Este mayo, de pétalos mil, no se ha distinguido de los meses que lo precedieron. Su comportamiento ha sido como el de un niño travieso cuando se empeña en imitar al peor de la clase, haciéndolo con tanto afán que hasta llega a superarlo. Si no, pasen y lean:
Una de las mayores satisfacciones -y son muchas- que me da hacer La casa de mi tía es recibir textos de alguna gente que, en mi opinión, no valora su talento. Como Ana Beltrán. Vean esta sabrosa, pero no exenta de su dosis de ira, reseña que hace del mes de abril. Inefable, la referencia a la injusticia laboral de la jerarquía de la iglesia católica. Yo espero que Ana se anime y se decida, por lo menos, a una crónica cada treinta días del mes que terminó.