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viernes, 26 de abril de 2024 10:00h.

Preguntas sobre Ucrania y la transición hacia un nuevo orden mundial - por Pablo Gandolfo

 

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OCCIDENTE

Preguntas sobre Ucrania y la transición hacia un nuevo orden mundial - por Pablo Gandolfo *

La guerra en Ucrania y los escenarios por ella disparados no suponen un conflicto como otros, sino un capítulo de una larga transición hacia una nueva configuración del orden mundial con resultado abierto.

RUTA DE LA SEDA
RUTA DE LA SEDA

La Ruta de la Seda no es una obra de infraestructura, aunque lo sea. La Ruta de la Seda es la mayor reconfiguración geoeconómica desde que existe el capitalismo. Supone, por lo tanto, el choque de dos diseños geográficos divergentes del mundo. Uno establecido, con epicentro en el Atlántico Norte, y otro desafiante, donde el centro de gravedad pasa a ser Eurasia. En aquel diseño, las periferias eran objeto de disputas por los países centrales, ya sea por materias primas, mercado interno o mano de obra barata. En el nuevo, zonas periféricas dejan de serlo en tanto que otras que eran centrales pasan a ser progresivamente periferizadas. La Ruta de la Seda son trenes, puertos, oleoductos, pero representarla de esa manera es todavía insuficiente. Es mucho más que esta o aquella infraestructura, es la construcción de todo el ecosistema necesario para modificar los flujos de circulación de capital y mercancías que predominaron en los últimos 200 años.

Esa reconfiguración tiene tres eslabones principales: China, Rusia y Alemania. Si esa configuración triunfara, el perdedor sería naturalmente Estados Unidos que, a mediano plazo, resultaría expulsado de Eurasia, contradiciendo las máximas geopolíticas para la hegemonía mundial paridas por Gran Bretaña en su momento de esplendor imperial, y luego asumidas y continuadas por Estados Unidos.

La guerra en Ucrania corta la ruta de la Seda en su penúltimo eslabón y deja a Alemania —y a toda Europa— del otro lado. Es un primer paso dentro de una estrategia defensiva por parte de Estados Unidos en la cual arrastra a Europa a la fractura del mundo. ¿Es factible revertir ese corte? ¿Qué condiciones serian necesarias?

La fuerza centrípeta sobre la OTAN

Durante la presidencia de Donald Trump, su política aceleró las fuerzas centrífugas sobre la Alianza Atlántica, el principal instrumento de la hegemonía estadounidense sobre Europa. El disparador de esa situación fue redoblar el acento a una antigua reclamación que Estados Unidos tiene sobre los países europeos: ¿quién se hace cargo de la factura de defensa? Como cualquier tema importante, esa situación tiene efectos paradójicos. En el lado positivo —positivo en Washington—, permite la supremacía militar de Estados Unidos y el aparato de guerra apuntala al dólar como moneda dominante. Para que una moneda nacional sea la moneda de reserva mundial, cierto déficit es necesario. El problema es cuando ese déficit va más allá de lo deseable. ¿Estados Unidos traspasó ese límite? Seguramente. Superada esa línea comienzan los efectos negativos y el peso muerto de esa estructura militar amenaza la competitividad de la estructura productiva del país.

Visto desde el ángulo europeo, no pagar la factura de defensa impide la independencia de la OTAN, pero al mismo tiempo permite ganar competitividad geoeconómica y destinar recursos a otras áreas. Eso provoca la indignación de algunos sectores políticos dentro de Estados Unidos: “Nosotros pagamos la factura y Europa aprovecha para competirnos en mejores condiciones con sus empresas”. O también “nosotros pagamos los misiles y ellos construyen el estado de bienestar”. Desde esa mirada es sencillo azuzar el chovinismo para promover el resentimiento en franjas de la población estadounidense por el nivel de vida europeo.

