi merienda conseguía gratuita mano de obra para empatar anzuelos, cargar con el vidrio cuando echábamos la gueldera desde “el baby” o era precisa alguna inmersión a la búsqueda de erizas para el engodo… Gran aprendizaje, digo, para la vida. (Por suerte también evolucionamos los humanos, y con la transformación puede llegar la concienciación social.  A veces, claro.)

  Sí: la Montaña de Gáldar, a la izquierda, imponía desde su lejana presencia más identificación entre El Puertillo y Sardina a pesar de las diferencias. Pero cuando uno se cría a orillas de nuestra isleña mar se rompen las desemejanzas y todo se vuelve “Atlántico infinito, tú que mi canto ordenas” a la manera del moyero poeta Tomás Morales… con ímpetu ferviente.

TOMÁS MORALES
TOMÁS MORALES

* La casa de mi tía agradece la gentileza de Nicolás Guerra Aguiar

nicolás guerra reseña
nicolás guerra reseña

 

 

MANCHETA MAYO 22