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jueves, 16 de mayo de 2024 01:04h.

Condones olímpicos - por Nicolás Guerra Aguiar



"Mientras los especialistas que en la cosa son discuten sobre si los deportistas deben o no practicar sexo durante las olimpiadas, los 150.000 condones que la organización les repartió en Londres se agotaron, por lo que fue necesario adquirir 75.000 más. "



 

Condones olímpicos - por Nicolás Guerra Aguiar

  Mientras los especialistas que en la cosa son discuten sobre si los deportistas deben o no practicar sexo durante las olimpiadas, los 150.000 condones que la organización les repartió en Londres se agotaron, por lo que fue necesario adquirir 75.000 más. Lo cual podría significar tras la pertinente operación matemática (aparte de lo obvio) que cada participante recibió veintidós sopladeras y media para diecisiete días, razones habrá por aquello de las medias. Quizás podría tratarse de una manera de ayudar a formar parejas más estables, pues cada uno de sus miembros pone la mitad de la pieza  siempre que las dos mitades aportadas no sean coincidentes, porque si las unimos por la base (obviamente, nunca soldadas ni grapadas), ¿cómo se ocuparía su espacio interior? Trilema, sin duda. Y más en tales trances, a veces apurados y a oscuras casi casi, aunque la cadena deportiva ESPN recogió las declaraciones de una deportista: «He visto gente teniendo sexo en público, en los jardines… Los JJ OO son una experiencia única y todos quieren llevarse un recuerdo y el sexo está incluido».

  Sin embargo, el planteamiento anterior sobre las veintidós sopladeras y media es falso -que no la operación matemática- pues se parte de una incorrecta premisa: cada uno de los deportistas aceptó su cuota proporcional de condones. Y esto no es cierto, en cuanto que unas veces por creencias (religiosas, por ejemplo); otras, por estar satisfechos con sus parejas; algunas, por inapetencias e, incluso, por convicciones deportivas, estoy seguro de que muchos deportistas renunciaron a sus unidades o las regalaron a otros.     

  Y es que la juventud no es tonta: sabe que debe evitar el desarreto de aquellos bichitos que hacen también su olimpiada a veces en forma de puñeta, la cual «hincha por nueve meses» tal como le explica en la novela dialogada (1499) la vieja Celestina a un Pármeno algo disparatado, cosas de la edad. Porque los espermatozoos corren hacia la meta y solo uno obtiene por su proeza la única medalla. Pero, eso sí, en plan salvaje, agresivo, destructivo, a costa de la muerte ajena: los otros, como en Esparta, a criar malvas por torpes, rezagados, segundones. Y eso, qué les voy a descubrir, no me parece deportivo, serio y riguroso pues ese uno, vencedor absoluto, sobrevive a costa de los demás. Y no se trata de política, en absoluto, donde la cosa está más repartida, pues ententes cordiales, amistosas y familiares permiten la supervivencia de muchos, por muy mediocres, incompetentes o negados que sean, o son, angelitos.

  Y aunque parezca lo contrario, afírmase que tampoco se trataba de lograr un éxito personal por parte de cualquier deportista, el cual demostraría –en caso de competición- su habilidad en situaciones que exigen usos de tales protectores o aniquiladores, aunque no valdría su palabra para demostrar que se convierte en el máximo usuario: necesitaría ejercer ante un tribunal, aunque desconozco cómo demostraría su currículo. Quedarían otras cuestiones técnicas para su valoración. Por ejemplo, ¿contarían como méritos suplementarios los tiempos mínimos o máximos? Es decir, ¿obtendría puntos quien en un santiamén ya está o, al contrario, aquel deportista que se lo tome con distensión y al golpito? Otrosí: la pareja, ¿valoraría la actividad y la calidad en lo que Vargas Llosa llamó «prestaciones» en Pantaleón y las visitadoras o se limitaría a ser la segunda parte de la parte contratante, sin voz ni voto?

  De todas maneras, nada original fue la olimpiada condonil británica, toda vez que antecedentes haylos en España -¿dónde si no?-, aunque obviamente con más recato y disimulo ya que se trataba de la España tradicionalista: en Barcelona (sección europea) se inició tan prudente acompañamiento en 1992. Los catalanes reclamaron la misma cantidad de condones que el año olímpico pero con dos ceros más a la derecha, pues querían rendir homenaje a Colón por su centenario descubrimiento. Pero Europa impuso prudencias y razones: se repartieron pocos porque en realidad la presencia de tantos miles de deportistas se debía a lo otro y no a eso, precisamente. Es decir, estuvieron no para competiciones no olímpicas, sino para las deportivas, aunque bien mirado todo es deporte.

  Y como por aquellos años llegó la undécima plaga a la civilización occidental a través del SIDA, y muchas relaciones sexuales sin protección condujeron a su rápida expansión, era urgente prevenir tal mortal infección o enfermedad. Y los catalanes, siempre a la vanguardia, llegaron a acuerdos económico-condoniles con Durex, empresa surtidora para tales menesteres en la más absoluta seguridad. Después, ya se sabe: variadas formas, sabores exóticos, atrayentes, atrevidos o relajados colores, cajas azules, verdes, rojas, sensibilizadores de máxima potencia… en fin, todo eso de lo que nuestros jóvenes son –hay excepciones, claro- hábiles usuarios, aunque desconozco las variantes de aquella campaña carnavalera del «¡Póntelo, pónselo!», osada para algunos pero contundente, práctica y realista.

  La campaña inglesa del condón olímpico fue, cantan los números, todo un éxito, aunque se estudia cómo pudieron llegar a la villa miles de condones «Canguro boxeador» que aparecían en cargados recipientes todas las mañanas. Obviamente, no por su propio pie (ni a saltos canguriles, claro, por muy ligeros que fueran). Y eso se investiga todavía, pues la empresa Durex había puesto precios especiales. Lo cierto es, en fin, que no solo no estuvieron de más sino que, en momentos, de menos, y fue porque con los 225.000 no hubo pues «el setenta por ciento de los deportistas practica sexo duro durante los Juegos», afirma el nadador Ryan Lochte. Palabra de deportista. (La suya, claro, por supu.) Pero quede claro: la innovación condonil, ¡española! ¡Vivaspañaaa! ¡Que aprendan los teutones!


También en:

http://www.canarias7.es/titulares.cfm?sec=161