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viernes, 19 de abril de 2024 19:00h.

¿Te imaginas que una cabra se comiera un Velázquez? - por César-Javier Palacios

CÉSAR JAVIER PALACIOSImagina que una cabra hambrienta se cuela en el Museo del Prado y se zampa un buen trozo del cuadro Las Meninas de Velázquez. Imagina que el director del Museo anuncia que la culpa no es de la cabra sino del dueño que la dejó escapar. Y que el derecho a comer prevalece por encima del arte. Es más. El director se confesaría entusiasmado ante la asombrosa capacidad del animal para sintetizar proteína de un lienzo pintado, explicaría las vicisitudes personales del caprino a lo largo de su vida (desarraigo, malos tratos, incomprensión) y el gravísimo estrés que supondría sacarlo del museo y retirarle de la dieta tan jugoso bocado.

CABRAS CESAR JAVIER PALACIOS

¿Te imaginas que una cabra se comiera un Velázquez? - por César-Javier Palacios, geógrafo, naturalista, escritor, periodista y miembro de la Fundación Félix Rodríguez de la Fuente

Imagina que una cabra hambrienta se cuela en el Museo del Prado y se zampa un buen trozo del cuadro Las Meninas de Velázquez. Imagina que el director del Museo anuncia que la culpa no es de la cabra sino del dueño que la dejó escapar. Y que el derecho a comer prevalece por encima del arte. Es más. El director se confesaría entusiasmado ante la asombrosa capacidad del animal para sintetizar proteína de un lienzo pintado, explicaría las vicisitudes personales del caprino a lo largo de su vida (desarraigo, malos tratos, incomprensión) y el gravísimo estrés que supondría sacarlo del museo y retirarle de la dieta tan jugoso bocado.

Por si fuera poco, el buen director se reconocería impotente para impedir que el indefenso animalito siguiera solazándose por nuestra pinacoteca nacional,mordisqueando goyas, grecos, tizianos, rubens o caravaggios, rascándose el lomo en las esculturas romanas o defecando sobre el tesoro del Delfín.

Luego vendrían otras cabras, varios rebaños, pero ¿qué quieren que hagamos?¿Matarlas? ¿Cazarlas? Sí sí, cazarlas. Tendrían que ver cómo corren y saltan las muy condenadas por las galerías de Villanueva. No hay quien las agarre.

De locos. Como de locos es ahora mismo la polémica desatada en Gran Canaria respecto a la eliminación de cabras salvajes en los espacios naturales de Guguy, Inagua y Tamadaba. Unos animales guaniles, salvajes, escapados de las granjas y que subsisten a base de comerse y pisotear la flora endémica más amenazada del mundo, auténticos tesoros de biodiversidad con un valor inconmensurable que ha tardado millones de años en llegar a ser la maravilla que ahora todos admiramos, turistas extranjeros incluidos.

Imagina que eres el responsable de esos parques naturales. Que tu obligación es preservar sus joyas botánicas e incluso mejorar las maltrechas poblaciones, tal y como obligan al Estado español numerosos convenios y legislaciones internacionales. Pero que como el supuesto director irresponsable del Museo Prado, las dejas crecer, gozar y multiplicarse a costa de unas especies que, finalmente, se extinguirán. ¿Qué harías? Yo lo tengo muy claro: quitarlas de ahí.

Ahora no imagines. Entérate de que en Gran Canaria finalmente, y después de siglos de desidia e incultura, la Administración regional ha decido coger a la cabra por los cuernos. En realidad lo intentaron por las buenas pero no hubo manera. En esos vertiginosos barrancos de asombro es imposible capturar vivo a todo ese ganado salvaje. Y al final, mal que no nos guste y nos pese, han optado por matarlas a tiros. El año pasado 77 y este año puede que otras tantas.

¡La que se ha montado! Matanza, ejecución, masacre, asesinato, exterminio.

No tienen razón. Matanza es la habitual del ganado caprino estabulado, unas 70.000 cabras sólo en Gran Canaria, de las que no menos de 5.000 son sacrificadas cada año para cubrir la demanda de las carnicerías locales. Y sí, es verdad que las matan de forma civilizada, sin utilizar escopetas como las decenas de miles de conejos, palomas y perdices que también anualmente caen abatidos por los cazadores sin que nadie proteste.

La presencia del ganado guanil pone en grave riesgo los proyectos de reforestación y conservación de la flora autóctona canaria. Eso es incuestionable. Hay infinidad de argumentos científicos para rebatir a los bienintencionados defensores de estas cabras asalvajadas que contradicen sus afirmaciones más inocentes. ¿Cómo alguien con dos dedos de frente puede decir lo siguiente?:

“Las cabras destrozan la flora endémica. Sí, ¡pero también la fertilizan! Incluso esparcen las semillas a través de sus deposiciones. Y se comen los arbustos secos, manteniendo limpia la región”.

Por favor, no seamos ridículos. No se puede reconocer un terrible e irreparable destrozo ambiental y defender a continuación el interés de las cabras como fertilizantes ¿Qué fertilizan, unas pocas especies genéricas sin apenas interés botánico a cambio de pisotear el suelo hasta convertirlo en un árido pedregal cubierto de boñigas? Y claro que limpian el campo. No hay más que darse un paseo por la vecina isla de Fuerteventura para ver el desierto descarnado en el que las cabras han convertido sus antiguos bosques endémicos. Destruido el monte se acabaron los incendios forestales. ¡Cráneos privilegiados!

Como explica Manuel Nogales, investigador científico del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y uno de los mayores expertos en biodiversidad en islas:

“Estamos en uno de los archipiélagos oceánicos de más biodiversidad del mundo. Hay que decirle a la gente que no vivimos en cualquier sitio y por eso tenemos que estar a la altura porque si no será irreversible. Ya se nos han extinguido bastantes especies y hay que ponerle freno”.

La solución no es dejar que las cabras se sigan comiendo nuestros museos naturales. La única solución consiste en convencer a la población de la importancia de esa flora amenazada y la necesidad de retirar del campo a unos animales que no existían en la Naturaleza hasta que hace 2.000 años los trajimos a Canarias. Más educación ambiental y menos sensiblería distorsionada.

Y máxima pericia. Siempre que se pueda, capturando vivas a esas cabras locas y reintegrándolas en los corrales, de donde nunca debieron salir. Pero cuando no se pueda pues habitan peligrosos riscos inaccesibles, no quedará otro remedio que dispararlas y dejarlas en el campo como alimento para el muy amenazado cuervo canario. Me duele escribirlo, pero no existe otra manera más eficaz.

Y por supuesto, habrá que perseguir con contundencia penal a todos esos ganaderos ilegales, amigos de soltar cabras en terreno público y protegido, en terreno de todos nosotros, para luego aprovecharse de la venta de una carne obtenida del descerebrado destrozo de nuestra riqueza natural más preciada. Esos sí que son el auténtico problema de Gran Canaria.

http://blogs.20minutos.es/cronicaverde/2016/04/12/te-imaginas-que-una-cabra-se-comiera-un-velazquez/

* En La casa de mi tía por gentileza de César-Javier Palacios