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viernes, 17 de mayo de 2024 08:53h.

La buena salud del idioma cervantino - por Nicolás Guerra Aguiar

  Que desde 1997 hasta 2013 se hayan celebrado seis Congresos de la Lengua Española tiene, a bote pronto, un significado muy preciso: el reconocimiento de que el idioma cervantino –y galdosiano, lorquiano, nerudano, moralesiano, borgesiano…- no es propiedad única de los españoles ni, mucho menos, de la RAE, como así se mantuvo a lo largo de años y hasta ayer mismo mientras aquel ser vivo iba evolucionando y enriqueciéndose en geografías lejanas a espaldas de muy conservadores planteamientos, cuando en realidad sus usuarios en España eran minoritaria minoría.

La buena salud del idioma cervantino - por Nicolás Guerra Aguiar

 

  Que desde 1997 hasta 2013 se hayan celebrado seis Congresos de la Lengua Española tiene, a bote pronto, un significado muy preciso: el reconocimiento de que el idioma cervantino –y galdosiano, lorquiano, nerudano, moralesiano, borgesiano…- no es propiedad única de los españoles ni, mucho menos, de la RAE, como así se mantuvo a lo largo de años y hasta ayer mismo mientras aquel ser vivo iba evolucionando y enriqueciéndose en geografías lejanas a espaldas de muy conservadores planteamientos, cuando en realidad sus usuarios en España eran minoritaria minoría.

  Fue muy revolucionario el planteamiento del Nobel Gabriel García Márquez en su discurso de inauguración del I Congreso allá en Zacatecas (México, Méjico), 1997. El novelista colombiano defendió la necesidad de liberar al idioma de condicionantes ortográficos que lo complican. Así, reclamó la eliminación de la h muda, fonema cero. (Sin embargo, en posición inicial puede significar que la palabra procede de una voz latina que comienza por f: filium evolucionará a ‘hijo’, aunque en algún estadio del cambio la grafía h representó la aspiración - /jíjo/-, la cual se mantiene en algunas zonas de Canarias. E incluso en posición intermedia se aspira en niveles populares -“Como te ajogues te mato”, le gritó una mujer a su nieto, que sebaba olas en Sardina del Norte-. Aunque a veces los hipercultos consideran que algunas voces se construyen con h en posición intermedia: por tanto, desdeñan la –j-, cual vulgarismo. Es el caso de Tarajal, que como nombre de lugar escriben -no con precisión- con h (“Carretera de los Tarahales”), cuando quizás se trate de un posible arabismo conservado en Canarias y que no figura en el DRAE.)

   Defendió también la identificación gráfica g / j (¿por qué ginecólogo / jinete?, aunque razones etimológicas haylas), como hizo el Nobel Juan Ramón Jiménez (“intelijencia, dame el nombre exacto de las cosas”), mas no precisamente para simplificar la ortografía. Radicales puritanos hubo que pusieron el grito en el sielo y llevaron a límites exagerados las propuestas de Garsía Marques. Más: ya en plan de burla propusieron la sustitusión por s de la c ante e, i (cereza, cine) y de la grafía z en posición final (feliz), reto ortográfico al que se enfrentan cuatrosientos sincuenta millones de escribientes.

  Pero insistió el novelista en algo fundamental, los acentos escritos, cuyas ausencias llevan a graves confusiones como, por ejemplo, con el topónimo de mi pueblo, GÁLDAR, que aparece con frecuencia como GALDAR (por tanto, la mayor fuerza de voz cae en la última sílaba), absoluta inexactitud, aunque coleguillas hay que mantienen la incorrecta creencia de que las mayúsculas no se acentúan (Alamo, GUIA). Y es que, incluso, cuando un extranjerismo se españoliza, inmediatamente se escribirá según las normas. Por esta razón defiendo la necesidad de que Élder debe llevar tilde en la primera vocal para pronunciar correctamente el apellido inglés que da nombre al Museo de la Ciencia.

  Y como prueba de que España no es la dueña del español –muy al contrario, sus propietarios son los casi quinientos millones de hablantes-, los Congresos III, IV, V y VI se celebraron en América, allí donde para millones de iberoamericanos es lengua oficial -aunque no la única en Paraguay, México, Perú- o, en su caso, no se reconoce como tal (Chile, Uruguay) aunque sea la dominante. Así, respectivamente, en las ciudades de Rosario (Argentina), Cartagena de Indias (Colombia), Valparaíso (Chile) -Congreso frustrado a causa de un seísmo- y Ciudad de Panamá (Panamá),  entre el 20 - 23 de este octubre, inaugurado por otro Premio Nobel de Literatura, el peruano Mario Vargas Llosa, y cuyas conclusiones conoceremos en pocos días.

  ¿Qué prueban tales congresos? Pues, aparte de lo que apunté al comienzo –no asisten los congresistas para salvar al idioma, en absoluto: se trata de estudiarlo en otros campos-, confirman la extraordinaria salud del español. Y, sobre todo, su riqueza. Y precisamente por tal perfecto estado, una institución como Fundéu BBVA (Fundación del Español Urgente) vela por su buen uso en los medios de comunicación. Por eso reacciona al momento con sabia recomendación frente a no convenientes inercias que surgen mientras escribimos para la comunicación a través de, en este caso, el periódico, Canarias7. Trabajan distintos lingüistas, correctores, periodistas...  con la colaboración de la Academia (asesoran especialistas como los señores García de la Concha, López Morales, Salvador Caja -maestro de generaciones canarias- o las señoras García Mouton, Gallego-Díaz).

  Hay momentos, sin embargo, en que algunos términos nuevos llevan a la Fundación a propuestas que no se impondrán, pero es el primer paso necesario. Así, por ejemplo, el anglicismo pen drive / pendrive, ante cuya imposición recomienda Fundéu las expresiones “memoria USB, lápiz de memoria, memoria externa o lápiz USB”, por más que nadie las utilizará. Sucede con el nombre de aquella pieza tan sorprendentemente almacenadora de datos lo que le pasó al término football: rigurosos puristas propusieron “balompié”, palabra archivada al poco de su nacimiento. Pero como la lengua es sabia, inmediatamente adoptó la españolización fonética del término, y así se impuso la voz fútbol. Lo mismo sucederá, estoy seguro, con el pendrive: se españolizará como pendrái  pues, a los oídos está, nadie lo llama “lápiz de memoria”.

  ¿Exceso de celo? En absoluto. Los especialistas responden ante nuevos retos, sobre todo de palabras relacionadas con el mundo tecnológico de las que, obviamente, no hay correspondencia en español debido a que aquel mundo nació en otro idioma. No es imposición, en absoluto, es recomendación. Pero como los hablantes son los dueños de la lengua, estos deciden sus usos. Y, así, desecharán “lápiz de memoria”. Una vez implantada la nueva voz, ya españolizada, sí velarán para que se generalice su uso y no aparezcan tantas variantes como usuarios, por aquello de la unificación lingüística.

  El español, en fin, se lo puede permitir. Su salud es envidiable a pesar de que ya cumplió el primer milenio.