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martes, 21 de mayo de 2024 07:55h.

Madrid triste - por Rafa Dorta

Leyendo este artículo-crónica viajera de Rafa Dorta sobre la tristeza del Madrid de hoy, no puedo evitar recordar que Madrid tiene una historia heroica de resistencia. La última vez, cuando la guerra civil, en que para tomar Madrid la derecha alzada en armas tuvo que recurrir a la traición de Casado. Una resistencia, además, cargada de alegría y esperanza, dentro del sufrimiento y la tragedia. Pero ahora Madrid, como el resto de los pueblos que van a la deriva en este estado español, parece haber bajado los brazos. Ya no hay alegría ni resistencia en Madrid. Y otra vez la derecha, alzada con otras armas, aparentemente menos violentas, pero igualmente crueles y letales, se apresta a reconfirmar su victoria y su dominación sobre la gente. Están volviendo a pasar, y no hacemos nada. Lean el texto de Rafa.

Madrid triste - por Rafa Dorta

Las calles sucias de Madrid entristecen este agosto de luz ensimismada. La gente deambula bajo el sol mirando de reojo a los inmigrantes que aún sobreviven trabajando en el restaurante o en la licencia de taxi compartida.

En el centro, muchos negocios ven pasar de largo a grupos de turistas muy bien intencionados y sin ninguna intención de gastarse los pocos euros que llevan consigo, salvo para sacarse la instantánea suvenir de recuerdo en la Plaza Mayor con el desvencijado busto flamenco y el descolorido capote taurino, o para cumplir uno de sus principales objetivos logrando conseguir la muy cara camiseta oficial de Cristiano Ronaldo y poder lucirla durante el resto del viaje organizado.

La Cibeles está rodeada de mástiles con banderas rojigualdas ondeando al paso del ruido. El ayuntamiento llena los espacios públicos de nacionalismo español tratando de levantar la imagen de un orgullo patrio con la autoestima por los suelos y el estigma del deterioro galopante, con las únicas excepciones de algunos exitosos deportistas de élite y un par de grandes empresas y Bancos, que ven aumentar su cotización en sentido inverso a la devaluada marca país.

La capital política de una España cada vez más compleja y dividida en diecisiete complejidades que deambulan como insomnes por un territorio frágil y poblado de enormes incertidumbres. Madrid, complejo alarde de equilibrios, lugar de ida y vuelta. Madrid del eterno retorno, la ciudad en la que siempre me reconozco, la del oso y el madroño, la del olor a porras con café, la de los ecos de aquella transición ochentera hacia la marcha y el aperturismo, la capital cultural, la de los bares que no cierran nunca, la de Lucio, la de aquí no hay playa, la de la barca de remos en El Retiro, la del arco iris en Chueca y las pijas en Salamanca, la del chotis y el rastro, la los teatros llenos, la de las salas de cine a cualquier hora, la del Sabina que nos contó Madrid como hizo Woody Allen con Nueva York, la castiza de los antiguos hostales para señoritas y la del último grito en diseño contemporáneo, la de los museos por la noche en blanco, la de las terrazas con toldos y ventiladores con chorros de vapor húmedo, la del parque infantil,  la de la tortilla y el sushi, la de los mercados, la de las estaciones de tren, origen y destino de millones.

Madrid, acogedora de sueños, suda la tristeza Madrid, la de los educadores, la de los funcionarios, la de los trabajadores sanitarios, la de los jóvenes desempleados, la de los jubilados del copago farmacéutico, la de los desahuciados, la del cabreo de pelo en pecho con la camisa de botones abierta y la de la resignación que camina en cholas con bata y rulos.

La luna llena este agosto de falsas expectativas, refrescando el asfalto, brillan los tejados de Madrid, los anuncios en las pantallas gigantes de Callao iluminan el cansancio, los colores proyectados en las ventanas del edificio olvidado, la fantasía que tapa lo que late dentro del corazón de la dulce y salvaje Madrid, la vida en vilo, las tapas en el escaparate, la asamblea ciudadana con un proyecto de líder sin horario y el micrófono hablando en medio de la nada. Septiembre aguarda, el golpe de realidad a la vuelta de la esquina, Madrid es una sorpresa detrás de cada esquina, la prostituta acelerada, el mendigo con techo de cartón, el traje largo de la señora repeinada, el botellón brutal, un chino aquí, la mallorquina, un ruso allá, la suerte en doña Manolita, porciones de pizza para llevar, la catedral del jamón, un muchacho en bicicleta, lacón con grelos y tinto de verano, Aitana Sánchez Gijón con un gin-tonic a las seis de la tarde en el mercado de San Antón, un grupo de mejicanos cantando rancheras en Sol, una vieja desdentada bailando. En Madrid se funde toda Latinoamérica, trozos de Asia, África, Europa, América, Oceanía, océano seco de espejos multicolores, crisol de esperanzas, diapasón que marca el ritmo de los transeúntes.

Madrid se vuelve a descubrir siempre. Madrid nace, muere y renace. Madrid duerme y despierta otra vez a cada segundo que pasa y las horas descuentan el futuro. Madrid se llena y se vacía como la madre sabia que ríe de tristeza porque conoce muchas historias. La mueca del payaso hinchando globos en la puerta del zoo es la propia historia que agoniza. Madrid es el tiempo congelado en un semáforo mientras todo sigue girando.      

Y seguirá girando.