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jueves, 25 de abril de 2024 15:33h.

Poetas en Canarias, paisajes, mares… - por Nicolás Guerra Aguiar

Prestar atención a los sabios que en las cosas de la rigurosa investigación literaria son, acarrea grandes beneficios a quienes Natura no nos dio la extraordinaria capacidad analítica de aquellos. Y aunque me cabrea mi tremenda limitación –más: me emputa-, procuro siempre sacar algún beneficio para estas cosas de la escribanía las cuales son, a fin de cuentas, pretendidas ordenaciones de palabras que digan algo, claro,  porque para vacíos de contenidos ya hay quienes figuran en aquello tan serio de la Política, hoy refugio de mediocridades.

Poetas en Canarias, paisajes, mares… - por Nicolás Guerra Aguiar

  Prestar atención a los sabios que en las cosas de la rigurosa investigación literaria son, acarrea grandes beneficios a quienes Natura no nos dio la extraordinaria capacidad analítica de aquellos. Y aunque me cabrea mi tremenda limitación –más: me emputa-, procuro siempre sacar algún beneficio para estas cosas de la escribanía las cuales son, a fin de cuentas, pretendidas ordenaciones de palabras que digan algo, claro,  porque para vacíos de contenidos ya hay quienes figuran en aquello tan serio de la Política, hoy refugio de mediocridades.

  Uno de los estudiosos de quienes aprendo –ciencia, rigor, seriedad- me redescubrió dos trabajos del profesor Valbuena Prat, catedrático de Literatura que lo fue en la Universidad de La Laguna (enero de 1926-1930) desde los veinticinco añitos de su primera juventud. Y lo beneficioso de la cosa para Canarias es que, por méritos, debía corresponderle Murcia en la oposición a las dos cátedras. Pero chanchullos, cartas, recomendaciones y desprecios (entre ellos los de Pedro Salinas) a tan joven opositor consiguieron lo que su contrincante por sí mismo (Jorge Guillén) fue incapaz: el doctor Valbuena Prat quedó el segundo aunque currículo, tesis, investigaciones y revolucionario planteamiento superaban al futuro poeta del 27. Pero, ironías de la vida: tras la Guerra Civil, es desterrado por cinco años a la cátedra de Murcia, entre otras causas por sus comentarios negativos sobre el asesinato de un poeta canario, Luis Rodríguez Figueroa, diputado izquierdista arrojado en alta mar en octubre de 1936: <<De las noticias que poseemos se desprende que ha sido fusilado por los rebeldes, en tierras de Canarias; hecho lamentable que habría que añadir a la serie que culmina en la muerte del gran Federico García Lorca>>, escribió en su Historia de la poesía canaria (1937).

  Sin embargo, gracias al juego sucio de Salinas-Guillén (consagrados poetas del 27), Valbuena Prat llegó a La Laguna y consiguió la revolución para los poetas canarios: por primera vez iban a ser estudiados desde la universidad aunque <<Canarias es totalmente inaceptable>> como destino para Jorge Guillén, escribe Pedro Salinas. Y también lo fue para el propio Valbuena, a quien le resultó imposible encontrar determinados textos que necesitaba para otras investigaciones. Quizás por esa razón opositó (y obtuvo) a la cátedra de un instituto catalán, y ganó después la correspondiente de la Universidad de Barcelona. Pero los tres años de permanencia en Tenerife (pasó uno en Puerto Rico) fueron de extraordinaria importancia para el descubrimiento de muchos poetas canarios que, gracias a él, pudieron proyectarse más allá del islamiento (a-isla-miento) unamuniano.

  <<Dos poetas canarios del Siglo de Oro>> (1929) y <<Unamuno y Canarias>> (1930) son artículos del profesor Valbuena publicados, respectivamente, en el periódico <<La Tarde>> y en <<La Gaceta Literaria>>, recogidos en una edición del jovencísimo don David González Ramírez, de la universidad de Málaga, y cuya investigación se centra en la prosa del Siglo de Oro (la más próxima a la picaresca) y La historiografía literaria española, con especial dedicación a la inconmensurable obra histórico-crítica del excatedrático lagunero. (Por llamativo y curioso, nada frecuente en estas ínsulas, no me resisto a transcribir la dedicatoria al investigador a quien me refiero: <<…que atesora un inmenso caudal de documentos sobre la lírica canaria>>.)

  Que Canarias es tierra de poetas lo demuestra el profesor Valbuena Prat en la Historia de poesía canaria (1937, tomo I y único). Y es que,  salvo excepciones, la narrativa es muy nueva, deben pasar unos años para estudiarla con serenidad; el teatro, inexistente. Así, desde los primeros vates conocidos (Cairasco de Figueroa y Antonio de Viana, siglo XVII) hasta los últimos consagrados (Miguel Martinón Cejas, Eugenio Padorno, Pepe Junco Ezquerra, por solo citar a tres que viven físicamente), una larguísima lista de ellos (incluso como conjunto: románticos, modernistas, vanguardistas, sociales, novísimos…) muestra la exquisita producción, aunque bien es cierto que a veces determinados movimientos se circunscriben, en términos generales, a una Isla concreta, tales son los casos (con la máxima flexibilidad) del Romanticismo (Tenerife) o del Modernismo (Gran Canaria).

  Hace ya muchos años, muchos, la Consejería de Educación del Gobierno de Canarias me invitó a impartir un Curso sobre literatura canaria en nuestra provincia. Y a Fuerteventura llevé, obviamente, sonetos y prosa de Miguel de Unamuno que había recopilado otro sabio canario casi desconocido, Francisco Navarro Artiles (autor de Teberite, Diccionariode la lengua aborigen canaria) en una edición publicada por el Cabildo majorero: Unamuno en Canarias. A lo largo de una jornada  estuvimos trabajando sobre el soneto “Ruina de volcán” (figura en De Fuerteventura a París) que es, en mi opinión, uno de los más conseguidos por el pensador vasco-salmantino. Se trata de una visión casi dantesca de la geografía majorera (rüina, descarnada por la sed, desnuda, desolada, sufrida, ermitaña, mar,  esquinudas camellas, aulagas, pan en esqueleto, tierra de escorial…) y al que el profesor Valbuena –descubro- se refirió en su discurso-inauguración del curso académico 1926-27, universidad lagunera. Reconozco mi imperdonable desconocimiento de aquel trabajo, aunque también es cierto que nadie me lo dio a conocer en las aulas. Pero sí me satisface, pasados los años, descubrir que mi estudio del soneto en aquel Curso y, después, en las aulas, caminó por los caminos del profesor Valbuena.  Todo un honor para mí, por supuesto. Y un impacto emocional.

     También en:

  http://www.canarias7.es/articulo.cfm?Id=274404