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martes, 21 de mayo de 2024 07:56h.

El espectáculo de la información - por Rafa Dorta

Las imágenes reales del descarrilamiento circulan a toda velocidad, como sangre que corre por las arterias de la red, y llegan hasta el último dispositivo táctil, hasta la última terminal unida a unos dedos nerviosos que se afanan en descubrir los detalles...

El espectáculo de la información - por Rafa Dorta

Las imágenes reales del descarrilamiento circulan a toda velocidad, como sangre que corre por las arterias de la red, y llegan hasta el último dispositivo táctil, hasta la última terminal unida a unos dedos nerviosos que se afanan en descubrir los detalles. Sabemos la velocidad, aceleración, hora, minuto, segundo, número de fallecidos, heridos, ingresados, dados de alta, identificados y sin identificar, aún, como es posible, la tragedia servida con minuciosidad, y más entrevistas, más morbo, más escabrosidad, declaraciones de los familiares, la opinión de los psicólogos, el Rey muy afectado, expertos explican, Rajoy de luto oficial, debates, se abrirá una investigación, la ministra afirma que la red es segura, aumenta el número de muertos…

La desgracia del accidente es tendencia del día, o de varios días según el jugo que se le consiga extraer; en todo caso no durará mucho tiempo, menos que Bárcenas, mucho menos que Urdangarín y la infanta, pero más que la denuncia fiscal a Messi, mucho más que la enfermedad de Tito Vilanova, un poco más que la sentencia de Matas, dependiendo del interés de las volubles audiencias. Porque a la hora de vender información, las diferencias entre los casos de corrupción, un accidente mediático, las rebajas del Corte Inglés o los nuevos fichajes del Barça y del Madrid, simplemente, han desaparecido. Cambian los protagonistas, pero lo importante es la repercusión que alcanza y así rellenar horas y horas de banalidad superflua, de fotos, imágenes desde ángulos inverosímiles que se puedan descargar en cualquier soporte.

La cultura del espectáculo reina sobre todas las cosas, animadas o inanimadas, bellas o feas, contenidos sin contenido real, y lo más sorprendente -si es que la palabra que define la capacidad de sorprenderse permanece todavía quieta en el diccionario- es la absoluta falta de memoria, como un efecto no tan secundario que sucede a la inmediatez de la información, confiriéndole un carácter intangible, olvidadizo, como el agua que se escurre por el desagüe y que nunca volverás a ver.

Los medios compiten entre sí por sobrevivir en un vano intento por seguir agarrados al clavo ardiendo de la intermediación entre los poderes y la ciudadanía, pero les ha salido un nuevo competidor global, que les lleva ventaja, porque está en todas partes; pues siempre hay alguien con un móvil, una tableta, o cualquier otro penúltimo producto de alta tecnología con sobrada capacidad para grabar la imagen o escribir un comentario en tiempo real y enviarlo sin publicidad de por medio, como un corresponsal emitiendo la noticia que se expande a través de nuestra curiosidad por saber y compartir con otros. Y así se van disolviendo los recortes de prensa, las últimas víctimas se mezclan con los famosos en Ibiza, lo que va a pagar Florentino por un jugador, datos del paro estacional, y una trilogía best-seller para entretener el tedio de la vida al calor del sol que más caliente.