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jueves, 28 de marzo de 2024 08:39h.

El alcaldable que llegó a presidente - por Nicolás Guerra Aguiar



Román Rodríguez "ídem" es la figura que protagoniza este artículo de Nicolás Guerra Aguiar. Todavía espero la ocasión en que tenga que discrepar de algo que diga este mi coincidente amigo. Pero no es tampoco esta vez. Lo que dice este texto, lo asumo como mío. E invito a leerlo con ecuanimidad, para que se vea que romásn Rodríguez es una de las más firmes esperanzas políticas que tiene Canarias, en estos abrumadores tiempos.  

El alcaldable que llegó a presidente - Nicolás Guerra Aguiar

 Quien llegó a ser presidente del Gobierno de Canarias en una etapa ya algo lejana (1999-2003) y que iba para candidato al Ayuntamiento capitalino había iniciado su actividad político-administrativa en un Gobierno supuestamente nacionalista, el de CC, aunque en apariencia se trataba de un casi perfecto entramado puesto al servicio de otros intereses, unos de proyección personal, otros de perspectivas más ambiciosas, alguno de satisfacciones ególatras. Valga un ejemplo: su jefe directo, el señor consejero de Sanidad, fue un nacional castellano muy conocedor de mareas, corrientes y puentes marítimos pero sin relación emocional con Canarias, toda vez que había llegado aquí unos años antes. Pero alguien hizo el milagro y, de repente, sin cursillos ni adaptaciones, pasó de mesetario a regionalista insular, aunque bien es cierto que le dejó hacer como director general del Servicio Canario de Salud, de cuyos logros también se benefició, claro.

Si don Román Rodríguez ídem -actual portavoz parlamentario de Nueva Canarias- hubiera nacido en Macondo, quizás habría acompañado frente al pelotón de fusilamiento al coronel Aureliano Buendía de Cien años de soledad. Porque aquel médico fundador de Unión Nacionalista de Izquierdas también sufrió emboscadas y atentados -como el personaje literario de García Márquez- a poco de iniciar su andadura en la presidencia del Gobierno de Canarias. Cargo al que llegó, parece, no por la generalizada creencia de que fue todo producto de una muy hábil maniobra del señor Olarte Cullen, sino porque al no haber entendimiento entre sectores de Coalición un directo colaborador suyo, disidente después, presentó su nombre al señor Hermoso y fue aceptado como provisional solución. Y es que las ambiciones y los intereses seguían más entregados a rendimientos, utilidades y provechos que a la administración de una Canarias tradicionalmente maltratada desde el centralismo madrileño, el cual se había cargado en los años setenta los últimos reconocimientos a la singularidad insular, así lo denunció con rigor la revista Sansofé.

Tal como el coronel de la novela, el presidente Rodríguez ídem participó en decenas de guerras que le hicieron sus coaligados socios en aquellas cosas del poder, belicosidades que se iban fortaleciendo a medida que pasaban los meses, y no hay peor enemigo que el supuesto mejor amigo. Porque quienes habían movilizado al pelotón de fusilamiento y dieron las órdenes de «¡preparados, apunten, fuego!» no militaban en los debilitados PSOE / PP, sus teóricos contrincantes nacionales en cuanto que arraigaban pensamientos en Madrid, más los populares que los psocialistas del señor Saavedra, también es cierto.

Y fue curioso: el PP del dimitido señor Bravo de Laguna permaneció fiel al pacto, lo que no hicieron pronunciados prohombres poderosos que dominaban las dos orillas de Canarias, uno en Tenerife, el otro en la Gran Canaria. Y como se trataba de aliados malintencionados, ambos a la vez ordenaron la ejecución que habría de devolver a la realidad de los mortales a quien quiso repetir en el cargo –osado- cuando ya todo estaba decidido para que el señor Martín Menis fuera el nuevo presidente. Este llevaría consigo a su aliado del alma en Gran Canaria como consejero de Economía y Hacienda, por más que –otra vez los pactos y las palabras que se vacían de contenidos- le habían ofrecido al señor Rodríguez ídem la vicepresidencia y la consejería ¡que ya estaba concedida en el nuevo reparto! Así, el poder fue recuperado por ATI, bastión fundamental en una concepción de la política que no podía encajar con los intereses de Canarias aunque, en realidad, por tales tiempos no se sabía dónde empezaba la cosa pública y dónde acababan los consejos de administración.

El gobierno (1999-2003) es un calvario por el continuo torpedeo a que se ve sometido a causa de razones interesadas como, por ejemplo, grandísimas apetencias personales y empresariales, en aquel momento juntas de mancomún como defensoras de urbanizaciones turísticas sin orden ni concierto. Queda claro que para muchos políticos con poder y capacidad los intereses públicos de Canarias y el modelo de desarrollo sostenible no son los suyos. Es decir, aquel Gobierno decreta la suspensión del millón de camas para ordenar racionalmente el disparatado sector turístico e incluye la no urbanización de Veneguera. A la par, otros intentan engolosinar a multinacionales neoyorquinas con la costa virgen de aquella geografía insular. En definitiva, quizás dos concepciones antagónicas: capitalismo, sí, pero racional (¡nunca fue razón!), frente a política empresarial desde la esencia de la política oficial.

¿Quedó, pues, algo de aquel cuatrienio de infiernos y de su etapa anterior como director general de Asistencia Sanitaria y director del Servicio Canario de Salud? Sin apasionamientos y con perspectiva, y siempre discutible en cuanto que se tendió a macroconstrucciones, ahí están las obras: hospitales Doctor Negrín, de La Palma, Gomera, Hierro, el Plan Director de Candelaria, 127 centros de salud, hoy todos con terribles desequilibrios y desajustes que afectan, como siempre, a los nada responsables.

Por sus intervenciones públicas -¿estrategia, habilidad, convicción, ajuste emocional y racional?- parece que el señor Rodríguez ídem abandonó aquel encumbramiento vanidoso y rayano en el despotismo irracional del que se había revestido desde su llegada al poder y cuando perdió la presidencia, tal fue la creación de Nueva Canarias, al menos en apariencia: si no repito como presidente, me voy con los míos, y podré hacerles mucho daño. Quizás fue que no quiso aceptar como de carambola su arribada a la presidencia, pues nunca la había soñado. Pero se prestó a pesar de todo, y bien es cierto que al principio y en medio le quedó muy ancha, vanitas-vanitatis.

El señor Rodríguez ídem es un hombre inteligente y, como tal, ha sabido colocar las cosas en su sitio, o al menos así parece desde fuera tras una aparente cura de humildad, aunque también es cierto que pactó (¿por quién?) con CC en las elecciones al Parlamento español, contradictorio. Sigue con malas amistades, muy malas políticamente, pero no existe la democracia perfecta, hay vividores en ella, y lo reconoce, y mucho torpe, pero si están allí es por decisión popular. Y son los mismos que de forma obscena tienen una sola misión en la vida: enriquecerse. Y los votantes lo saben, él lo denuncia. ¿Maniobra, estrategia, nueva táctica para permanecer en la política? ¿Y por qué no maduración, reconocimiento de su condición humana, alejamiento de su inicial endiosamiento? No hay sistemas perfectos, por eso discrepamos racionalmente. Pero que las pasiones son malas consejeras ya lo sabe Canarias, vaya si lo sabe.