Entre tantas falacias introducidas por el neoliberalismo, presentándolas como la verdad revelada, como dogmas teóricos incontestables, nos encontramos con la historia de los impuestos. Toda esta horda embustera, del genuflexo Clavijo a Trump, pasando por Macron, Rajoy o Zapatero, repiten el guineo de que lo mejor que hay que hacer es bajar impuestos. Como si de los impuestos que deben pagar y no pagan las empresas y fortunas no dependiera la solución de todos y cada uno de los problemas sociales que sufren nuestros pueblos. De esto escribe Xavier Caño Tamayo, de Attac, en EL SALTO
Creo que el principal laster del concepto de la Renta Básica Universal es que se distorsiona malévolamente su sentido, presentando como mera cuestión cartitativa o asistencial, lo que es una reivindicación de derechos. Se trata, simplemente, de reclamar que los beneficios derivados del uso de la tecnología alcancen a toda la población, no solamente a la gente rica. Se trata, además, de liberar a las personas del chantaje del hambre a que le someten las empresas, cuando se negocian las condiciones de trabajo. Por eso me parece estuopendo este artículo de María Fernández en la página de ATTAC (no lo he visto en DIARIO CRÍTICO, dónde María es redactora). El texto se apoya en José Antonio (Cive) Pérez, con su libro ‘Renta Básica Universal. La peor de las soluciones a excepción de las demás’. y en gente como Juan Gimeno Ullastres, Jordi Arcarons, Antoni Domènech, Daniel Raventós, Lluís Torrens o Eduardo Garzón
Carlos Hernández trata en este artículo que recomienda Antonio Aguado en EL DIARIO, de la vesanía de las fuerzas retrógadas que planearon sistemáticamente la rebelión del 18 de julio de 1936 y pretendieron hacerlo pasar como una reacción ante una supuesta inestabilidad social.
El arte no es más que una tontería, escribe Breton, parafraseando a Rimbaud, si no concierne a producir objetos bellos.
En PÚBLICO, artículo didácticamente claro que reecomienda Julián Ayala, en el que Pedro Fresco @P edroFrescose refiere a la patraña neoliberal ("liberal económico, dice él) de las ventajas de la capitalización de las pensiones mediante la privatización. Fresco apela a dos ejemplos evidentes, el caso chileno y el caso sueco, para demostrar empíricamente lps inconvenientes de la privatización, también, del sistema de pensiones. La conclusión es tozuda: lo único que busca la privatización, es otorgar otro negocio a las empresas, a costa de los intereses de las y los pensionistas.
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