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sábado, 20 de abril de 2024 01:42h.

El último tren - por Antonio Cabrera de León

 

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El último tren - por Antonio Cabrera de León *

La frase “El último tren” figura en el título de varias películas y libros. La mayoría de las veces es la metáfora de la última oportunidad para hacer algo. Me quedo con la película uruguaya de este nombre, que cuenta el secuestro de una vieja locomotora para evitar que la vendan a los gringos. Con protagonistas como Héctor Alterio y Federico Luppi, siempre puede conseguirse una joya.

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Andan los constructores de Tenerife y Gran Canaria, empeñados en que sus cabildos construyan trenes. Son ese tipo de empresariado que lleva décadas enriqueciéndose con contratos públicos para empichar Canarias desde la cumbre del Teide a la Caldera de Bandama, cuando no para hormigonar cada centímetro de costa, inventándose muelles en Agaete y en Fonsalía. Añoran los tiempos en que el más poderoso de ellos explicaba a los periodistas que todo cuanto merecía la pena lo había hecho un constructor. Habrá leído a Schopenhauer, pensé al oír aquello. Supuse que el pobre hombre ignoraba que hay libros, cuadros, bosques o atardeceres que no fueron hechos por un constructor. Pero sin duda él incluiría en su paquete de obras la cárcel Tenerife-II, que es donde lleva un tiempo impartiendo cátedra.

En el caso de Tenerife, a los amigos del hormigón les saben a poco los cientos de millones que nos han sacado para el cierre del anillo insular, que arreglará el 0,02% del problema de tráfico que hoy hace madrugar a miles de tinerfeños antes de que cante el primer gallo, o perder dos horas diarias de su vida a aquellos que no pueden permitirse el lujo de levantarse a las 5 de la mañana. Como esos millones son pura calderilla para gente tan principal, estos amigos nuestros han intentado ordeñarnos con Fonsalía ayudados por el presidente del cabildo. Costó que se resignaran, pero les ha salido rana. Así que ahora se han venido arriba con el viejo proyecto del tren del Sur.

Proyecto tren sur Tenerife
Proyecto tren sur Tenerife

Uno de los pueblos más pobres del país, el canario, asiste con desidia al espectáculo de dilapidación de fondos públicos para obras como ésa. Túneles y muelles, piche y cemento, o ahora raíles, para llenar bolsillos de constructores. Pero nunca, nunca, un sencillo sistema de cientos de modernas guaguas eléctricas, grandes y pequeñas, que conecten cada 15 minutos los pueblos y barrios con las autopistas ya existentes. Nunca carriles de autopista exclusivos para el transporte público; eso no les da dinero a los amigos del piche.

Hacer un tren en Tenerife, comiéndose el escaso terreno de una isla superpoblada, no arreglará nada, nos hará más pobres para enriquecer a los constructores y, si no lo impedimos, le harán una nueva herida a esta tierra que cada día cuidamos con mimo llenándola de papelotes, mascarillas y mierda de perro.

No dejar que hagan más muelles, no dejar que hagan el tren del Sur, no dejar que despilfarren el dinero público y destrocen el paisaje insular, puede ser nuestro último tren. El último tren de Tenerife.

* La casa de mi tía agradece la gentileza de Antonio Cabrera de León

ANTONIO CABRERA DE LEÓN RESEÑA

 

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