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La policía marroquí de Casablanca irrumpió sin previo aviso en el cine Ritz de aquella capital económica la noche del viernes pasado. Y en su espectacular arribada a la sala fue directo testigo de comportamientos varoniles que, acusan, elevaban a los cielos del Ritz “atentados contra la moral pública”, cual enhiestos surtidores de fuegos, manantiales y voces, algo así como el ciprés de Silos que cantó el soneto de Gerardo Diego, pero en versión menos espiritual.