La guerra en Ucrania modificó los términos de la ecuación: Europa gastará cada vez más en defensa, mientras que Estados Unidos logró que esto no redunde —por ahora— en una mayor independencia estratégica. A su vez, mucho de ese gasto de defensa termina impulsando la actividad industrial en Estados Unidos por vía de la renovación de los stocks de armamento. Los efectos que señalamos en los últimos dos puntos suelen ser menospreciados por los analistas del Sur Global.

Aquí aparece una pregunta: ¿el abroquelamiento de la OTAN es una fuerza que operará a largo plazo? ¿Está galvanizada a partir de Ucrania? ¿O acaso el fortalecimiento momentáneo puede ser la antesala de una centrifugación mayor, tal como consideran algunos estrategas estadounidenses? ¿Qué fuerzas se desatarían si el conflicto en Ucrania cerrara con una derrota de la OTAN, que no pueda ser camuflada?

La armamentización del dólar y los acuerdos comerciales en otras monedas

La guerra de sanciones contra Rusia y el robo de sus activos pone en primer plano una tendencia que se estaba agudizando: el robo a los países con los que Estados Unidos se enfrenta. Ya lo habían padecido Venezuela, Libia, Siria, e Irán entre otros. Robar a Rusia tiene la virtud de transparentar las relaciones económicas mundiales: si la segunda potencia nuclear puede ser birlada, cualquiera puede serlo en cualquier momento.

La armamentización del dólar es una poderosa fuerza de amedrentamiento para quien esté pensando en tomar medidas que no sean simpáticas en Washington, pero obliga a replantearse si no son necesarios mecanismos más ecuánimes a través de los cuales realizar el comercio mundial. Si, por un lado, tiende a disuadir el intercambio por fuera del dólar, por el otro empuja la necesidad imperativa de hacerlo.

En los últimos meses hay una verdadera avalancha de iniciativas comerciales en monedas nacionales, en el epicentro de las cuales se ubican Rusia por necesidad y China por estrategia. Es difícil suponer que el límite militar que Rusia le puso a la OTAN no haya afectado relaciones de fuerza a escala mundial de forma tal que actúa como desencadenante de los acuerdos comerciales al margen del dólar. Este factor suele ser soslayado en la mirada occidental. Ahora bien, el proceso de desdolarización en curso, para acelerarse necesita de una alternativa a esa moneda. ¿Tienen China y Rusia la capacidad de implementar iniciativas en esa dirección dado su nivel actual de infra desarrollo financiero?

Alemania, el perdedor

Si la guerra de Ucrania tiene un resultado unívoco es que el gran perdedor es Alemania, en especial su industria. Mediante la guerra, Estados Unidos capturó el costo energético de quién en términos geoeconómicos es un competidor, aunque el lenguaje edulcorado de la diplomacia estadounidense lo recubra como “aliado”. El único factor que hace que el punto no tenga la claridad que debería, es que la agresión no tuvo respuesta del agredido, ni tan solo un intento de contener los golpes. El gobierno y la burguesía alemana han sido —por ahora— incapaces de defender al país de la agresión real por parte de Estados Unidos, y se abocaron de lleno a defenderse de la agresión imaginaria por parte de Rusia. Mientras permanezca en esas coordenadas, la burguesía alemana debe trasladar el ajuste hacia su clase trabajadora. Con distintas gradaciones lo mismo vale para la mayoría de los países europeos. Eso permite proyectar un crecimiento de la conflictividad social. ¿Ocurrirá? ¿La conflictividad social puede dar lugar a la aparición de movimientos sociales, sindicales y políticos de orientación anticapitalistas? ¿Tiene fuerza la burguesía alemana —o una fracción de ella— para parir una formación política alternativa —en este caso burguesa— que redireccione su política exterior?

