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El Partido Popular tiene todos mis respetos... mas no mis confluencias. Y mantengo tal miramiento hacia la entidad porque representa la voluntad de millones de españoles y estos, a su través, ejercen el derecho constitucional a participar en los asuntos públicos. Por tales razones (y muchísimas amistades personales) le recomiendo estabilidad emocional, control ante agrios apasionamientos e imprescindible contención lingüística. (La elección de sus aliados escapa a mi opinión.)   

  Esta institución política actuó como Gobierno nacional (monocolor o con el apoyo de la independentista Convergencia i Unió catalana). Según encuestas podría recuperarlo siempre que la extrema derecha le dé su apoyo. Lo cual, dicho sea de paso, podría significar el abandono del identificador centroderecha ideológico propugnado por la extinta Alianza Popular -AP-, germen del actual PP: su asociado reclamaría ministerios... como hizo el marxista-leninista-comunista-judeo-masónico-bolivariano Podemos (¿quizás "Gobernación"?)

  El señor Núñez Feijóo, presidente de la Xunta de Galicia, sucedió en la dirección del PP gallego al señor Fraga Iribarne. El pasado enero cerró el acto central del homenaje al exministro franquista: se cumplían diez años de su muerte. Durante la intervención   (El Mundo) “Feijóo destacó también la importancia de Fraga como ‘figura fundamental’ de la política española como fundador del gran partido de centroderecha en España y uno de los padres de la Constitución que ‘trajo al país libertad, bienestar e igualdad’. 

  El señor presidente gallego -también ejerce su indiscutible libertad de expresión- puede loar, exaltar virtudes, pregonar méritos de su antecesor en ambas presidencias, faltaría más. (Hombre inteligente, el señor Fraga vio la necesidad del imprescindible cambio. Pero eso sí: dentro de un orden.) 

  Tales elogios pudo hacerlos a la manera del romano Virgilio cuando enaltece la figura del emperador Augusto (“del linaje de los dioses”) en La Eneida -libro de texto en mi preuniversitario-; del machadiano poema “Llanto […]  de don Guido” (“...y están / las campanas todo el día / doblando por él din-dan”) o acaso de Manrique al “grand Condestable” (“Estas sus viejas hestorias / que con su braço pintó”).  Pero prefirió loarlo como “uno de los padres de la Constitución que trajo libertad” y fundador del partido de centrodiestra (ajeno a conglomerados de radicalderecha).

  A partir de las presidenciales palabras arriba transcritas hago dos argumentadas observaciones sobre las mismas, quizás cuatro si subdividimos la segunda. Llevarían como etiquetas los siguientes encabezamientos: 1. El Partido Comunista de España (PCE) también formó parte de la comisión constitucional. 2. El término “libertad” no fue predilecto del señor Fraga durante el franquismo. Vayamos, pues, por partes.

  1. Me resultó llamativo, ilusionante y esperanzador que allá por 1977 el líder de AP –a un bienio de la muerte del dictador y con cuatro angelicales añitos el señor Casado- presentara al secretario general del PCE en el Club Siglo XXI y, al final, se abrazaran (ambos sabían que no habría constitución democrática ni aceptación europea si el PC no formaba parte del pretendido proceso democratizador). Cuarenta y cinco años después me desorienta que el señor Casado y subordinados salgan corriendo hacia la pila del agua bendita tras usar la voz “comunista”, como si mentaran el Infierno de azufre y calderos de plomo hirviendo.

 (¡Qué lección la del señor Fraga! A fin de cuentas también había sido profesor universitario. Pero claro: se trataba de sentido de Estado y capacidades intelectuales frente a la actual mediocridad dominante y a los treinta / cuarentaañeros cuyas únicas nóminas han salido de parlamentos, ayuntamientos...)

  2. La palabra “libertad” empleada por el señor presidente de la Xunta vale para la Constitución aprobada por los ciudadanos (1978). Pero no fue, precisamente, sublimación espiritual para el señor Fraga. Adelanto como argumentos la represión periodística llevada a cabo por SU Ministerio franquista y ultraconservador tras la aprobación de SU Ley de Prensa e Imprenta (1966) y la sanguinaria violencia policial  en Vitoria (1976): el señor Fraga era ministro de Gobernación (hoy, Interior).

 2.1. Fraga Iribarne fue ministro de Información y Turismo entre 1962 y 1969. Los dos primeros años -1966 / 1967- desde la aprobación de la citada ley fueron secuestrados un semanario de la Acción Católica, cinco revistas (una, Mundo Social) y dos libros (de Isaac Montero y Robert Payner, respectivamente); dos directores de periódicos (ABC, El Alcázar) y el de Cuadernos para el Diálogo resultaron expedientados; se inició procesamiento judicial contra el director de la Agencia Pyresa; fue expulsado como director de Cuadernos el exministro de Educación Nacional, señor Ruiz-Giménez; el joven preuniversitario canario Salvador Sagaseta, menor de edad, es sometido a consejo de guerra (con el redactor-jefe y director en funciones de Diario de Las Palmas -DLP-) por “Injurias a las Fuerzas Armadas españolas” (publicación de un poema de Pedro Lezcano -”Consejo de paz”- en el periódico. Al año siguiente se incluye al poeta).

  En 1967 el Ministerio del señor Fraga presenta querellas contra una revista y dos periódicos (otra vez DLP); secuestra dos diarios y un semanario; lo mismo les ocurre a tres libros y, por segunda vez en el año, a DLP; expedienta administrativamente a seis directores de periódicos (entre ellos, el de La Provincia); dos revistas sufren el segundo acoso; hay sanciones económicas a dos directores de agencias informativas y a otros tres de revistas; se cancelan las credenciales a dos periodistas europeos (son “la mentira europea”); los militares reabren el consejo de guerra contra Salvador Sagaseta (todavía menor de edad), el redactor-jefe de DLP e incluyen al poeta Lezcano. (La revista canaria Sansofé padeció diez expedientes… y el cierre, 1972: artículos de la ley fraguista.)

   2.2. El 3 de marzo de 1976 los huelguistas obreros vascos encerrados en una iglesia de Vitoria salieron de ella. La Policía los reprimió con agresividad: murieron cinco personas -fuego real- y hubo ciento cincuenta heridos. Posteriormente se produjeron otras dos muertes en las manifestaciones de protesta por la actuación anterior. (“La calle es mía”, había pregonado el ministro de la Gobernación, señor Fraga Iribarne, antes del inicio de una manifestación por el 1º de mayo, 1976).

  ¿De qué libertad hablamos, señor?

* La casa de mi tía agradece la gentileza de Nicolás Guerra Aguiar