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sábado, 20 de abril de 2024 09:50h.

Turismo en Canarias, una historia que no te habían contado – por Chema Tante

 

FRASE TANTE TURISMO

Turismo en Canarias, una historia que no te habían contado – por Chema Tante

 La gran maldición de la economía canaria es que siempre, desde la conquista, ha estado en manos de la oligarquía heredera de los conquistadores. Una oligarquía boba, perezosa e indolente, arregostada a dejar los intereses económicos en manos de codiciosas empresas de fuera, a las que lo que le pase a Canarias les tiene sin cuidado. El funesto monocultivo, la actividad única, ha mantenido a las islas siempre a merced de lo que ocurra por ahí fuera, sin contar con alternativas. Ya pasó con el vino, cuando las dilatadas peleas entre franceses y británicos terminaron con la exportación y Canarias no fue capaz de buscar otros mercados. Lo mismo ocurrió con la cochinilla que, cuando se descubrieron las anilinas, Canarias se encontró con sus campos llenos de tuneras sin saber qué hacer con ellas más que mandarse los tunos y hacer juguetes para la gente chinija con sus pencas.

COCHINILLA JUGUETE PENCA

plataneras Y ha pasado, multiplicado, con el plátano. La oligarquía permitió que compañías extranjeras implantaran un cultivo no autóctono, altamente ávido de agua y cáustico para la tierra. Un cultivo que, otra vez, enriqueció a la ya afortunada oligarquía, en tanto que la gente isleña tenía que seguir buscándose la vida por esos mundos. Se dejó la comercialización del plátano y del tomate en manos de empresas extranjeras, mientras la oligarquía se limitaba a enviar a sus retoños a Londres y Liverpool para que aprendieran el idioma y se pegaran una temporada de francachelas, haciendo como que atendían unos negocios que en realidad, eran gestionados exclusivamente por los chonis. Hay que decir que la exportación del plátano y hortalizas canarias era rentable para las empresas extranjeras y la oligarquía, aparte de la explotación de la mano de obra aparcera, porque durante muchos años, Canarias estaba más cerca que otros productores para abastecer los mercados europeos ávidos de productos frescos durante el invierno. Además,  favorecía la estrategia de abaratar el flete de la fruta de exportación, haciendo que los barcos retornaran repletos de importaciones, en su PLÁTANOSmayoría de mercancías suntuarias. Eso, claro, aligeraba a la fruta del coste de transporte, pero distorsionaba el mercado interno canario, que no se surtía de producción local. Exportábamos tomates e importábamos salsa de tomate. Ahora que todo eso se ha acabado, Canarias, su oligarquía, no ha sido capaz de adaptarse al cambio, y en lugar de ofrecer un producto premium, de alta calidad y precio, ha pretendido mantener una batalla perdida con las importaciones a Europa con precios bajos, procedentes de países con costes de producción sensiblemente menores. Aunque en picado, el negocio se ha sostenido, gracias al proteccionismo de aranceles y subvenciones, pero es algo que no puede durar. Es importante ver cómo el modelo de competir con precios bajos en mercados masivos es el mismo adoptado después para el turismo. En definitiva, un negocio lucrativo para la oligarquía isleña y para las empresas extranjeras y una ruina para el grueso de la población canaria “¿Quién es ese elegantísimo, orondo y gran caballero? ése es un intermediario, en el negocio frutero… ¿quién sos tú? yo soy un pobre del campo, agricultor platanero”, cantaban Los Sabandeños en su polka frutera, que es todo un ensayo sobre la economía productiva canaria.

LOS SABANDEÑOS

muelles carbonerosHabrá que mencionar también otra actividad económica canaria, la de operar como estación de servicio para la navegación entre Europa y América, África y Asia. Durante muchos años, los buques de la expansión colonial y comercial europea no disponían de autonomía suficiente para sus largas travesías, de manera que las líneas escalaban en Canarias para repostar, de carbón primero, de petróleo después. Un negocio fabuloso que la oligarquía canaria abandonó, como de costumbre, en manos de empresas extranjeras, a cambio de una parte de los beneficios, pero sin mayor esfuerzo. La población isleña no participaba tampoco de esta explotación, más allá de trabajar en la carga negra. O malvivir de un sueldo mezquino como administrativo, véánse las alonso quesadaquejas de Rafael Romero Quesada , “Alonso Quesada”, que ocupó cargos de responsabilidad en Elder Dempster Canary Island, y British West Africa Limited, pero “no le alcanzaba para mantener a su familia". Esta mala maña de la oligarquía y las empresas extranjeras de pagar miserablemente la gente isleña no es nada nuevo.  

