Como dice Francisco Mercado en EL PAÍS, la justicia se hunde con el PRESTIGE. En una buena advertencia de lo que puede pasar con la actividad petrolera cercana a Canarias, ahora resulta que nadie tuvo la culpa de la catástrofe ambiental del Prestige. Ni los responsables políticos, ni quienes permitieron navegar a un buque descuajaringado. En aquellos momentos, en 2002, por la zona navegaban cientos de barcos. Pero solamente al Prestige le dio la vena de deshacerse por sus costuras y largar su piche a la mar. Y yo digo que cada poderoso que cae enredado en los vericuetos de la justicia, sale -mas tarde que temprano- inocente. Y, entonces, me pregunto ¿quienes son las personas que se hacinan en las cárceles? Y me respondo: los pobrecitos y las pobrecitas que no gozna de la bendición de las alturas y que, por supuesto, no disponen de las montañas de dinero necesarias para pagar fianzas y minutas de abogados. Y, con toda mi fuerza, proclamo que algo anda mal en este sistema. Un sistema, por ejemplo, en el que la fiscalía pide miles de millones de indemnizaciones, pero los jueces dicen que nada de eso.