¿Para cuándo la democracia en España? - por Erasmo Quintana *

Alguien que sepa lo que es vivir en democracia plena, tendrá que extrañarse de las cosas que nos ocurren, difícilmente justificables. No hay más que ver que los partidos PP-Vox-C's no van a darle al Gobierno de coalición PSOE-UP un solo día de los cien de gracia, que en rigor democrático los países civilizados suelen dar; mientras aquí, envueltos en la permanente escandalera. La sorprendente filípica que el presidente del Consejo General del Poder Judicial le ha dado al vicepresidente del Gobierno, Pablo Iglesias, tratándolo como un irresponsable o como político poco preparado, por cuestionar la Justicia, nos coge a todos con el pie cambiado. Ocurren estas cosas sin ponerse a andar todavía el Gabinete. Con estos precedentes convendremos en que España es muy conservadora. En nuestro país, los valores de la derecha han sido la Iglesia Católica, lo nacional y el autoritarismo; sin embargo, en la izquierda esos valores han residido en el acento intelectual, la libertad en lo político, y la justicia social.

España tuvo siempre vocación de no secundar guerras mundiales; lo suyo fue siempre tenerlas en su propio territorio, es decir, contra sí misma.

Su historia es de no reconciliación consigo misma, lo que parece justificar el apelativo de las dos Españas.

También es notoria la somnolencia y el conformismo del cuerpo social que depende de su esfuerzo personal para ir tirando, con deficientes servicios sociales, sanidad pública infrafinanciada, donde se necesitan más médicos y enfermeras, junto a una privada, potenciada con 245.000 médicos en su nómina. Igual ocurre con la enseñanza pública, bajo mínimos, mientras se potencia la privada, concertada en gran mayoría con la Iglesia, donde sus puertas no se abren a los niños más necesitados, y se adoctrina en religión. Enseñanza de élite con dinero público, que es todos nosotros.

Estas cosas pasan en nuestro país, a pesar de que lleva cuarenta años de algo que llamamos Democracia, pero que no se distingue mucho con lo que  ese nombre significa.

La vida -mis amigos- es comedia, y cada uno de nosotros representamos un papel. En definitiva, cómicos de nuestro destino somos. Nos pasamos gran parte de nuestra existencia eligiendo o renunciando a muchas cosas que creemos importantes, cuando en realidad no lo son. Espectadores de grandes hazañas y de miserias hediondas, todo hecho por nosotros a nuestros semejantes, pero siempre esperando por un, siquiera pequeño sketch, donde nos redimimos y nos rediman de tanta animalidad de comportamiento con nosotros mismos. Porque ¿cómo catalogar a un individuo que asesina brutalmente a su indefensa mujer y, tal vez, junto a sus propios hijos? Ya pasan de mil las féminas muertas a manos de su esposo o pareja, única forma que saben tanto desalmado para arreglar los desencuentros en la familia. Esto ocurre en la España, que se dice del primer mundo. Ahora tenemos el “pin parental” que Vox ha impuesto en el gobierno de Murcia para evitar el “adoctrinamiento” de los niños -objeción de conciencia encubierta, según ellos- y que el PP sigue al pie de la letra, afirmando que los hijos no son del gobierno PSOE-Unidas Podemos.

Una cuestión que hace tiempo me hago: ¿Para quién escribimos los ilusos bienintencionados como yo? Con una literatura nueva para una sociedad vieja, la creación no es solo un grito en el desierto, sino un mecanismo de denuncia que se nos hace necesaria para encontrar un sentido algo razonable a nuestra vida. Cuando vemos algo, lo queremos perfecto, sin doblez ni falsedad; algo verídico, capaz de transformar la realidad; una realidad que no me gusta, una realidad que siempre deseo cambiar. Y esto es un argumento repetido al infinito: en cada artículo entierro yo una esperanza o una ilusión. Sin embargo, diré con palabras de Fígaro -Mariano José de Larra- “Nunca creeré inútil hacer nuevas profesiones de fe, por más que las hayamos repetido, en puntos tan importantes. Somos satíricos, porque queremos criticar abusos, porque quisiéramos contribuir con nuestras débiles fuerzas a la perfección posible de la sociedad a la que tenemos la honra de pertenecer.”

Benditas palabras de Larra. Él también se cuestionó la importancia -y la eficacia- de denunciar mediante sus escritos en los periódicos -único medio que tenía en aquella época, el s.XIX-, situación que lo llevaría a una profunda depresión, y a dispararse un tiro en la cabeza con tan solo veintiocho años. Bien es verdad que a tan fatídico destino lo condujo, a partes iguales, su truncado amor libidinoso con una mujer casada. Pero había dejado dicho, refiriéndose a los males que históricamente aquejan a la piel de toro hispana: “Aquí yace media España: murió de la otra media”. El caso es que si miramos en profundidad lo acontecido en el siglo XIX, nos daríamos cuenta que lo actual, en el XXI, es un perfecto calco. La convivencia entre españoles y el singularismo egoísta de las clases más pudientes, es lo mismo.

No hemos avanzado nada, por lo tanto, ¿para cuándo la Democracia en España?

* La casa de mi tía agradece la gentileza de Erasmo Quintana