 

Esas escalas de buques en los puertos isleños, más las bellezas del entorno y un clima estupendo, potenciaron la afluencia de un turismo de paso “Hoy, que es lunes, llega el mary sánchez‘Castle', y mañana llega el 'Yova’”, cantaban Mary Sánchez y Los Bandama, con letra de Andrés Viera, glosando aquellas primeras incursiones de la choniada. Pero en realidad, todo empezó por la ciencia y la salud, cómo nos cuenta Nicolás González Lemus (1). quien también nos explica cómo los primeros hoteles construidos en las islas para atender a ese turismo, fueron iniciativas de extranjeros. A la oligarquía canaria siempre le ha costado mucho pensar.

NICOLÁS GONZÁLEZ LEMUS

FRANZ JOSEF STRAUSSComo lo que  nos importa ahora es la historia reciente, pasemos a los años sesenta. Al principio, se abordó el turismo de cierto nivel. Pero dos circunstancias se conjugaron para que empezara el fatídico concepto del turismo masivo. Por una parte,  la ley alemana de Ayuda al Desarrollo de los países en vías de desarrollo (Ley Strauss), que hizo posible la llegada de una cantidad ingente de inversiones que así se libraban de impuestos. Como ni a la oligarquía canaria ni al estado español les importaba un millo la sostenibilidad ni el territorio, porque lo que buscaban era el beneficio y más nada, se aprovechó la lenidad criminal de las autoridades locales, para iniciar la espiral desarrollista, edificando donde dio la gana, por montes, barrancos y playas. Ahí apareció otro fenómeno, la pulsión constructora. Se fabricaba (el habla canaria entiende fabricar por edificar) sin freno ni sentido. Ya volveremos sobre esto.

 

fraga iribarneLa otra circunstancia fue una visita de Manuel Fraga Iribarne, franquista de pro, mente privilegiada aunque, como buen godo, ignorante de la realidad canaria, pero con un arrogante convencimiento de saberlo todo. El entonces Ministro de Información y Turismo (solamente a un orate desquiciado como Franco se le ocurre unir ambas competencias) llegó a la Playa de Las Canteras, en Las Palmas de Gran Canaria, un día de sol esplendoroso y, en aquellos tiempos de triunfalismo económico, decidió impulsar la edificación de hoteles en ese ámbito. Se animó a quien tuviera una propiedad a pedir un crédito y construir hoteles. Como prácticamente todas esas propiedades eran de pequeño tamaño, lo que apareció fue una cantidad enorme de pequeñas explotaciones alojativas turísticas, las llamadas popularmente “residencias”. Eran edificaciones estrechas, de pocos pisos. Sus reducidas dimensiones y capacidad no permitían contratar personal profesional, de manera que ahí tenemos al propietario en la recepción y a la propietaria en la limpieza. Personas sin formación cultural, sin idiomas. Obviamente, una calidad deficiente obliga a reducir los precios.

LAS CANTERAS

La genialmente estúpida idea de Fraga Iribarne tuvo dos consecuencias nefastas en la ciudad. Aquella zona, Alcaravaneras, Santa Catalina, El Refugio, Las Canteras, parte de La Isleta, estaba poblada por pequeños comerciantes, relojeros, sastres, zapateros, artesanos, tenderos- que se reconvirtieron, desde un oficio que dominaban, a un actividad que ignoraban y para la que no tenían la menor preparación. Para mayor desgracia, todas las familias trabajadoras que vivían en la zona,  gente del puerto, pescadores, cambulloneros, estibadores - que en aquel entonces no eran los profesionales bien pagados de hoy en día- se vieron arrojados de sus alojamientos y reubicados en precario en zonas como Schamann, Las Rehoyas… Una devastación de todo un tejido de pequeño comercio y un desarraigo brutal de personas, que trastocaron el esquema social de la ciudad. Un caos del que le costó mucho recuperarse a la ciudad.

las canteras nubes Pero no terminó todo ahí. Cuando los contactos a bajo precio con las operadoras funcionaron y las residencias empezaron a ocuparse, se encontraron con la realidad. Una realidad que toda persona playera de Las Canteras conoce bien. En Las Canteras, sin llegar a estar nublado completamente, existe una cosa que se llama la panza’burro. A la gente playera eso no le incomoda, pero no se ajusta a la idea de sol en la playa que le habían vendido al choni. Cuando las gentes suecas, alemanas y británicas empezaron a quejarse, hubo que reacomodar deprisa y corriendo el entuerto. Paralelamente, en el Sur empezaban a aparecer los hoteles y bloques de apartamentos y “bungalows” de Morro Besudo y San Agustín, primero y Playa del Inglés, después. La operación del zorro Conde de la Vega Grande, una excepción en la flojera de la oligarquía isleña, cristalizó. La liquidación de la zona tomatera, que se llamó Maspalomas Costa Canaria recibía inversiones. Resultado: toda la red de pequeñas residencias que Fraga Iribarne hizo aflorar en la capital, se quedo vacía. Al desbarajuste social creado por el lanzamiento de las familias residentes, se añade despues el marasmo económico.

