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martes, 16 de abril de 2024 13:58h.

El dolor que persevera - por Erasmo Quintana (2017)

 

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Nota de Chema Tante: En estos momentos complicados, Erasmo Quintana prefirió suspender su colaboración. Pero yo no he querido que esté ausente este sábado que, quizá, sea el de la recuperación. Por eso he rescatado este texto suyo, de 2017, que creo que viene muy a cuento.

El dolor que persevera - por Erasmo Quintana (2017)

 

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"El dolor que persevera", Erasmo Quintana

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El dolor que persevera - por Erasmo Quintana *

dolor

Se nos va la vida huyendo del dolor, el cual evitamos en la medida de lo posible. Éste no es exclusivo de los humanos, lo sufre también los demás seres de la Creación a los que nos parecemos. En cierto modo, algo nos distinguimos de ellos porque al dolor físico o patológico de los primeros se une el dolor psicológico o dolor del alma. A veces es imposible delimitar cuál de los dos es el más daño que nos hace, si un intenso dolor de muelas, un dolor de cabeza, la amputación de miembros en accidente, un cáncer avanzado…; por contra una traición, la pérdida de un ser querido, un desencanto o el hundimiento en una gran depresión. Estos episodios a veces suelen ser más dolorosos que los físicos por grandes que aquéllos sean, porque un calmante según de qué se trate, puede hacerlos desaparecer, pero los del alma perseveran al ser de origen psicológico, de la entraña misma del inconsciente y con recidiva en algunos casos, por lo que su solución es más compleja y duradera en el tiempo.  

felicidadLo contrario del dolor es la felicidad plena, el bienestar del cuerpo y del espíritu; ese estado ajeno al dolor y tan lleno de satisfacción de los sentidos y deseos en la cumbre de alcanzarlos, aunque es verdad que ciertos placeres pueden producir dolor; actitud placentera, remansada de encuentros plenos íntimos y sin sobresalto; todo esto es en síntesis lo que pudiéramos llamar felicidad. Pero ese estado aureolado de inmensa alegría que se complace en el disfrute de un bien perseguido no es duradero, lo es a ráfagas, inestable y huidizo. No existe la felicidad de forma continuada, alargada y sine díe. Se es feliz por momentos en que todo se nos aparece de una forma singular, iluminada y que nuestra naturaleza parece levitar haciendo del regocijo y bienestar una aprobación sin límites de todos cuantos nos rodean; ese dulce estado de ánimo lo queremos compartir, deseamos que todos se sientan livianamente elevados, tan afectados de pleno bienestar como nosotros.

El dolor obedece a otro tipo de naturaleza; es de orden fisiológico-patológico, que se puede evitar con analgésicos como la morfina. El dolor puede ser ocasional y leve, o intenso, insufrible y continuo. Yo quedé marcado de por vida, pues siendo joven mi padre me encargó el asistir al domicilio de su cliente y amigo, Chanito Rodríguez, que padecía cáncer de próstata, para pelarlo y afeitarlo. Debía estar su mal tan avanzado que el tratamiento ya nada le hacía, por lo que era terrible oír aquellos desgarrados alaridos de dolor, con lo que el jovencito que yo era  salía totalmente descompuesto y con pesadillas de noche.

Hoy por suerte ese dramático espectáculo no se da. Ahora hay unidades de Cuidados Paliativos, que hacen lo que pueden, pues por ignorancia, el fanatismo y los prejuicios morales religiosos operan como apisonadora de los derechos del enfermo. La cuestión desaparecería si se aprobara la eutanasia en nuestro país. No sabemos por qué en una nación democrática como la nuestra esto no se ha resuelto todavía. ¿El problema es de la Iglesia Católica? No lo creo. Si el papa Francisco, o el emérito Benedicto XVI -ahora no caigo-, dijo que el Infierno no existe, lo de evitarle al moribundo un sufrimiento innecesario se podría hacer aún contraviniendo (¿los Concilios de Trento -siglo XVI-)?, cosa esta que es evidentemente mucho más fácil.

En el programa de gobierno del nuevo PSOE está aprobar la eutanasia. Por su parte, el conservador Partido Popular, que en su inmovilismo es feliz manteniendo todo tal cual, no parece dispuesto a la reforma y así continuará en comunión con la Iglesia trentina, nunca cerca del amor y la comprensión de quien desea morir en paz, sin sufrimiento, no obligándolo contra su voluntad a abandonar este mundo de la más indigna manera: alargando su agonía deshumanizada enganchado a una máquina.

* En La casa de mi tía por gentileza de Erasmo Quintana 

ERASMO QUINTANA RESEÑA