Un obispo católico y un olvido - por Nicolás Guerra Aguiar *

Cuando Luis Alfredo Arango, poeta guatemalteco, se paró en la calle para contemplar el silencio de un grupo de personas quedó perplejo, anonadado. Sin palabras, claro, maldijo a todas las “Companys” norteamericanas que desde 1901 se habían apoderado de su país gracias a corruptelas, prevaricaciones, putrefacciones éticas, generales que desenvainaban su espada para ordenar cargas contra la población  cuyas miserias, viles afrentas y esclavitudes aumentaban de año en año. Mientras, los gringos seguían desviando multimillonarios beneficios agrícolas hacia bancos estadounidenses salvo, claro, la parte proporcional con la cual continúan pagando las colaboraciones de mandatarios guatemaltecos. 

  Triste y apesadumbrado acompañó también en silencio a quienes formaban la comitiva fúnebre de tal tragedia. Y a la manera de los clásicos griegos echó manos a  palabras  y versos para impactar el sepulcral panorama: “Vi sepultar a un niño muerto / en una caja de cartón. / (Esto es verdad, y no lo olvido.) / Sobre la caja había un sello: / General Electric Company-/ Progress is our Best Product […] / ¡Feliz año, señor algodonero! (Olvídese de los intoxicados.) / ¡Feliz año, salud, vida y dinero!”.  (Pero igual podía haberse leído en la caja United Fruit Company, Bluefields Steamship Company …)  

   Corrían los años sesenta. Nicaragua venía cambiando de propietario... pero siempre relacionado con la familia Somoza, huida de su feudo poco antes del triunfo de la Revolución (1979), cuando EE UU consideró extinguido el pacto de sangre con los dictadores y ya no prestó a sus marines para imponer la libertad tan cantada por sátrapas, déspotas, tiranos... Inmediatamente el Frente Sandinista de Liberación Nacional (revolucionario de izquierdas en sus inicios) expropió a grupos de terratenientes con la idea de socializar las tierras productivas.

  Pero la inestabilidad interior y gravísimos atentados a los derechos humanos por sandinistas y oposición llevaron al poder a Violeta Barrios de Chamorro, candidata antirrevolucionaria. Tras varios gobiernos conservadores Daniel Ortega, expresidente por el Frente Sandinista (1985 - 1990), vuelve al poder y ejerce como dictador desde 2007. 

  A la manera de los Somoza impone el caudillismo familiar (su mujer es la actual vicepresidenta). Intelectuales, sindicalistas, profesores y miembros de la Iglesia católica -fieles al planteamiento ideológico de Sandino, revolucionario que entre  1927 y 1933 dirigió la resistencia nicaragüense contra el ejército de ocupación USA- se opusieron a su dictadura. Lo cual quizás explica, por sentido común, las represiones a sus antiguos aliados de izquierdas -desapariciones, asesinatos-, la persecución a religiosos pacíficamente revolucionarios y el ilegítimo encarcelamiento del actual obispo católico Rolando Álvarez.

 Por un periódico digital católico (cope.es) me entero de que la autoridad religiosa (curia episcopal en Matagalpa) había sido detenida y trasladada a Managua por la Policía Nacional. Se encuentra en arresto domiciliario (no especifica las razones de tal detención, pero El País digital intitula la noticia con el añadido “el obispo más crítico con el presidente Ortega”). Todo está a la espera “de ser exiliado forzosamente o trasladado a la cárcel”. 

  Pero no fue solo allanamiento del palacio episcopal. Junto al obispo fueron detenidos también siete colaboradores: primer y segundo vicarios; el rector de la Universidad Juan Pablo II; dos seminaristas; un  camarógrafo y otro sacerdote. (¿Serán acusados de organización de grupos violentos para "desestabilizar al Estado y atacar a las autoridades constitucionales"?) 

  Según COPE las conferencias episcopales  americanas, europeas; el Secretariado Episcopal de América Central; la Confederación Latinoamericana de Religiosos; ex jefes de Estado, expresidentes... “piden oraciones y que se respete la libertad en el país”.  (Pero, ¿respeto solo a la libertad religiosa? ¿Dejamos de lado, entonces, a quienes desde altas instituciones silenciaron -supuestamente- violadas inocencias infantiles?  ¿Nos conformamos con un “Hijo, los trapos sucios se lavan en casa”? El País).

  Sectores de la Iglesia católica de algunas naciones americanas no son -aunque conformen la misma entidad- una simple prolongación  de la europea. Se trata de sacerdotes hechos muchas veces en el incruento campo de batalla, críticos con gobiernos corrompidos, multinacionales y familias de recia tradición católica caracterizadas por explotaciones, feudalismos, esclavitudes… 

  Fue (es) la teología de la liberación, racionalmente asentada en la realidad social redescubierta tras el impacto del concilio Vaticano II: “El Episcopado Latinoamericano no puede quedar indiferente ante las tremendas injusticias sociales existentes en América Latina, que mantiene a la mayoría de nuestros pueblos en una dolorosa pobreza cercana en muchísimos casos a la inhumana miseria”. (Y el presidente Ortega, sátrapa y degenerado, persigue, encarcela...) 

  O lo que es lo mismo, la vuelta de algunos obispos, sacerdotes, pastores y laicos a las puras entrañas del cristianismo: Dios debe estar con los oprimidos, no con los opresores. Así, las dictaduras militares americanas no tuvieron reparos en secuestrar, torturar, asesinar a hombres y mujeres relacionados con el revolucionario planteamiento social.  (Mientras, poderosos sectores de la Iglesia oficial callaban… e incluso bendecían al poder.) 

  Pero la denuncia sobre la detención del obispo nicaragüense no es nada nuevo. Doce años atrás (LA PROVINCIA) también me referí al asesinato del obispo católico Óscar Arnulfo Romero (“la misión de la Iglesia es identificarse con los pobres”) en El Salvador, víctima de todos los males que afectan a la América Latina: la descontrolada explotación de sus riquezas naturales, el desprecio a la mano de obra, el medievalizado feudalismo basado en yugos y propiedades sobre bienes y personas. Por tales razones José Luis Escobar Alas, arzobispo, reclamaba  urgentes purgas entre la policía, los militares, los carceleros…: es inaplazable la lucha contra el crimen organizado. (El periodista Carlos Guerra Soria -“Crónicas de un viaje. Buscando América”- lo vivió en su experiencia personal: “...la violencia, en aquel lugar loco, lleno de iglesias y tipos armados...”.)

   Tiene la Iglesia católica, en fin, obispos comprometidos con el Evangelio. Pero a veces chocan con los intereses estratégicos de Roma, más seducida en su función como Estado, identificada con el inmenso poder terrenal. 

  Y en España calla también sobre la publicada lista de prelados españoles (El País, SER) “acusados de silenciar, ocultar y encubrir los abusos sexuales a menores en sus diócesis”. (¿Dos iglesias, acaso?)

* En La casa de mi tía por gentileza de Nicolás Guerra Aguiar