maspalomas

 

Hubo una iniciativa que pudo salvar la situación: El tren vertebrado monorrail elevado de Goicoechea. Una línea de agresión ambiental limitada, con altas velocidades y bajo consumo energético. La idea era que, cuando se cerniera la panza’burro en Las Canteras, la choniada podia largarse para el sur en poco tiempo. Mientras que, cuando luciera el sol, se quedara a disfrutar de la magnífica playa. Una gran idea, pero, como es costumbre en estas islas desafortunadas, no cuajó. Yo sospecho, sin más prueba que la experiencia de lo ocurrido, que la traba para el tren vertebrado era que ocupaba muy poco suelo y era de limitada construcción. Es decir, escasas  ocasiones para la mordida y el pelotazo.

TREN VERTEBRADO

Haré un inciso, para comentar algo que dice mucho y muy mal de nuestra falta de autoestima e imaginación. En aquellos momentos de la proliferación de residencias y afluencia de gente sueca, alemana y británica, Las Palmas de Gran Canaria se convirtió en un emporio de la gastronomía mundial. De Italia a la Argentina y Uruguay, de China a Rusia, de Francia al Líbano, de Grecia a Suecia o a la India; España, por supuesto, que no falte y sin olvidar Japón (en Las Palmas de Gran Canaria se abrió, en aquellos sesenta, cuando poca gente en Europa conocía el sushi, un conspicuo restaurante japonés, en las cercanías de Las Canteras). Hay que entender que estoy tratando de una época en que, la pizza, por ejemplo, y aunque ahora parezca mentira, era un plato exótico, no digamos el tandoori o el pytt i panna. Se podía dar la vuelta al mundo, sentado a la mesa. Cocina de todo el mundo... ¿de todo? No. En esa constelación culinaria estaba ausente la cocina canaria, con la única excepción valiosa del querido Juan Pérez, que ofrecía unas papas arrugadas con mojo y un poco ce pescado y pare usted de contar. La maldición de Malinche, la sombra de Fernando Guanarteme, que destroza nuestra estima. Contaré más adelante la anécdota de un alcalde isleño con un restaurante de turismo rural..

FUJI JUAN PÉREZ

Ya tenemos montado el espectáculo. Las operadoras, las transportistas y la inversión internacional descubrieron este territorio bañado por el sol, con unas autoridades y una burguesía complacientes y minadas por la codicia. Y una población callada, sumisa, dominada por la ignorancia, el miedo y el hambre. Empezó la orgía de la construcción. Inversión extranjera, créditos fáciles, nulo control público, autoridades locales que se vendían, mano de obra dócil y barata… Hoteles y complejos de apartamentos florecíeron como setas por la geografía insular. Pero, como me decía una profesora de secundaria cuyo nombre lamento infinito no recordar, en Canarias sabemos construir el chiringuito, pero no sabemos explotarlo. Nos encontramos con cientos de miles de camas turísticas y había que ocuparlas. Para ello, la toleta burguesía canaria y las incapaces autoridades se arrojaron en manos de empresas extranjeras que impusieron el fatídico concepto del turismo masivo.

masificación canarias

 

El turismo masivo obliga a pelear en mercados donde el precio es determinante y la competencia feroz. Ahí Canarias tiene que disputar con destinos más cercanos a los lugares de origen de los targets y que tienen costes abismalmente menores que los de Canarias.

 A pesar de que Canarias es prácticamente un paraíso fiscal, en el que las empresas, REA, ZEC y RIC mediante, no pagan más que unos impuestos simbólicos, ridículos, para mantener la retribución al capital, los bajos precios obligan a reducir costes. Y eso se hace, primero, atendiendo a las y los turistas con productos importados de baja calidad, viejos de fecha, con problemas fitosanitarios que han infectado a la agricultura isleña a precios con los que no puede competir la producción local. Y, segundo, explotando de manera inmisericorde  a la mano de obra. Por eso Canarias sufre los salarios más bajos, relativamente, de Europa y una cota de paro espantosa.

Y, como todo está relacionado, esta práctica de atender al turismo con producto importado agrede también a las exportaciones fruteras. La burguesía canaria, en su supina ignorancia, pretende que le compre un plátano en su país un tipo al que en Canarias le han dado manzanas chilenas. Porque con esa misma toletería, la burguesía canaria prefiere, con la criminal pica, botar el producto al barranco, antes que dárselo así sea como promoción, al turista.

