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lunes, 13 de mayo de 2024 01:48h.

Una Universidad, un profesor, un futuro - por Nicolás Guerra Aguiar

Si tuviera que usar una sola voz para definir al doctor Regidor –hoy rector de la ULPGC- elegiría, sin duda, el adjetivo didáctico, es decir, ‘adecuado para enseñar o instruir’. Pero no es didactismo solo en el aula –que lo confirmo, pues asistí a algunas clases suyas en el Museo Élder- sino, y sobre todo, en lo externo a ella, cual es la visión universalis tan necesaria en la Universidad. Se podrá o no estar de acuerdo con aspectos de su pasajera función rectoral (la hipotética relación OTAN-ULPGC es un algo extraño; la supuesta prohibición de entrada a algunos alumnos invitados a la inauguración del curso alteró emocionalmente, y sus consecuencias se ven en los juzgados). Pero que en plena primera juventud hizo caminos por universidades norteamericanas y europeas (Boston, Københavns –Copenhague-, respectivamente) salta a la mente, y eso traduce miradas universales y aísla islamientos.

Una Universidad, un profesor, un futuro - por Nicolás Guerra Aguiar

  Si tuviera que usar una sola voz para definir al doctor Regidor –hoy rector de la ULPGC- elegiría, sin duda, el adjetivo didáctico, es decir, ‘adecuado para enseñar o instruir’. Pero no es didactismo solo en el aula –que lo confirmo, pues asistí a algunas clases suyas en el Museo Élder- sino, y sobre todo, en lo externo a ella, cual es la visión universalis tan necesaria en la Universidad. Se podrá o no estar de acuerdo con aspectos de su pasajera función rectoral (la hipotética relación OTAN-ULPGC es un algo extraño; la supuesta prohibición de entrada a algunos alumnos invitados a la inauguración del curso alteró emocionalmente, y sus consecuencias se ven en los juzgados). Pero que en plena primera juventud hizo caminos por universidades norteamericanas y europeas (Boston, Københavns –Copenhague-, respectivamente) salta a la mente, y eso traduce miradas universales y aísla islamientos.

  Cuando un recién licenciado dice que va a empezar a trabajar porque tiene una buena idea debe plantearse, inmediatamente, una pregunta: <>. Y cuando escribo <> no me refiero a que todos ellos sean absolutamente imprescindibles desde los primeros momentos, pero sí lo serán a medida que el joven emprendedor salga a la calle a vender su producto. Porque <> no es tener una buena idea; y tener una buena idea no es decirle al amigo: <>. Hoy, en la sociedad que nos toca vivir, <> es trabajar en equipo, con especialistas. Si no, el fracaso está garantizado o, al menos, es previsible.

  Algo así quiso dejarme claro don José Regidor mientras fluían palabras cargadas de razonamientos, rigores, contundencias didácticas, claridad expositiva. Y aunque en un momento discutimos sobre la ya vieja (no por desfasada) relación entre concepto e imagen acústica, entre la idea que se tiene de algo y su exposición, lo cierto es que ambos coincidimos en un hecho concreto que define a una gran parte de nuestra joven sociedad universitaria: no hay hábito de discusión en su lingüístico significado de ‘contender y alegar razones contra el parecer de alguien’. Y es cierto, muchas veces escuchamos al alumno la repetitiva frase disculpatoria: <>.

  Así, otra contundente conclusión: nuestros alumnos de 2º de Bachillerato (preuniversitarios) tienen más conocimientos teóricos que los correspondientes en EE UU, Dinamarca... Pero no saben desenvolverse en una biblioteca, ni seleccionar de una amplia bibliografía el apartado concreto que están estudiando, y piensan que todo el contenido del libro que manejan  es la única e indiscutible verdad. Por supuesto, no se atreverán a defender ante sus compañeros una tesis, un planteamiento que exige rigor, seriedad, ciencia, estudio. Y, muchísimo menos, rebatir al ponente, condiscípulo. Sin embargo, los alumnos daneses,  norteamericanos  y otros europeos están acostumbrados a la palabra oral frente a profesores,  compañeros, y son capaces de exponer con fluidez y seguridad, lo sabe por la experiencia docente e investigadora de veinte años en aquellos países, quizás asignatura pendiente.

     Ya frente a frente como dos veteranos de tiempos algo distantes (las barbas nos cronologizan a ambos), y porque anduvimos por las mismas calles laguneras casi en los mismos años, ciertos vicios y maldades de aquella época nos identifican, como la discusión serena, argumentada, respetuosa, indagatoria en el saber. Porque eso -la Ciencia no tiene el nombre de una materia. Muy al contrario, y por suerte, es variadísima- fue lo que nos impregnaron en la Universidad de La Laguna, toda en un campus, Derecho junto a Filosofía y Letras, Biología, Química, incluso el cercano Polideportivo (que solo conocí por fuera, a Dios gracias). Por tanto, las disputas dialécticas son imprescindibles para nuestra diaria y continuada formación, trátese de arte, historia, filosofía o política, da igual: lo que importa es la palabra cargada de razonamientos. Razón por las cual colegios mayores, cafeterías o guachinches se convirtieron en templos y ágoras para el sereno o acalorado intercambio de ideas, juicios, pensamientos, visiones sobre Marcuse, Sartre o el Mayo francés, o quizás en torno a los primeros movimientos pacifistas, Einstein, Dios, Vietnam, la secuestrada libertad…     

  Y este es –otra razón del doctor Regidor- un gran problema de nuestra Universidad actual: la dispersión intencionada, a veces soledades en medio del campus que está alejado de la vida callejera, allí donde se viven los problemas, donde la realidad se identifica con el hombre anónimo, pero pálpito vital. Cada facultad tiene hoy su cafetería, y en ellas solo se habla de la especialidad pero se desconoce el pensamiento que se hace en el edificio vecino, solitario también en el marasmo de un campus despersonalizado lleno de estudiantes con rumbos previamente marcados, casi automatizados. No, no interesó políticamente que la palabra se conectara entre los universitarios para que en momentos dejaran de lado su específico lenguaje profesional y se identificaran ante otro más universal, el de la vida, aquel que es capaz de hacer filosofías cuando estudia la teoría de la relatividad, por ejemplo. (¿Lo conseguirá el nuevo comedor universitario? ¿Servirá para que se recupere en él la vital e imprescindible comunicación-diálogo-discusión entre los universitarios?)    

  En esa monótona maquinaria que absorbe desde la infancia hasta la Universidad es preciso, insiste, una enseñanza que ponga en volcánica actividad capacidades críticas, analíticas, trabajo en equipo: tienen que aprender a condensar, exponer, a no ser pasivos. (Lo cual coincide, oh dioses del Olimpo, con la tarea que algunos quisimos implantar en colegios e institutos, dispares resultados.) Ahora bien, algo está fallando, entonces, en nuestra Universidad, la española: ¿por qué no aparece ninguna entre las doscientas mejores del mundo occidental? (¡Solo Andalucía tiene diez distritos universitarios!) Quizás aquella necesite el cambio revolucionario del que hablamos durante casi dos horas.


También lo veo en:

http://www.udc.es/arquivos/sites/udc/comunicacion/novas/2012/10/resumen_prensa_espanola_20121013_html_prensaxespaxolax13_10.pdf

http://www.canarias7.es/articulo.cfm?id=277931