Estados Unidos rearticula su geoestrategia

El saldo para las otras potencias es menos unívoco. Para Estados Unidos permitió rearticular una geoestrategia coherente —luego de muchos años de no tenerla— de cara a enfrentar los desafíos que tiene por delante. Entre esas consecuencias ya mencionamos la revitalización de la OTAN, el corte en la Ruta de la Seda y la posibilidad de ocupar franjas del mercado mundial que Europa cederá por el incremento de su costo energético. Se pueden sumar las ventas de GNL a la propia Europa y el paquete de leyes tendientes a producir una reindustrialización de alta gama dentro del país. Sin embargo, hay que tener presente que la debilidad militar que la OTAN muestra en el terreno —debidamente maquillada por las operaciones de desinformación— difícilmente no tendrá grandes consecuencias a mediano plazo, cuando ya no alcance con el maquillaje. Para evitar ese escenario, ¿Estados Unidos continuará escalando la guerra? ¿Cómo afectará a su nueva geoestrategia la fractura social interna que vive el país? ¿Qué ocurriría si el Partido Republicano gana las elecciones presidenciales? ¿Podría desembocar en un nuevo re direccionamiento?

Rusia corta la fuga de capitales e impulsa su industria

El saldo para Rusia es también contradictorio y en este punto son más agudas las antinomias de quienes ven uno u otro lado de la tortilla. Unos subrayan que las sanciones no tuvieron efectos y que la economía rusa se está viendo beneficiada porque se cortaron las vías por las que los oligarcas fugaban las riquezas al exterior, lo que sumado a la necesidad de reemplazar importaciones impulsó al aparato productivo del país.

Desde Estados Unidos se enfatiza lo contrario, que el daño económico que ya sufrió Rusia tardará décadas en revertirlo. Si bien esa tesitura tiene mucho de propaganda o expresión de deseos, tampoco es verosímil sostener lo inverso sin matizarlo, que una economía que se enfrenta a una guerra a gran escala, que obliga a poner a su aparato productivo en función de la producción de armas, no padezca consecuencias negativas. Las experiencias de Estados Unidos en Medio Oriente, una economía de mayor tamaño enfrentando una guerra de menor magnitud, es indicativo de ese daño. ¿Cuál será la evolución de la economía rusa a mediano plazo? ¿Continuará el estancamiento de décadas en el que se encuentra? ¿Podría esa situación incrementar la tensión social? ¿O por el contrario comienza una modernización de su aparato productivo, reposicionándose en la economía mundial y matizando su primarización?

China se presenta como portadora de paz

También para China la guerra en Ucrania implica un saldo ambivalente: por un lado ve cercenado su instrumento principal de reconfiguración geoeconómica y Estados Unidos demuestra su voluntad de generar una nueva incisión en Taiwán. Además de los países implicados de manera directa, los conflictos son instrumentalizados para condicionar el alineamiento de todos los demás. Un foco de tensión en Taiwán, cumple la función de ser utilizado por el Departamento de Estado para redoblar la presión sobre otros países y conducirlos a posicionarse contra China.

En el lado positivo de la balanza, la nueva situación permitió acelerar las iniciativas comerciales por fuera del dólar. Además, mientras Estados Unidos impulsa las guerras, China se posicionó en la escena mundial como una fuerza de paz que busca la prosperidad económica, y que ayuda a que países con disputas, se sienten en una misma mesa para buscar una solución diplomática. Esa fue la escenificación realizada en el acercamiento entre Irán y Arabia Saudita. Pero no fue el único.

El gran interrogante para China, que modifica todo el escenario geopolítico, es hasta dónde está dispuesto a llegar Estados Unidos en Taiwán. ¿Es capaz de crear una escaramuza que permita que la guerra económica se convierta en disputa militar, aunque no sea bajo la forma de un enfrentamiento directo? ¿El aparato de estado norteamericano es capaz de hacerlo aún a costo de afectar intereses sustantivos de sus propias trasnacionales en China? ¿Cómo reaccionaría si ocurriese, ese capital dentro del propio Estados Unidos?

Algunas de las muchas preguntas, cuyas respuestas se están construyendo todos los días. “El diario acontecer de nuestra trama”, decía, en tiempos mejores, un cantautor cubano.

 

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* Gracias a Pablo Gandolfo y a EL SALTO

 

https://www.elsaltodiario.com/guerra-en-ucrania/preguntas-ucrania-transicion-un-nuevo-orden-mundial

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