 El concepto de turismo masivo que se ha aplicado en Canarias, que ha dejado que su actividad principal, casi única, sea gestionado desde el exterior, hace posible que las personas compradoras paguen su viaje y estancia muy a menudo, encima, "todo incluido”, en origen, de tal manera que en las islas no se queda más que la propina que le puedan dar al camarero que les sirve, y el chiquito importe del IGIC, única recaudación fiscal. Esto permite el engaño de que se presenten unas cifras de gasto turístico falaces, porque de todo el dinero que el turista gasta, de todo lo que cobra el hotel o el restaurante, la mayor parte sale automaticamente al exterior, para pagar las facturas de las importaciones, incluyendo la de la energía, porque esta burguesía idiota no ha sido capaz ni de implantar las energías renovables, única fuente de la que Canarias dispone sin necesidad de importarla.

El turismo masivo ha aniquilado uno de los atributos favorables más importantes estratégicamente para la actividad: la diferenciación local. El turismo masívo ha conseguido que las zonas turísticas canarias, llenas de pizzerias, hamburgueserías y comercios de franquicias, sean idénticas a las de cualquier otro destino masivo del mundo. Al turista que capta Canarias le da lo mismo haber venido aquí o a otro lugar, porque lo único que le importa es el precio y el sol. No tiene ninguna oportunidad de conocer la identidad canaria. La presencia de turistas en las manifestaciones culturales canarias, es mínima.

centro comercial

 

Ahora viene a cuento la anécdota del alcalde que citaba antes: Fue en La Palma, en un restaurante recién inaugurado, pomposamente calificado como de “turismo rural"; la carta no contenía más que espaguetis, raviolis, tiramisú y cosas así ¡Tiramisú, en la tierra del bienmesabe, los marquesotes, el Príncipe Alberto! Pregunté y me contestaron que el cocinero era italiano. Como yo conocía al alcalde del lugar, le cuestioné una cosa tan rara y la respuesta fue: "¿qué quieres? ¿qué le demos a los turistas potaje de trigo, lo que yo como en mi casa?". Ese es el problema canario, nuestra absoluta ausencia de autoestima, nuestra falta de aprecio por los valores locales.

 Durante mucho tiempo, los y las guías han aconsejado a sus clientes no acudir a restaurantes locales, para que frecuentaran los que les recomendaban, a los efectos obvios de la comisión. Excuso decir la causa. Me decía un amigo alemán, en Oldenburg: “cuando fui a Lanzarote, me llevaron el primer día a comer a un sitio idéntico al que tengo yo debajo de mi casa. El segundo día, me escapé, fui preguntando a la gente en la calle y comí durante todas las vacaciones estupendamente”. En los restaurantes populares canarios, los de pescado o de pucheros, puede observarse el local lleno de clientela nativa  y,  a veces, una pareja o un grupo de chonis con cara embelesada, mandándose una vieja, unas papas arrugadas, una morena frita, unas garbanzas. Pero esas personas turistas afortunadas lo han sido porque se han atrevido, no porque nadie les haya informado de las maravillas de la comida canaria.

guachinche

 

Este turismo masivo, que trae 16 millones de turistas al año, con 32 millones de trayectos aéreos de largo recorrido, con una factura imponente por energías generadas con combustibles fósiles importados, con un impacto económico y ambiental brutal, por el transporte y coste de productos no locales; ese turismo masivo que ha despreciado al sector primario y a los valores identitarios canarios, es incapaz de proporcionar empleo digno a su población, que padece las cotas de paro y miseria de las más altas de la Unión Europea. Ese turismo masivo es el que algunas mentes, ladinas o ingenuas, no lo sé, califican de “bendito turismo” y dicen que “ha traído riqueza, bienestar y mejor calidad de vida”.

pobreza turismo

Ese es el turismo masivo que hay que erradicar, aprovechando la oportunidad que la brutal pandemia proporciona. Es preciso, como sea, implantar el turismo selectivo, de altos precios, reducir la oferta y la masificación, introduciendo el concepto de economía circular. Un concepto de turismo que ofrezca ausencia de saturación, respeto por el medio ambiente y los valores culturales de Canarias. Un turismo que tenga el orgullo de no ofrecer más que la producción local. Un turismo que pueda pagar como es debido a su personal, no solamente retribuir al capital. Un turismo complementado con otras actividades económicas compatibles con las características de lejanía y fragilidad ambiental del Archipiélago.

Ya lo dijo Robespierre: "La primera ley social es aquella que garantiza a todos los miembros de la sociedad los medios para existir". Y el turismo, tal como se ha gestionado en Canarias, no cumple con esa ley social. Por tanto, hay que cambiarlo, no se puede bendecir. 

 

 

(1) El turismo en Canarias: sus orígenes, Nicolas González Lemus

(2) http://www.tamaimos.com/2018/01/19/conflicto-entre-desarrollo-turistico-y-conservacion-del-medio-la-realidad-canaria/

 

Lo escribe y lo  sostiene Chema Tante

CHEMA TANTE

 

MANCHETA 21